viernes, 19 de julio de 2024

 

Attilio Bertolucci

 

Para una clínica demolida

 



 

 

Para una clínica demolida

 

Aquí donde un poeta hubo llorado y delirado un mes

de su vida ― un abril

de nubes,

de cielo hermoso y plácido

insidiado por grietas ―

rechinan las persianas oxidadas.

 

¿Dónde han llevado

sus drogas y plegarias,

Hijas de la Sapiencia, hijas

de la paciencia,

tan buenas cocineras, tan alegres

oferentes de la sopa y el vino

para el gran hambre de los mediodías?

 

Aquí, ya en otro día,

ya esos queridos cuartos demolidos,

ya cuando el año está avanzado

y el edificio nuevo se levanta, una obra

en construcción ruidosa, que enmudece

sólo si el sol alto separa en luz y en sombra

pan y fritura, al albañil le he preguntado inútilmente:

 

 “¿A dónde han emigrado

esas viejas y jóvenes hermanas

que con agujas, con ampollas

derrotaban el mal, siempre precisas

como sobre el cuadrante aquellas otras

agujas del reloj, siempre infalibles,

acompañándolas con plegarias cristianas?”

 

Quiero saber en dónde están,

quiero saber que no han partido

de la ciudad que engendra hasta el exceso

el placer y el dolor, quiero saber

que son, en esta hora

que precede a la noche y al invierno,

aún sabias y pacientes en su don de ahuyentar

 

por mí, y todos nosotros, en la tierra el infierno.

 

Attilio Bertolucci

 

[Versión de P. A.

Córdoba, 20-VII-24]

 

*

 

Per una clinica demolita

 

Qui dove un poeta ha pianto e delirato un mese

della sua vita ― un aprile

di nuvole,

di bel cielo sereno

insidiato di crepe ―

sbattono le persiane abbandonate.

 

Dove avete portato

le vostre droghe e preghiere,

Figlie della Sapienza, figlie

della pazienza, tanto

buone cuciniere e allegre

dispensiere di minestre e di vino

per la gran fame nel tardo mattino?

 

Qui un altro giorno, già

demolite quelle stanze care,

già più avanzato l’anno e la fabbrica

nuova ormai alta, sonora

d’un cantiere che tace

solo se il mezzogiorno spacca in luce e ombra

pane e frittata, al muratore ho chiesto inutilmente:

 

 “Dove sono emigrate

quelle vecchie e giovani suore

che con aghi, con fiale

sconfiggevano il male, precise

come lancette sul quadrante a usarle

senza errore, alternandole

con preghiere cristiane?”

 

Che io sappia dove sono, che io sappia

che non sono partite

dalla città che genera in eccesso

la voluttà e il dolore, che io

le sappia, in quest’ora

che precede la notte e l’inverno,

ancora sagge e pazienti nel fugare

 

per me, per tutti noi, sulla terra l’inferno.

 

Attilio Bertolucci

 

[De Viaggio d’inverno (1955-1971),

Garzanti, Milano, 1971,

en Al fuoco calmo dei giorni. Poesie 1929-1990,

Biblioteca Universale Rizzoli, Milano, 1991]


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