Vittorio Sereni
Segundo
miedo
Con
un comentario
de Alfonso Berardinelli
Segundo miedo
No
hay nada de temible
en
la voz que me llama
de
la calle, debajo de mi casa,
precisamente
a mí,
en
una hora de la noche:
es
sólo un breve despertar de viento,
una
lluvia fugaz.
Cuando
dice mi nombre no enumera
mis
faltas, no me arrostra mi pasado.
Con dulzura (Vittorio
Vittorio) me desarma, me arma
a
mí contra mí mismo.
Vittorio Sereni
[Versión de P. A.
Córdoba, 20-VII-20]
*
Paura seconda
Niente ha di spavento
la voce che chiama me
proprio me
dalla strada sotto casa
in un’ora di notte:
è un breve risveglio di vento,
una pioggia fuggiasca.
Nel dire il mio nome non enumera
i miei torti, non mi rinfaccia il passato.
Con dolcezza (Vittorio,
Vittorio) mi disarma, arma
contro me stesso me.
Vittorio Sereni
[De Stella
variabile, 1981,
Tutte le
poesie, Mondadori, 1987, pag. 268]
*
Como
el título indica, apenas irónico e incluso demasiado asordinado, este poema
sigue a otro también sobre el miedo. Dos miedos, entonces, o dos tipos
diferentes de miedo que Vittorio Sereni cuidadosamente registra en su último
libro, Stella variabile, de 1981,
aparecido cerca de un año antes de su muerte. El otro miedo (del cual se habla
en “Primer miedo”) contenía una imagen neta y violenta, casi una escena de
acción paroxísticamente agitada y el deseo de ser “liquidado” lo antes posible
por un verdugo, por un killer.
En
este nuevo y diverso miedo, en cambio, ese alguien que va en busca del autor,
que lo sigue para ejecutar una oscura sentencia de muerte, no usa armas de
fuego. Aquí el miedo ha tomado la forma de la invocación, de la apelación, del
llamado, hacia algo, hacia un extraño más allá, o la forma de un insistente
pedido sin contenido manifiesto. Y es una voz de dulzura, podría ser una voz
femenina, podría ser una expresión o un reproche de amor. Como dice el primer
verso, es ese particular tipo de miedo (miedo de sí mismos más que miedo por
sí mismos) que excluye el espanto. Un miedo endógeno, un remordimiento que
emerge desde el fondo de la conciencia. Pero también como remordimiento es
bastante extraño: esa voz “no enumera mis faltas, no me arrostra el pasado”. El
remordimiento estará presente en la entonación del llamado, y tal vez sea el
poeta que está a punto de acusarse a sí mismo. Es él que siente sus errores y
su pasado como peso y como culpa. Justamente porque no le son reprochados, es
él quien los recuerda. Mientras la acusación explícita y directa hiere el amor
propio y lo empuja a afirmarse en sí mismo y a armarse de defensas, aquella
invocación reiterada que no acusa de nada y que no provoca temor tiene un poder
mucho más grande, el de desarmar al yo, armándolo contra sí mismo en vez de
armarlo contra quien lo acusa y contra la agresión externa.
Por
eso este miedo “segundo” es más intenso, más liberador que el primero. Al no
ser un verdadero miedo, ni solamente un miedo (todo miedo es muchas cosas),
sino un simple ser llamados por el nombre en un exceso de proximidad, tiene el
efecto de poner al yo especularmente delante de sí mismo, contra sí mismo. El
yo que es yo, que se identifica con el nombre propio y que no logra olvidarse,
ahora termina por ya no saber quién es cuando ese nombre resuena en la noche,
pronunciado quién sabe por quién, casi en sueños, y en duermevela, lavado por
una “lluvia fugaz”. Así el miedo es el estremecimiento de la disociación de sí,
de no coincidir más con la imagen que el propio nombre crea. Es el
estremecimiento de miedo y de alivio por la pérdida del yo en el momento en que
es llamado a sí mismo, para que se libere de sí mismo.
Pier
Vincenzo Mengaldo, quien con Franco Fortini ha sido el crítico más agudo y
comprometido en la lectura de la poesía de Sereni, ha insistido en el uso casi
obsesivo de la repetición. El ensayo “Iterazione e specularità in Sereni”
analiza el perpetuo confrontarse de pasado y presente y el dinamizarse o
pluralizarse de una situación inmóvil, repetitiva y sufrida por Sereni a causa
de esta propia inmovilidad repetitiva. Sereni (escribe Mengaldo) “se califica
típicamente como poeta de la inseguridad, de la identidad amenazada”. Y luego: “Su
poesía nace fundamentalmente como consecuencia y tentativa de reparación de una
herida no cicatrizada, de una falta, una laguna que se encuentran en los
orígenes, y que se convierten en culpa, de donde proviene la frecuencia de
situaciones e imágenes de orden procesal”. Aquí la acusación más dura es
aquella callada por dulzura, es aquella que resuena y se esconde en una voz
oscuramente familiar.
Alfonso Berardinelli
[Traducción
de P. A.
De: Alfonso Berardinelli, Cento poeti,
Mondadori,
Milano, 1991, págs. 314-316]
Vittorio Sereni (Luino, 1913 – Milán, 1983) entró en
contacto con los herméticos florentinos y se licenció en Letras con una tesis
sobre Guido Gozzano. Desde 1943 fue prisionero por dos años en Argelia y en
Marruecos, y su Diario d’Algeria es
considerada la obra poética italiana más importante en ocasión de la Segunda
Guerra Mundial. Fue primero profesor y luego ha trabajado en la empresa Pirelli
y finalmente en la Mondadori. Sus poemas han sido reunidos en un tomo de la
colección Lo Specchio de la Mondadori, Tutte
le poesie (Mondadori, Milán, 1986). Son notables sus textos en prosa Letture preliminari (Liviana, 1973) y Gli immediati dintorni (Il Saggiatore,
1962 y 1983).