Patrizia
Cavalli
[Ensayo, selección y traducción de poemas de:
Pablo Anadón, El astro disperso.
Últimas transformaciones de la poesía en Italia (1971-2001)
Ediciones del
Copista, Col. “Fénix”, Córdoba, 2001,
Premio de Traducción
del Gobierno de Italia,
2a. edición, Editorial Brujas, Col. "Fénix", Córdoba, 2015]
La
insuficiencia de lo real
(Sobre
la poesía de Patrizia Cavalli)
La escritura de
Patrizia Cavalli ha partido de la siguiente constatación: “Mis poesías no
cambiarán el mundo”. De esta evidencia, que sirve de título entre irónico y
polémico a su primer libro, derivan varias consecuencias fundamentales para su
obra. En primer lugar, se asume la marginalidad de la poesía como un dato de
hecho, sin extraer de ello motivos de remordimiento ni de vergüenza ni de
vanidad, sin actitudes, al menos aparentes, de victimismo ni de rebelión. Tal
reconocimiento elimina de sus versos todo gesto extremo de antagonismo con el
mundo, ya sea en su versión romántica, como en la vanguardista, como en la de
un declarado compromiso político, y otorga a su palabra una cierta levedad y
libertad de vuelo: la de un insecto que zumba alrededor de todas las cabezas y
se posa en todos los objetos y todas las materias —desde las más desagradables
a las más preciosas— gracias a su misma ligereza e ‘insignificancia’, que
pareciera dejar intacto cuanto toca (impunidad de la que saca buen partido).
Una segunda
consecuencia, estrechamente ligada a la anterior, es que la escritura, no siendo
ya una actividad complementaria o mediadora o sustitutiva de la acción, se
presenta en Patrizia Cavalli como un modo de percibir y registrar una
determinada experiencia de vida, más allá —o más acá, como se prefiera— de la
esfera de la voluntad. Es decir, su poesía pretende menos actuar que tomar acto, y
menos ser fiel a lo que debe ser o lo
que se querría que fuese, que a lo
que por suerte o por desgracia es y ha sido: una poesía, pues, alimentada de
aquello que los días le han traído y le han arrancado a su autora, y que ésta
recoge sin otro designio que dar cuenta de que eso ha existido, tratar de
entenderlo y, probablemente, —como de aquella cucaracha en la cual representa,
en uno de sus poemas últimos, la adherencia de su individualidad— liberarse de
ello a través de su objetivación verbal.
Una tercera
consecuencia de aquella aserción del título del primer libro, y que se
desprende con claridad de lo anotado en los párrafos anteriores, es la importancia
acordada al yo y a la esfera de vivencia personal. La centralidad del sujeto,
constante en toda la obra de Cavalli —con un notable crescendo, sin embargo, de la presión espiritual de ciertas
obsesiones, proporcional al grado de profundidad alcanzado en su exploración—,
no se muestra, salvo excepciones, como resultado de la complacencia, sino por
el contrario de la necesidad de contrarrestar y hallar un equilibrio entre dos
tendencias opuestas: una insidiosa sensación de irrealidad e inconsistencia de
la propia vida, y una percepción exacerbada de sí, ya sea en un plano mental o
corporal, una autoconsciencia de efectos paralizantes, corrosivos, que puede
originar a su vez —los extremos se tocan— aquella persuasión de inexistencia,
como por ejemplo en el texto que cierra Le
mie poesie non cambieranno il mondo:
Poco de mí recuerdo
yo que he pensado siempre en mí.
Desaparezco
como un objeto
mirado demasiado tiempo.
La convivencia
forzada con el propio desdoblamiento en observado y observador llega incluso a
ser identificada con el mal (un mal ontológico, constitutivo, que halla
expiación en su mismo padecimiento), como leemos en una suerte de baudelaireano
héautòntimoroúmenos incluido en el
segundo libro de la poetisa, Il cielo (1981):
Ser los testigos de nosotros mismos,
siempre en la propia compañía,
nunca dejados solos, leves,
tener que oírse siempre, en todo
hecho físico químico mental,
es ésta la gran prueba,
es la expiación, esto es el mal.
El modo, pues, en
que la preeminencia del yo se presenta en la poesía de Patrizia Cavalli es
menos el de la confesión inerme o desafiante (como podemos encontrarla, por
ejemplo, en Dario Bellezza y en otros poetas de estos años) que el de un
balance crítico de lo que la existencia va acarreando consigo. De allí el tono
epigramático que caracteriza muchos de sus versos, por medio del cual el caso
individual es proyectado —implícita o explícitamente— a un plano general. El
supuesto sería que el yo no es sino un ejemplo azaroso de lo universal y que entonces
hablando de sí, a un cierto punto, se puede estar hablando de todos. Así lo
sostiene la poetisa en el lúcido poema “L’io singolare proprio mio” —una
especie de arte poética y vital, que dada su extensión no podemos incluir
aquí—, del cual toma nombre su tercer libro:
Si cuando hablo digo siempre yo
no es atención particular e insana
por mí misma, no es mera complacencia,
que en cambio yo me considero sólo
un ejemplo cualquiera de la especie,
por lo cual ese yo verbal no es más
que un yo gramatical.
E incluso si
este yo
fuese mi yo carnal, héme aquí aún
ejemplo, de verdad poco deseado, muy
mal logrado, del cuerpo primordial.
En este mismo texto
se ofrece un análisis de un rasgo de carácter, por así decir, un modo de
enfrentar los hechos de la vida, que describe a la vez perfectamente el modus operandi de la creación de
Cavalli, en su búsqueda de anidar lo ínfimo
en lo inmenso y de percibir, como a través de una lente de aumento, lo general
en lo particular (aunque no siempre los poemas superen la ocurrencia fortuita
que los ha originado):
...el juicio muy impresionable
siempre dispuesto a ser enmarañado
por cada momentánea sensación,
que no discierne espacio o duración
y le ofrece sus medios y sus méritos,
la convierte en patrona incontrastable
y se reduce a servitud,
pero un siervo molesto que no acepta
pasividad, sino que sirve con furor
[...] y no halla paz hasta que no transforma
casualidad en juicio universal.
A pesar de la
insistencia en ciertos tópicos personales (que la autora reconoce con buena
dosis de ironía: “Enferma y mal nacida / al fin de cuenta digo / siempre las
mismas cosas”), no es una poesía donde lo que va más allá de los límites de la
individualidad se muestre sólo como ausencia, ni sea tampoco estilizado en
cifra o proyección de la interioridad. Por el contrario, el mundo circundante,
que es sobre todo el tiempo y los espacios de la gran ciudad (la Roma de las
últimas décadas), es una presencia acuciante y vívida que puebla los poemas con
sus rostros fugaces, sus cuartos anónimos y transitorios, los mercados callejeros
(la poetisa vive a unos pasos del mercado de Piazza dei Fiori), los puentes y
los plátanos del Tíber, un asombro de cielo recortado entre aristas, el tráfico
y la multitud en el día, las fogatas en las esquinas solitarias durante las
noches de invierno (y alrededor las manos y las voces de las mujeres que
esperan), y, en fin, esa atmósfera incierta entre metrópolis cosmopolita y
ciudad de provincia que caracteriza a la capital italiana. Hay una atención
minuciosa por lo cotidiano, tanto en sus circunstancia —cuyos indicios
contextuales son claros— cuanto en el lenguaje, que tiende a un nivel medio, de
una medida fluencia coloquial.
Tal fluidez
conversacional en el primer libro está escandida por versos breves y aéreos, en
composiciones igualmente breves y leves, con una acentuación cantabile y rimas administradas con una
desenvoltura que parece ingenua y es a menudo irónica (del tipo de “Andrò dai
miei amici andrò a cena / consolerò così la mia pena”). Esta clase de
anotaciones a vuelo de lápiz (semejantes, a veces, a ingeniosos graffitti) persisten en los dos libros
siguientes, pero a partir de Il cielo (1981),
y sobre todo en L’io singolare proprio
mio (1992), son acompañadas por textos de una complejidad formal —y
espiritual— mucho mayor. La métrica no es fija, pero tiende a predominar cada
vez más el endecasílabo, incluso a lo largo de todo un poema (o alternándose
con heptasílabos, eneasílabos, alejandrinos...). De la rima (así como de otras
figuras iterativas, particularmente la aliteración) se sigue haciendo un uso
asiduo y eficaz. La habilidad técnica, sin embargo, que la poetisa
indudablemente posee, no está dirigida a obtener efectos de virtuosismo
poético, sino a encauzar y sostener la naturalidad de la voz. El realismo
esencial de esta poesía, ya sea que oscile hacia la ironía o la emotividad, no
concede demasiado espacio a la metáfora —que implica siempre una entrega a ese
vértigo o ebriedad ante cuyos límites
la autora se detiene, entre temerosa y fascinada—: predomina, en cambio, la
comparación, que pone en contacto realidades diversas, que se iluminan
mutuamente, pero sin perder sus respectivas identidades.
Una característica
medular en la obra de Patrizia Cavalli es una lucha —una agonía— entre dos
fuerzas que se disputan el dominio del ‘cuerpo’ y el ‘alma’ del poema, dos
tendencias que a falta de mejores términos podríamos llamar de apertura y
retracción ante el mundo. Tormentos como los de los erizos, aquellos de la
fábula de Schopenhauer, recorren esta poesía. Hay en ella un ansia muy aguda
por salir de la clausura de la individualidad, de la conciencia-testigo que
divide y distancia; cuando esa liberación se logra, tal vez en el amor o en un
rapto de asombro en el que la mirada se funde con lo mirado, la poetisa llega a
hablar de “salvación”, y siente que la realidad está hecha de la misma
sustancia que su interioridad (por ejemplo, en los poemas que comienzan “Fuera
de mí, pura de mí, en amor...” y “Ciertos días, cuando el cielo se acerca...”).
En estos casos, la voz poética tiende a abrirse y levantarse en exclamación, el
verso se aligera, anhela el lirismo. Pero no siempre el lirismo logra ganar
altura: allí están las espinas, propias o ajenas, que hacen huir el aire de la
levedad en un irónico chirrido... “Estos poemas —ha señalado Alfonso
Berardinelli a propósito de Il cielo—
están siempre amenazados por un desequilibrio radical, el de la insuficiencia”
(Incognita, marzo 1982). La
insuficiencia de lo real: tal es la principal espina en el corazón de la poesía
de Patrizia Cavalli.
Lo que era,
entonces, liberación, promesa de felicidad, se vuelve desencanto, desconfianza
incluso de lo que podía ofrecer la “salvación”. “Quien se enamora del cielo
quiere desaparecer, dejar de ser testigo de sí mismo”, observaba también
Berardinelli. Tan sólo que también allí, en el cielo, el desengaño llega a
descubrir un espejo de la desesperanza, y en el objeto de su amor la enamorada
renueva la condena de ser testigo de sí:
¡Maldito sea, ese festín de nubes,
cielo saciado! Y era precisamente allí
en lo alto que debía cumplirse mi reflejo,
en la impalpable mutación
debía producirse la procesión de males.
Mis ojos siempre miran hacia el cielo,
incluso por la noche, para ver
la amenaza visible, densa, oscura.
Pero a menudo ven azules
tan vastos que avergüenzan
de la sospecha. Y, sin embargo, sé
por el latido de mi corazón
lo que se oculta tras el esplendor,
cómo la luz en un instante
será ganada por el blanco opaco,
la triunfal corpulencia de una nube,
y cómo el cielo nuevamente
evocará la ciénaga.
¿Cuál de los polos
predomina en esta oscilación de péndulo entre apertura lírica y retracción
crítica ante el mundo? Poniendo todo en la balanza, en una consideración de la
obra en conjunto, se diría que el segundo —que es, por cierto,
nietszcheanamente hablando, lo que más pesa—. Pero hay algo que desconcierta el vaivén del mecanismo: el
pensamiento de la muerte. La muerte, que es la insuficiencia de lo existente
por antonomasia, revierte los términos del problema: la percepción de la
precariedad ya no ocasiona el desencanto y el consiguiente alejamiento y
clausura del sujeto, sino que de ella (vivida, por ejemplo, como imaginación de
la muerte de una persona querida, en el poema que comienza “Ah sí, para tu
desgracia...”) surge la más ferviente y lúcida adhesión a un ser y a sus limitaciones,
el amor, pues, por la fragilidad y la infinitud de lo que debe morir.
P. A.
*
Patrizia Cavalli
Poesie / Poemas
Qualcuno
mi ha detto...
Qualcuno mi ha detto
che certo le mie poesie
non cambieranno il mondo.
Io rispondo che certo sí
le mie poesie
non cambieranno il mondo.
[Le mie
poesie non cambieranno il mondo, 1974]
*
Alguien
me ha dicho...
Alguien me ha dicho
que por cierto mis
poemas
no cambiarán el
mundo.
Yo respondo que por
cierto sí
mis poemas
no cambiarán el
mundo.
[Mis poemas no cambiarán el mundo, 1974]
*
Né
morte né pazzia mi prenderà...
Né morte né pazzia mi prenderà:
un tremore delle vene forse
un’acuta risata, un ingorgo
del sangue, un’ebbrezza
limitata.
[Le mie
poesie non cambieranno il mondo, 1974]
*
Ni
muerte ni locura...
Ni muerte ni locura
me atraparán: tal
vez
un temblor en las
venas,
una risa aguda, un
coágulo
en la sangre, una
breve ebriedad.
[Mis poemas no cambiarán el mundo, 1974]
*
Stupita cercavo le ragioni...
Stupita cercavo le ragioni
di quel sogno che fu piacere di
baci.
Ma presto giunse il mio rivale
di tutte le notti il mio rivale
e senza sforzo come cosa sua
sottrasse a me
la rara prigioniera.
[Le mie
poesie non cambieranno il mondo, 1974]
*
Asombrada
buscaba la razón...
Asombrada buscaba la
razón
de ese sueño que fue
placer de besos.
Pero pronto llegó mi
contrincante
de cada noche mi
rival
y sin esfuerzo
como una cosa suya
me sustrajo la rara
prisionera.
[Mis poemas no cambiarán el mundo, 1974]
*
Seguita
la vita come prima...
Seguita la vita come prima
con gente in piedi, seduta,
e che cammina.
[Le mie
poesie non cambieranno il mondo, 1974]
*
Lo
mismo que antes...
Lo mismo que antes
sigue la vida,
gente de pie,
sentada,
y que camina.
[Mis poemas no cambiarán el mundo, 1974]
*
Anche
quando sembra che la giornata...
Anche quando sembra che la
giornata
sia passata come un’ala di
rondine,
come una manciata di polvere
gettata e che non è possibile
raccogliere e la descrizione
il racconto non trovano
necessità
né ascolto, c’è sempre una
parola
una paroletta da dire
magari per dire
che non c’è niente da dire.
[Le mie
poesie non cambieranno il mondo, 1974]
*
Incluso
cuando el día...
Incluso cuando el
día
parece haber pasado
como un ala
de golondrina, igual
que un puñado de
polvo ya arrojado
y ya imposible de
recuperar,
cuando la
descripción, el relato, no encuentran
necesidad ni oyente,
quedará siempre una
palabra,
queda una palabrita
por decir,
quizá para decir
que ya no queda nada
que decir.
[Mis poemas no cambiarán el mundo, 1974]
*
Poco di
me ricordo...
Poco di me ricordo
io che a me sempre ho pensato.
Mi scompaio come l’oggetto
troppo a lungo guardato.
Ritornerò a dire
la mia luminosa scomparsa.
[Le mie
poesie non cambieranno il mondo, 1974]
*
Poco
de mí recuerdo...
Poco de mí recuerdo
yo que he pensado
siempre en mí.
Desaparezco
como un objeto
mirado demasiado
tiempo.
Retornaré para decir
mi luminosa
desaparición.
[Mis poemas no cambiarán el mundo, 1974]
*
Ah, sì,
per tua disgrazia...
Ah, sí, per tua disgrazia,
invece di partire
sono rimasta a letto.
Io sola padrona della casa
ho chiuso la porta
ho tirato le tende.
E fuori i quattro canarini
ingabbiati sembravano quattro
foreste
e le quattromila voci dei
risvegli
confuse dal ritorno della luce.
Ma al di là della porta
nei corridoi bui, nelle stanze
quasi vuote che catturano
i suoni piú lontani
y passi miserabili di languidi
ritorni
a casa, si accendevano nascite
e pericoli, si consumavano
morti losche e indifferenti.
E cosa credi che io non t’abbia
visto
morire dietro un angolo
con il bicchieri che ti cadeva
dalle mani
il collo rosso e gonfio
vergognandoti un poco
per essere stata sorpresa
ancora una volta
dopo tanto tempo
nella stessa posizione nella
stessa condizione
pallida tremante piena di
scuse?
Ma se poi penso veramente alla
tua morte
in quale letto d’ospedale o
casa o albergo,
in quale strada, magari in aria
o in una galleria; ai tuoi
occhi che cedono
sotto l’invasione, all’estrema
terribile bugia
con la quale vorrai respingere
l’attacco
o l’infiltrazione, al tuo
sangue pulsare indeciso
e forsennato nell’ultima
immensa visione
di un insetto di passaggio, di
una piega di lenzuolo,
di un sasso o di una ruota
che ti sopravviveranno,
allora come faccio a lasciarti
andar via?
[Il cielo,
1981]
*
Ah
sí, para tu desgracia...
Ah sí, para tu
desgracia,
en vez de irme
me he quedado en
cama.
Yo sola dueña de la
casa
he cerrado la
puerta,
he corrido las
cortinas.
Y los cuatro
canarios enjaulados
parecían, afuera,
cuatro bosques
y las cuatro mil
voces del despertar, confusas
por el regreso de la
luz.
Pero del otro lado
de la puerta,
en corredores
negros, en los cuartos
casi vacíos que
capturan
en ecos los sonidos
más lejanos,
los pasos miserables
de lánguidos retornos
a casa, se encendían
nacimientos
y riesgos, sucedían
muertes
oscuras,
indiferentes.
Y acaso crees que yo
no te he visto
morir oculta en un
rincón,
el vaso vacilante
entre las manos,
el cuello rojo,
hinchado,
un poco
avergonzándote
de haber sido
encontrada
una vez más
después de tanto
tiempo
en esa misma
posición,
en esa misma
condición,
pálida temblorosa
borboteando disculpas.
Pero si luego pienso
de verdad en tu muerte,
en qué cama de
hospital, casa u hotel,
en qué calle o
quizás en un avión
o en un túnel; si
pienso
en tus ojos que
ceden
a la invasión, en la
terrible y última mentira
con que pretenderás
resistir al ataque
o infiltración; si
pienso
en el latido
incierto de tu sangre
demente en la visión
final, inmensa
de un insecto que
pasa, de un pliegue de la sábana,
de una piedra o una
rueda
que te sobrevivirán,
¿entonces cómo puedo
dejar que te vayas?
[El cielo, 1981]
*
Quando
si è colti all’improvviso da salute...
Quando si è colti
all’improvviso da salute
lo sguardo non inciampa, non
resta appiccicato,
ma lievemente si incanta sulle
cose ferme
e sul fermento e le immagini
sono risucchiate
e scivolano dentro
come nel gatto che socchiudendo
gli occhi mi saluta.
I rumori si sciolgono: i gridi
e le sirene
semplicemente sono. La
tessitura sgranata
degli odori riporta ogni
lontananza
e la memoria, inventando i suoni,
fa cantare
alla voce una canzone che
avanza
fra il traffico e le spinte.
E certo noi eravamo nati
per questa consonanza.
Ma vivendo in città c’è sempre
qua e là una qualche improvvisa
puzza
di fritto che ti rimanda a
casa.
[Il cielo,
1981]
*
Cuando
de pronto nos atrapa...
Cuando de pronto nos
atrapa
un rapto de salud,
ya la mirada
no tropieza, no
queda pegoteada,
sino que levemente
se encanta en los objetos
fijos y en el
fermento y las imágenes
son succionadas, se
deslizan
hacia adentro
como en el gato que
entrecierra los ojos saludándome.
Los ruidos se
disgregan: los gritos y sirenas
sencillamente están.
La trama
harapienta de olores
acerca todas las
distancias
y la memoria inventa
los sonidos,
logra que la voz
cante una canción
que avanza entre la
multitud y el tráfico.
Y por cierto que
habíamos nacido
para esta
consonancia.
Pero viviendo en la
ciudad hay siempre
aquí y allá un
inesperado
hedor de frito
que te devuelve a
casa.
[El cielo, 1981]
*
La
pioggia mi riporta...
La pioggia mi riporta
i pezzi dispersi
degli amici, spinge in basso i
voli
troppo alti, dà lentezza alle
fughe e chiude
al di qua delle finestre
finalmente
il tempo.
[Il
cielo, 1981]
*
La lluvia me devuelve...
La lluvia me
devuelve
los pedazos perdidos
de los amigos, trae
hacia el suelo los
vuelos
demasiado elevados,
da lentitud a las
huidas
y finalmente
encierra de este lado
de los vidrios, el
tiempo.
[El cielo, 1981]
*
Fra
tutte le distanze la migliore possibile...
Fra tutte le distanze la
migliore possibile
è quella di un tavolo di
normale grandezza,
di ristorante per esempio o di
cucina,
dove possibilmente io possa
raggiungerti
ma in verità non lo farò.
E fuori la stessa luce di ieri,
lo stesso azzurro
aprono altre distanze
e chiedo alla gentilezza delle
nuvole
di intervenire, meglio grigie
che bianche,
per svelare l’imbroglio degli
azzurri
che fingono la grandezza,
fingono l’infinito,
la luce effimera — la ladra.
[Il cielo,
1981]
*
De
todas las distancias la mejor...
De todas las
distancias la mejor posible
es la de una mesa de
normales medidas,
de restaurante, por
ejemplo, o de cocina,
en donde yo pudiera
tocarte con mi mano
—pero realmente no
lo haría—. Afuera,
la misma luz de
ayer, el mismo azul
abren otras
distancias
y a las nubes
gentiles yo les pido
que intervengan,
mejor grises que blancas,
para desentrañar los
engaños azules
que fingen la
grandeza, fingen el infinito,
la luz furtiva —esa
ladrona.
[El
cielo, 1981]
*
Ti odio
perché non ti amo piú...
Ti odio perché non ti amo piú,
perché non posso perdonarti
di non riuscire piú ad amarti.
[Il cielo,
1981]
*
Te
odio porque ya no te amo...
Te odio porque ya no
te amo,
porque no puedo
perdonarte
ya no poder amarte.
[El cielo, 1981]
*
Certi
giorni quando il cielo s’abassa...
Certi giorni quando il cielo
s’abassa
e esco magari per fare la spesa
al mercato io trovo il cerchio
caldo
della piazza, dove la luce non
vola
ma devota s’acquatta in ogni
oggetto
per rivelarne l’intimo colore.
Cerchio amoroso che impasta
insieme il tempo
e la distanza, una melassa densa
cosí simile alla pasta del mio
cuore
che io neanche entro, sono già
dentro.
[L’io
singolare proprio mio, Poesie, 1992]
*
Ciertos
días, cuando el cielo se acerca...
Ciertos días, cuando
el cielo se acerca
y tal vez salgo a
hacer las compras
en el mercado,
encuentro el cálido
círculo de la plaza:
allí la luz no
vuela,
devota se agazapa en
cada objeto
a revelar su íntimo
color...
Aro de amor donde se
mezcla el tiempo
y la distancia, una
melaza densa
tan parecida a la
sustancia de mi corazón
que ni siquiera
entro, ya estoy dentro.
[El yo singular propiamente mío, Poemas, 1992]
*
Fuori
di me in amore, pura di me stessa...
Fuori di me in amore, pura di
me stessa,
necessità veloce, è questa la
salvezza.
[L’io
singolare proprio mio, Poesie, 1992]
*
Fuera
de mí, pura de mí, en amor...
Fuera de mí, pura de
mí, en amor,
necesidad veloz,
esta es la salvación.
[El yo singular propiamente mío, Poemas, 1992]
*
Non
dipende da me...
Non dipende da me
riconosco che non dipende da
me.
Dipendesse da me
sarei in felice completa
dipendenza.
[L’io
singolare proprio mio, Poesie, 1992]
*
No
depende de mí...
No depende de mí,
reconozco que no
depende de mí.
Si dependiera de mí,
viviría en feliz,
completa dependencia.
[El yo singular propiamente mío, Poemas, 1992]
*
Solo a
sentire un verbo...
Solo a sentire un verbo
che mi sembri vero
sento corrermi il sangue
alla salvezza. Come tornare a
casa
e ritrovare pietosa freschezza
di lenzuola.
[L’io
singolare proprio mio, Poesie, 1992]
*
Tan
sólo de escuchar un verbo...
Tan sólo de escuchar
un verbo
que me parezca
verdadero
siento correr la
sangre
hacia la salvación.
Como volver a casa y
reencontrar
la piadosa frescura
de las sábanas.
[El yo singular propiamente mío, Poemas, 1992]
*
Mi si
incaglia il respiro nel tuo viso...
Mi si incaglia il respiro nel
tuo viso,
asma del mio dormiveglia.
Che io respiri finalmente
sveglia!
[L’io
singolare proprio mio, Poesie, 1992]
*
Encalla
mi respiración...
Encalla mi
respiración
en tu rostro, asma
de mi duermevela.
¡Que al fin respire
de una vez despierta!
[El yo singular propiamente mío, Poemas, 1992]
*
Ah
smetti sedia di esser cosí sedia!
Ah smetti sedia di esser cosí
sedia!
E voi, libri, non siate cosí
libri!
Come le metti stanno, le
giacche abbandonate.
Troppa materia, troppa
identità.
Tutti padroni della propria
forma.
Sono. Sono quel che sono.
Solitari.
E io li vedo a uno a uno
separati
e ferma anch’io faccio da
piazzetta
a questi oggetti fermi, soli,
raggelati.
Ci vuole molta ariosa
tenerezza,
una fretta pietosa che muova e
che confonda
queste forme padrone sempre
uguali, perché
non è vero che si torna, non si
ritorna
al ventre, si parte solamente,
si diventa singolari.
[L’io
singolare proprio mio, Poesie, 1992]
*
¡Ah,
silla, deja un poco de ser silla!...
¡Ah, silla, deja un
poco de ser silla!
¡Y ustedes, libros,
dejen de ser tan libros!
Como los pones
quedan, sacos abandonados.
Demasiada materia,
demasiada identidad.
Y todos dueños de su
propia forma.
Son. Son lo que son.
A solas.
Y yo los veo uno a
uno aislados
e inmóvil también yo
sirvo de plazoleta
a estos objetos
quietos y solos, congelados.
Hay que tener mucha
ternura.
una prisa piadosa
que mueva y que confunda
estas formas señoras
siempre iguales,
porque no es cierto
que se vuelve,
no se retorna al
vientre, solamente
se parte, nos
hacemos singulares.
[El yo singular propiamente mío, Poemas, 1992]
*
Era
questa la madre che volevo...
Era questa la madre che volevo,
scura e malinconica
lontana dal mondo
ansiosa.
Parla poco e si mangia le
parole.
Cada qualche volta e si rialza
in fretta.
Era questa la madre che volevo,
scura dolorosa
zoppa
e ho lottato contro le sorelle
ho distrutto i fratelli
perché era questa la madre che
volevo,
volenterosa ampia chiusa
prigioniera.
Non volevo altra madre che
questa,
capelli mal cresciuti che non
trovano
forma né pace, la copia
trasandata
di se stessa, sfatta di
dolcezza,
l’unico lusso era la sua fuga
davanti allo specchio
mentre si vestiva.
Davanti allo specchio mentre si
vestiva
lo sguardo le si divaricava
perduto in una immagine futura,
la prima ladra in lei
riconoscevo
che mi rubava l’immagine sicura
e la portava fuori e regalava
quello che solo mio essere
doveva.
[L’io
singolare proprio mio, Poesie, 1992]
*
Era
esta la madre que quería...
Era esta la madre
que quería,
oscura y melancólica
lejana del mundo
ansiosa.
Habla poco y se come
las palabras.
Se cae a veces, se
levanta rápido.
Era esta la madre
que quería,
oscura dolorosa
renga:
con mis hermanas he
peleado
a mis hermanos he
destruido
porque esta era la
madre que quería,
voluntariosa amplia
encerrada prisionera.
Sólo quería esta
madre,
cabellos mal
crecidos que no encuentran
forma ni paz, la
copia descuidada
de sí misma,
deshecha de dulzura,
único lujo era su
fuga
ante el espejo
mientras se vestía.
Ante el espejo mientras
se vestía
se dividía su mirada
perdida en una
imagen del futuro,
reconocía en ella la
primera ladrona
que me robaba la
imagen segura
y la llevaba afuera
y regalaba
lo que tan sólo mío
debió ser.
[El yo singular propio mío, Poemas, 1992]
Versiones de Pablo Anadón
*
Patrizia Cavalli nació en Todi (Umbría), en 1949. Vive en Roma desde 1968, licenciándose en Filosofía en la Universidad de Roma. Ha publicado los libros de poemas Le mie poesie non cambieranno il mondo (Einaudi, Turín, 1974), Il cielo (Einaudi, 1981) y Poesie. 1974-1992 (Einaudi, 1992), donde se reúnen los libros anteriores más un tercer conjunto titulado L’io singolare proprio mio. Ha realizado traducciones de obras de teatro (el Anfitrión de Molière, La Tempestad y Sueño de una noche de verano de Shakespeare) y ha colaborado con la Rai con dos obras de radioteatro: La bella addormentata (1975) e Il guardiano dei porci (1977). Es autora asimismo de los textos narrativos Arrivederci addio (en Il pozzo segreto, al cuidado de M. R. Cutrufelli, Giunti, Florencia, 1993) y Ritratto (en Narratori delle riserve, al cuidado de G. Celati, Einaudi, 1992).