domingo, 31 de marzo de 2013


George Steiner

Escuelas de lectura 




La posibilidad de crear “escuelas de lectura creativa” es una idea que siempre me acompaña (“escuela” es una palabra demasiado pretenciosa: una habitación silenciosa y una mesa bastarán). Tendremos que empezar por el nivel de integridad material más sencillo y, por lo tanto, más preciso. Debemos aprender a analizar frases y la gramática de nuestro texto, porque, como Roman Jakobson nos ha enseñado, no es posible acceder a la gramática de la poesía, al nervio y a la energía del poema, si permanecemos ciegos a la poesía de la gramática. Tendremos que volver a aprender la métrica y aquellas reglas de escansión que eran familiares para los escolares ilustrados de la época victoriana. Tendremos que hacerlo no por pedantería, sino por el hecho abrumador de que en toda poesía, y en una gran proporción de obras en prosa, el metro es la música que controla el pensamiento y la sensibilidad. Tendremos que despertar los entumecidos músculos de la memoria, redescubrir en nuestros vulgares yos los enormes recursos de memorización precisa, y el placer que procuran los textos que hemos alojado para siempre en nuestro interior. Buscaremos aquellos rudimentos de reconocimiento mitológico y escritural, de recuerdo histórico compartido, sin los cuales es casi imposible ─salvo con el apoyo constante de notas a pie de página cada vez más elaboradas─ leer correctamente una línea de Chaucer, de Milton, de Goethe o, para dar un ejemplo deliberadamente modernista, de Mandelstam (uno de los maestros del eco).


[De: George Steiner, “El lector infrecuente”, en Pasión intacta. Ensayos 1978-1995, Ediciones Siruela, Madrid, 1997, págs. 43-44.]