domingo, 31 de mayo de 2020



Boris Pasternak

Calma





Calma

El sol teje su luz en todo el bosque.
Una estela de polvo es cada rayo.
Dicen que por aquí se asoma el alce
En la bifurcación de los senderos.

Hay silencio en el bosque y hay sosiego,
Como si no estuviera, en el recóndito
Valle, embrujada por el sol la vida,
Sino por un motivo diferente.

En realidad, no demasiado lejos,
La hembra del alce va entre la maleza
Y la arboleda la contempla absorta:
Es por eso que el bosque está tan calmo.

La hembra come los brotes silvestres;
Se oye un sordo crujido cuando roe
Los gajos tiernos, y le roza el lomo
La bellota que oscila en una rama.

La hierba de San Juan, la melampira,
La margarita, el epilobio, el cardo,
En el embrujo del encantamiento,
La espían a través de los arbustos.

En todo el bosque tan sólo el arroyo
En el barranco, pleno de armonía,
Repite, en voz sonora o apagada,
Este acontecimiento extraordinario.

Resuena en la garganta de los bosques
Y llega en ecos al aserradero:
Pareciera que quiere decir algo,
Acaso, casi con lenguaje humano.

Boris Pasternak

[Versión de P. A.]

*

Тишина

Пронизан солнцем лес насквозь.
Лучи стоят столбами пыли.
Отсюда, уверяют, лось
Выходит на дорог развилье.

В лесу молчанье, тишина,
Как будто жизнь в глухой лощине
Не солнцем заворожена,
А по совсем другой причине.

Действительно, невдалеке
Средь заросли стоит лосиха.
Пред ней деревья в столбняке.
Вот отчего в лесу так тихо.

Лосиха ест лесной подсед,
Хрустя обгладывает молодь.
Задевши за ее хребет,
Болтается на ветке желудь.

Иван-да-марья, зверобой,
Ромашка, иван-чай, татарник,
Опутанные ворожбой,
Глазеют, обступив кустарник.

Во всем лесу один ручей
В овраге, полном благозвучья,
Твердит то тише, то звончей
Про этот небывалый случай.

Звеня на всю лесную падь
И оглашая лесосеку,
Он что-то хочет рассказать
Почти словами человека.

Борис Пастернак

viernes, 15 de mayo de 2020



Mario Perone

Dos poemas




Hace una semana murió Mario Perone (San Justo, Santa Fe, 29 de julio, 1929 – Rosario, Santa Fe, 8 de mayo, 2020), uno de esos casos de autores “raros”, “escondidos”, en la poesía argentina. Supongo que en Rosario, donde vivía, habrá sido bien conocido, pero al menos yo recién me enteré de su existencia y de su poesía hace unos pocos años, gracias a Facebook, donde leí sus poemas y sus agudas observaciones y meditaciones sobre la vida cotidiana. En su escritura poética coexisten los poemas en medidos versos libres y en sonetos de tono expresivo natural y sentida reflexión existencial. Que yo sepa, no publicó ningún libro, y me habría alegrado mucho editar en la colección “Fénix” una antología de su obra poética y de su prosa aforística. Publiqué, sí, una selección de poemas en el número 28-29 de la revista, en julio de 2017, para la cual me envió la siguiente brevísima noticia biobibliográfica: “Escritor aficionado desde la adolescencia, realizó estudios incompletos de Arquitectura en Rosario, fue colaborador en el Suplemento Literario de La Capital y asiduo autor de “Contratapas” en Rosario 12. Ha obtenido numerosos premios en concursos de poesía de todo el país.” Para mi tristeza, el ejemplar de la revista que le envió la editorial por correo nunca llegó a sus manos. Aquí un par de aquellos hermosos poemas, entrañables como su autor, incluidos en el número de Fénix.


Mi mano elige...

mi mano elige
una indiferente tiza blanca
traza en el seco suelo duro
alrededor de mi sombra
un círculo perfecto

desde entonces
―exactamente desde mi nacimiento―
espero que alguien
o algo
―ángel
casualidad
tormenta
destino
objeto
imagen
recuerdo
sueño
persona―
o tal vez sólo tiempo
se decida a prestarme su ayuda
para escapar
de aquí

*

Sueño

1

Sueño. Suelo sentir que estoy soñando,
que te sueño sentada en la penumbra
y esa lámpara frágil que te alumbra
tu perfil va esfumando.

También suelo esperar. Sigo esperando.
Mi cara a tu mirada se acostumbra,
mi cuerpo en tu reflejo se deslumbra
y tu voz va callando.

Y sueño que mi brazo no te alcanza
y corres hacia la desesperanza
y mi amor no te toca.

Sueño pequeño, sueño desolado,
sus cosas son las cosas del pasado
pero no se equivoca.


2

Ese viento de ayer vendrá mañana,
arrastrará las hojas que han caído,
las que hoy están cayendo y las que han sido
sólo un fugaz reflejo en mi ventana.

La eternidad del viento, su liviana,
temible y alta fuerza no ha perdido
su mágico dominio. Su bramido
castiga la endeblez de mi persiana.

Viento y tiempo. Misterios semejantes,
barren todo: cenizas y diamantes,
y mutan la esperanza en desconcierto.

La eternidad sólo a ellos pertenece.
A su paso, el pájaro enmudece.
Lo que ayer fue inmortal, hoy está muerto.


Mario Perone

lunes, 11 de mayo de 2020



Baldomero Fernández Moreno

Los peones






Los peones

No bien salen del antro turbio de la cocina
se pierden en la noche con grave pesadumbre
camino a los galpones, y se los adivina
del popular “Brasil” a la rojiza lumbre.

Y caen en sus yacijas, sin sueños ni oraciones,
en el cuerpo pegados polvo y briznas del día.
En torno dan su tufo acre las guarniciones
y yergue su esqueleto la maquinaria fría.

Duermen en pobres catres, con almohadas sin funda,
entre cobijas rotas y pellones de oveja,
una alpargata cerca y la otra errabunda,
y pendiente de un clavo alguna pilcha vieja.

Aquel que tiene cuarto por ser un peón viejo
lo adorna con retratos y estampas caprichosas,
una cola de vaca y un pedazo de espejo,
un fonógrafo verde y muchas otras cosas.

Visten con abandono, con nómada desgano,
camisetas, bombachas, al cinto faja o piola,
sombreros heteróclitos, lo que tengan a mano,
desde el chambergo criollo a la boina española.

Un relojito suelen traer en los bolsillos,
pero generalmente, sobre el desgarro gris,
sólo brillan los cabos simples de los cuchillos
y los dientes con rústica limpieza de maíz.

Los feriados conciertan con otras peonadas
rudos e interminables partidos de fútbol;
se pechan como toros, ruedan en oleadas,
las hierbas malheridas dan su perfume al sol.

En sus gambronas nuevas sudan a grandes gotas,
y a pie desnudo enfilan la pelota hacia el arco:
un par de damajuanas, si no dos tiesas botas…
La pampa y los patrones suelen servir de marco.

Cuando cae una linda sirvienta ciudadana
se entreveran de guiños, y entonces hay que ver
cómo, momentos antes de sonar la campana,
se acicalan un poco para ir a comer.

Cuelgan un espejito de un poste de quebracho,
y acabado el guisote, en la mesa de codos,
se quedan taciturnos, las horas, bajo el gacho,
mientras la forastera coquetea con todos.

Hay uno, como este que dicen Juan Cantera,
cortado de los otros, cambado y cabizbajo,
que al morir de una tarde se acercó a la tranquera
y con buenas palabras solicitó trabajo.

Dijo que padecía algo de reumatismo
y que por esa causa se encontraba sin medios,
y que se quedaría, todo le era lo mismo,
sólo por el puchero, la pieza y los remedios.

El negrito Morales fue vendedor de diarios
y una noche de perros cayó a la policía.
Vagó de pueblo en pueblo, ensayó oficios varios,
y hoy su sonrisa alegra la cocina baldía.

Trabajó en el invierno en el tambo vecino,
el barro a media pierna, amén del madrugón,
echó después el resto en la trilla del lino
y aun le faltan dos años para la conscripción.

Y el Francés, que se ha roto veinte veces los huesos
y que es un lamentable nudo de arriba abajo;
y Domingo, que un día heredó algunos pesos,
pero quiere vivir sólo de su trabajo.

Y Martín, que maneja como ninguno el hacha,
y se llena de brazos tumbando un algarrobo;
y Jacinto, que tiembla cuando ve una muchacha,
para los unos, vivo; para los otros, bobo.

Ayer se despidieron los dos checoeslovacos
y hoy los hemos traído en auto a Chascomús,
gigantescos, macizos, en el hombro los sacos,
y un flequillo de paja sobre el casi testuz.

Hemos cenado juntos en lo de Barreneche,
con las manos cuadradas que juntaron la mies;
los dejé en el andén entre tarros de leche…
Formábamos un grupo muy curioso los tres.

Columnas de peones de infinitas estancias,
músculos esculpidos, sin un grumo de grasa,
hombrones que conservan infantiles fragancias,
muchos sin un recuerdo siquiera de su casa.

Hoscos analfabetos, cansancios en cuclillas,
esfinges del alambre, sombras del corredor:
a pesar de guitarras, pañuelos y bombillas,
yo conozco, peones, todo vuestro dolor.

Baldomero Fernández Moreno

[De Buenos Aires / Ciudad, pueblo, campo,
Editorial Kraft, Buenos Aires, 1941]