miércoles, 18 de mayo de 2011

ALEJANDRO NICOTRA

LAS AVENIDAS


[A. N. hacia la época de publicación
de Puertas apagadas. Foto de J. C. Chávez]

 Me envía mi padre, para ver qué opino, una nueva versión del poema “Las avenidas”, publicado originariamente en su libro Puertas apagadas (Ediciones La Ventana, Rosario, 1976) y luego eliminado del mismo, según su costumbre de corregir, reordenar y a menudo descartar textos y partes completas de sus poemarios (cuando no los enteros libros, como es el caso de los volúmenes anteriores a Puertas apagadas). Antes de que se arrepienta de esta versión revisada del intenso poema, lo publico aquí, y con él celebro tardíamente los ochenta años de una vida dedicada con honda, sapiente, fervorosa y solitaria entrega a la poesía.



LAS AVENIDAS



Las avenidas
silenciosas bajo los árboles y la luz de mercurio,
a las tres de la madrugada,
extienden el espacio de un poema
donde los pies monótonos
van midiendo la soledad y el cansancio.


Despiertas por tus pasos,
quizá te evoquen las imágenes del amor
en el susurro de las hojas
o en la cabellera más alta de la noche,
inclinada, a esa hora, hacia el reposo y el sueño,


o quizá sólo muestren
el desierto de asfalto,
con lámparas que alumbran el vacío
y árboles desterrados a su nada.


Las avenidas
igual se tienden a lo lejos,
más allá de tu casa,
hacia los límites de la ciudad, en donde
comienza el sitio de las sombras.


*


Ciudades,
avenidas perdidas en la madrugada
─ojos fijos, desiertos, árboles cabeceantes─,
avenidas
donde unos pasos buscan, vagamente,
algún cuarto en que dormir la soledad.


(Frente al café,
la plaza vela sus espacios
y alguien sale a la noche
sin otro rumbo que el azar de las calles,
dédalo de todos y de nadie.)


Ciudades,
edificios de ventanas dormidas
y puertas apagadas,
avenidas en las que lleva el viento
los fantasmas del polvo pálido del asfalto.


(En las luces del centro,
unas máscaras últimas ríen y se abrazan,
ronda la policía,
los semáforos guiñan –rojo –verde,
y unos papeles huyen
con su noticia indescifrada.)


*


Tal vez
una ventana sobre un río,
con las luces de la ciudad en el agua,
o las avenidas
en las noches de marzo o de noviembre
(cuando algo comienza o algo termina),
lugares que lleves por el tiempo
y que, tal vez, pudieran entregar a la página
lo que en ellos quería ser,
destino.


(Lo que fue y no sabrás nunca del todo,
inclinado sobre sus figuras
de reflejos y ondas, de árboles y pavimento,
y lo que es aún, el poema que escribes,
derivando hacia el alba.)


Sí, lugares que lleves por el tiempo,
ciudades como páginas
que nadie ha de leer,
avenidas nocturnas de marzo o de noviembre,
cuando algo comienza o
algo termina.


 
ALEJANDRO NICOTRA

viernes, 13 de mayo de 2011

T. S. ELIOT

La figlia che piange





La figlia che piange

O quam te memorem virgo


Stand on the highest pavement of the stair—
Lean on a garden urn—
Weave, weave the sunlight in your hair—
Clasp your flowers to you with a pained surprise—
Fling them to the ground and turn
With a fugitive resentment in your eyes:
But weave, weave the sunlight in your hair.


So I would have had him leave,
So I would have had her stand and grieve,
So he would have left
As the soul leaves the body torn and bruised,
As the mind deserts the body it has used.
I should find
Some way incomparably light and deft,
Some way we both should understand,
Simple and faithless as a smile and shake of the hand.


She turned away, but with the autumn weather
Compelled my imagination many days,
Many days and many hours:
Her hair over her arms and her arms full of flowers.
And I wonder how they should have been together!
I should have lost a gesture and a pose.
Sometimes these cogitations still amaze
The troubled midnight and the noon’s repose.





La figlia che piange

O quam te memorem virgo


Quédate en lo alto de la escalinata―
Apóyate en un ánfora fúnebre del jardín―
Teje, teje la luz del sol en tu cabello―
Aprieta contra el pecho tu ramo en apenada
Sorpresa, luego arrójalo y vuélvete hacia mí
Con un rencor fugaz en la mirada,
Pero teje la luz del sol en tu cabello.

Así debí dejarlo que partiera,
Así debí dejarla quedarse con su pena,
Así él debió alejarse, como el alma
Deja el cuerpo trizado, roto, como deserta
La mente de ese cuerpo en que moraba.
Yo debería hallar una manera
Incomparablemente leve y calma,
Un modo que los dos comprenderíamos,
Tan sencillo y sin fe como una vaga
Sonrisa y un saludo con la mano.

Ella se fue; no obstante, cuando llegó el otoño,
Se enseñoreó de mi imaginación
Durante largas horas, largas horas y días:
Su pelo descendiendo por los hombros,
Las flores en sus brazos… ¡Todavía
Yo me pregunto cómo habrían estado juntos!
Sin duda habré perdido un gesto y una pose.
A veces aún asombran estas meditaciones
La inquieta medianoche, la paz del mediodía.



Versión de P. A.
Alta Gracia, octubre 2010

domingo, 8 de mayo de 2011

MILO DE ANGELIS
Poesía y destino


Este jueves 5 de mayo tuve la alegría de reencontrarme con un viejo amigo italiano, el poeta Milo De Angelis (Milán, 1951), de visita nuevamente en Córdoba (ya estuvo hace unos años, en un ciclo de poesía italiana en el que también participaron Alfonso Berardinelli y Maurizio Cucchi), acompañado por su mujer, la artista visual y fotógrafa Viviana Nicodemo. Invitado por el Istituto Italiano di Cultura y la revista "Fénix", dio una inolvidable lectura de poesía en la sede de este instituto. Como casi siempre en estos casos, hubo poca gente, pero eso no quitó intensidad ni hondura al encuentro con el poeta, quien, luego de unas breves palabras mías de presentación de su obra en el contexto de su generación, hizo un recorrido a lo largo de sus libros (Somiglianze, 1976; Millimetri, 1983; Terra del viso, 1985; Distante un padre, 1989; Biografia sommaria, 1999; Tema dell'addio, 2005 y el recentísimo Quell'andarsene nel buio dei cortili, de marzo de este año), leyó un fragmento de unas páginas tituladas "De la época de mi juventud" y conversó con el público, en especial sobre su experiencia como profesor en una cárcel de máxima seguridad en Milán. Lo que dijo acerca de esto - y cómo lo hizo - es muy significativo, tanto de su modo de vincularse con el mundo como de su concepción de la poesía: señaló que el espacio de la cárcel es afín al de la poesía, un lugar de castigo, expiación y regeneración; por otra parte, como le dijo un recluso años atrás, dados los límites espaciales y materiales con que se cuenta en prisión, el orden y la disposición exacta de cada cosa es fundamental, al igual que en el poema (este recluso se convirtió con el tiempo en un amigo suyo, y De Angelis publicó en la colección que dirige un libro de poemas del mismo). También se refirió a algunos de sus maestros de juventud (Mario Luzi, Piero Bigongiari, Franco Fortini...) y juntos recordamos la ocasión en que lo visité por segunda vez en Milán, cuando él acababa de sufrir un incendio en su "mansarda" de Via Rosales (el altillo donde lo había visitado la primera vez, lugar casi mítico de reunión de los redactores de la revista Niebo, que dirigió De Angelis en su juventud), como resultado del cual había perdido su rica biblioteca, pero que - observó - había tenido también consecuencias purificadoras y renovadoras en su vida.

En fin, fue una alegría volver a escuchar a Milo De Angelis en Córdoba. Por otra parte, dicho sea no sin un cierto orgullo (¿vanidad?), fue en Córdoba donde aparecieron publicados los primeros textos de este poeta en la Argentina. En efecto, allá por 1985 ó 1986 llegó a las manos de mi hermano y mías una antología de poesía italiana contemporánea, La parola innamorata (Feltrinelli, 1978), en la que nos interesó especialmente la escritura de cuatro jóvenes poetas: Giuseppe Conte, Maurizio Cucchi, Milo De Angelis y Valerio Magrelli. En esa época, estudiábamos Letras Modernas en la universidad y nos reuníamos cada tanto en la cocina de la casa de nuestra profesora de Literatura Italiana, Trinidad Blanco de García, a leer y hablar de poesía, y de esas tardes de invierno con café y pastafrola surgió la idea de publicar unas plaquetas de poesía italiana clásica y moderna, en edición bilingüe, a las que les dimos el nombre de "Il Nuovo, Vecchio Stil". Las imprimía Oscar Roqué Garzón, quien luego sería el editor de la Colección "Fénix". Colaboraban en las traducciones, además de nosotros tres, poetas-traductores como Horacio Armani, Rodolfo Alonso y Ricardo H. Herrera, entre otros. Con mi hermano, Esteban Nicotra, publicamos versiones de Conte y de Magrelli antes de mi viaje a Italia en 1987. Ya en Italia, fui a conocer en Roma a Valerio Magrelli, y luego visité a Maurizio Cucchi y Milo De Angelis en Milán. De Milo envié traducidos tres poemas, que se publicaron en el Nº 24 de "Il Nuovo, Vecchio Stil", en agosto de 1988. Son, si no me equivoco, los primeros poemas de De Angelis que se publicaron en la Argentina. Diez años después, ya de regreso en el país, publiqué en el suplemento literario de "La Gaceta" de Tucumán un breve ensayo sobre su poesía, que luego recogería en la antología El astro disperso. Últimas transformaciones de la poesía en Italia (1971-2001). Aquí reproduzco ese ensayo, como homenaje al poeta y amigo en su visita a Córdoba, y una escueta selección de poemas.


[Poetas italianos en la U.R.S.S. De izquierda a derecha,
Giuseppe Conte, Mario Grasso, Milo De Angelis, Gregorio Scalise,
Maurizio Cucchi y Valerio Magrelli. En Moscú, primavera de 1987.]


LA PALABRA DEL RECONOCIMIENTO
(Sobre la poesía de Milo De Angelis)


“Piensa en un hombre que se encamina hacia una meta: mira distraídamente, aquí y allá, algunas cosas. Pero las cosas sí lo han visto a él, lo han escrutado a fondo. Al retorno, el hombre ve aquellas cosas por primera vez. Las cosas en cambio lo han visto dos veces. Entonces el hombre dice: escribiré solamente lo que ya me ha conocido. Obedecer a lo que ya te ha conocido es un aspecto de la poesía y es al mismo tiempo un acto ético”.

Con estas palabras, que tienen el halo de una leyenda inmemorial, respondió el poeta Milo De Angelis, en una entrevista, a la pregunta sobre el vínculo entre poesía y ética. De Angelis tenía por entonces treintaiún años, había publicado un libro de poemas, Somiglianze (1976), y un libro de ensayos, Poesia e destino (1982), mientras que estaba terminando la preparación del segundo conjunto de poemas, Millimetri, que publicaría la casa editora Einaudi al año siguiente, en 1983. Ya con la aparición de su primer libro se había convertido en uno de los puntos de referencia más importantes de la tendencia que nutriría principalmente la antología poética La parola innamorata (1978), con su propuesta órfica y visionaria, que poseía otro sostén y valioso antecedente inmediato en la figura de Giuseppe Conte. Durante algunos años De Angelis ejerció asimismo una suerte de juvenil magisterio a través de su revista Niebo. Posteriormente, ha publicado otros dos libros de poesía, ambos en la colección “I poeti dello Specchio” de Mondadori: Terra del viso (1985) y Distante un padre (1989).

Difícilmente podríamos encontrar palabras más exactas y reveladoras que las citadas al comienzo, para presentar el sentido de la búsqueda poética de Milo De Angelis y dar asimismo una idea del tono, del temple estilístico que la caracteriza. Allí está la sentenciosidad aforística, impregnada a menudo de una enigmática sabiduría, que suele hallarse también en sus poemas; está el uso de la parábola para explicar lo inexplicable; está la anécdota transportada a un plano paradigmático, absoluto; está la alusión a la época, al hombre enajenado por las metas a alcanzar y ciego ante la vida que lo rodea, pero no señalada por medio de una referencialidad realista, descriptiva, sino oblicuamente, en escorzo, con la imperiosidad y a la vez la elusividad que suelen asumir las figuras de la realidad en los sueños. En relación a esto último, ha observado Maurizio Cucchi: “La región desde la cual [Milo De Angelis] tenazmente parece querer comunicar la propia experiencia, como esculpiéndola, para obedecer a ese ‘ángulo ético que llevamos intacto’, es la de una periferia abstracta, absoluta, que aparece como un lugar onírico”.

Es característica de la lírica de este autor, sobre todo en su primer libro de poemas, la presencia de la materialidad concreta de la existencia, tal como la vivía un joven italiano en los años setenta y ochenta. El lenguaje se hace cargo de esta materialidad, la incorpora al poema, tal como está incorporada la espacialidad urbana, y especialmente suburbana, de Milán. Pero en medio de ese magma de un tiempo y un espacio y una experiencia generacional precisa, el poeta pareciera bucear en busca de algo originario, esa “raíz mental” a la cual De Angelis se refiere cuando recurre al empleo del dialecto monferrino —el de su madre— en la sección final de su último libro, Distante un padre (1989). Tal búsqueda, creo yo, es de naturaleza netamente religiosa, esa religiosidad sin fe que suele mostrar, por su mismo desamparo, aún más vívido el misterio al cual tiende y aprehende. En efecto, el tormento principal de que dan testimonio sus poemas es el de quien intenta hacer coincidir su vida, y su escritura, con la esfera de lo necesario, con lo que debe ser, no por imperativo moral, sino por destino. El título de la colección de ensayos, por cierto, es emblemático de la orientación central de su búsqueda: Poesía y destino. Se trata, de más está decirlo, de una experiencia trágica, la del hombre que pide —como Pavese anotaba en su diario— “todo o nada”. Leemos en una página de sus ensayos:

"Un niño nace, inmerso en un signo que le dice, por ejemplo, “tú eres la fuerza ardiente de Aries”. Sólo si el niño aceptará enteramente este único fuego, sin pretender desarrollarse en los demás elementos, éste podrá convertirse en el zodíaco entero: entero al fin como íntegra ha sido su decisión inicial, no ensuciada por la nostalgia. Ay si el niño se lamenta de no tener lo otros once, o también si se “resigna”, con el pensamiento ya orientado hacia lo que le falta. Los griegos lo han entendido perfectamente en el mito de Ceres y Proserpina. Apenas Proserpina se decide a amar —ya sin escapatorias— la muerte, el sol vuelve a esplender sobre las estaciones. Mientras la muerte era eludida, las estaciones se consumían en la espera."

La crítica ha relacionado la poesía de De Angelis con Rimbaud y Celan. Me parece más estrecho el parentesco, anímico y estilístico, con la escritura del poeta alemán. Otro punto en el que a menudo han coincidido quienes se han ocupado críticamente de la obra de Milo De Angelis es el de la oscuridad, muchas veces infranqueable, de muchos de sus textos. Tal obstáculo, sin embargo, no impide el reconocimiento de una veracidad y una intensidad en el modo en que están pronunciadas esas frases enigmáticas, que permite al lector participar de su íntima necesidad, aun sin comprenderla por completo.

Dicho hermetismo a ultranza —se ha señalado también su parentesco con la que Oreste Macrì define “tercera generación poética” italiana, y el poeta mismo ha recordado la lección formal de obras como las de Luzi, Gatto y Bigongiari — ha tenido efectos desastrosos en no pocos poetas de la generación de De Angelis y en otros más jóvenes, que se sintieron atraídos por esa aura iniciática que rodeaba no sólo a la escritura sino también al poeta en persona (se siente en su presencia que se está ante un auténtico creador), y no siempre ha dado buenos resultados en su misma obra. La tragedia, señalaba Hegel, no existe en la pura arbitrariedad, necesita los límites: “La tragedia es ese impacto entre lo arbitrario y su empalizada”. Por momentos los límites de la lógica imaginativa no han logrado hacer suficiente resistencia ante la presión, no digamos de lo arbitrario, pero sí de la resonancia exclusivamente personal que a veces tienen las imágenes deangelisianas. Con todo, la convicción de su apuesta poética es de tal pureza que sin duda muchos de sus textos se salvarán ante ese “tribunal de las palabras” que el autor imagina: “Creo, en fin, que si existe un tribunal de las palabras, serán puros solamente los poetas adolescentes, aquellos que han sido obedientes al instante en el cual han dicho ‘quiero que sea por siempre así’. Este instante es generoso. Sabe que los años y las personas podrán desfigurarlo, pero sabe también que posee una raíz jurada junto a quien se amaba. Pide obediencia a esa raíz” . Tal raíz poética y existencial son aquellas cosas que nos han visto dos veces, que nos han conocido sin que lo supiéramos, las que unen en un mismo nudo poesía y ética.


[Edvard Munch, El beso junto a la ventana, 1892]


MILO DE ANGELIS
Cinco poemas


La finestra



Nella camera
d’albergo, dietro le tende
che fanno vedere per la prima volta
una piazza tenera
“vorrei soltanto ripetere, capisci, nient’altro”
questo pomeriggio
è impersonale, non si rivolge a qualcuno
non lo sceglie, è già una terra
piena di ospiti, che compiono
in un altro
la sua opera incominciata
come quel ponte rimane là
è calmo, non è più
ciò che unisce due rive.


[Somiglianze, 1976]

*

La ventana

En el cuarto de hotel
detrás de las cortinas
que por primera vez permiten ver
una plaza entrañable
“sólo querría repetir, entiendes, nada más”
esta tarde es
impersonal, no se dirige a nadie
no lo elige, ya es una tierra
llena de huéspedes, que cumplen
en otro
su obra empezada
como ese puente permanece allá
calmo, no es más
lo que une dos orillas.


[Semejanzas, 1976]

*

La luce sulle tempie



Che strano sorriso
vive per esserci e non per avere ragione
in questa piazza
chi confida e chi consola di colpo tacciono
è giugno, in pieno sole, l’abbraccio nasce
non domani, subito



il pomeriggio, i riflessi
sui tavoli del ristorante non danno spiegazioni
vicino alle unghie rosse
coincidono con le frasi
questa è la carezza


che dimentica e dedica
mentre guarda dentro la tazzina le gocce
rimaste e pensa al tempo
e alla sua unica parola d’amore: “adesso”.


[Somiglianze, 1976]

*

La luz sobre las sienes

Qué extraña sonrisa
vive para existir y no para tener razón
en esta plaza
quien se confía y quien consuela
de pronto callan
es junio, en pleno sol, nace el abrazo
no mañana, ya mismo
la tarde, los reflejos
sobre las mesas en el restaurante
no dan explicaciones
junto a las uñas rojas
coinciden con las frases
es ésta la caricia

que olvida y que dedica
mientras mira en la taza
las gotas que han quedado y piensa
en el tiempo y en su única palabra
de amor: “ahora”.


[Semejanzas, 1976]

*

Ti benderai?



Ti benderai? Io sono salito con la sciarpa
sugli occhi, ho graffiato i mattoni. Il muro
ha molte crepe, ma non temere, non devi temere:
salirai tra i rampicanti, i fratelli rampicanti.


È altissimo, quassù. Ti benderai? Io sono salito
in pochi minuti, guarda, ho le unghie insanguinate
e ti aspetto vicino all’antenna, non temere.


Ti benderai? Togli il cappotto, presto, accendi
i fiammiferi, metti la pannocchia in tasca.
Guarda, la mangeremo quassù, la bruceremo. Non
temere più, togli il cappotto. Guarda, so volare!


[Terra del viso, 1985]

*

¿Te vendarás?

¿Te vendarás? Yo he trepado con la bufanda
sobre los ojos, he arañado los ladrillos. En el muro
hay muchas grietas, pero no tengas miedo, no debes tener miedo:
subirás entre las enredaderas, las hermanas trepadoras.

Es altísimo, aquí. ¿Te vendarás? Yo he subido
en pocos minutos, mira, tengo las uñas ensangrentadas
y te espero cerca de la antena, no tengas miedo.

¿Te vendarás? Sácate el abrigo, rápido, enciende
los fósforos, trae la mazorca en el bolsillo.
Mira, la comeremos aquí arriba, la quemaremos. Ya
no tengas miedo, quítate el abrigo. ¡Mira, sé volar!


[Tierra del rostro, 1985]

*

Nei polmoni



La coperta, la sua forza, mentre crescevamo.
O gli occhi che ieri furono ciechi,
oggi tuoi, ieri l’inseparabile. Le fiale,
il riso in bianco diventano l’unico
mondo senza simbolo. Materia che
fu soltanto materia, nulla che
fu soltanto materia. Vegliare, non vegliare, poesia,
cobalto, padre, nulla, pioppi.


[Terra del viso, 1986]

*

En los pulmones

La frazada, su fuerza, mientras crecíamos.
O los ojos que ayer estaban ciegos,
hoy tuyos, ayer lo inseparable. Las ampollas,
el arroz blanco, se vuelven el único
mundo sin símbolo. Materia que
fue sólo materia, nada que
fue sólo materia. Velar, no velar, poesía,
cobalto, padre, nada, álamos.


[Tierra del rostro, 1985]

*

Telegramma



La finestra è rimasta come prima. Il freddo
ripete quell’essenza idiota di roccia
proprio mentre tremano le lettere di ogni parola.
Con un mezzo sorriso indichi
una via d’uscita, una scala qualunque.
Nemmeno adesso hai simboli per chi muore.
Ti parlavo del mare, ma il mare è pochi metri quadrati,
un trapano, appena fuori. Era anche, per noi,
l’intuito di una figlia che respira
nei primi attimi di una cosa. Carta per dire
brodo e riso, mesi per dire cuscino. Gli azzurri mi chiamano
congelato in una stella fissa.


[Distante un padre, 1989]

*

Telegrama

La ventana ha quedado como antes. El frío
repite aquella esencia idiota de roca
precisamente mientras tiemblan las letras de cada palabra.
Con una media sonrisa señalas
una salida, una escalera cualquiera.
Ni siquiera ahora tienes símbolos para quien muere.
Yo te hablaba del mar, pero el mar son pocos metros cuadrados,
un taladro, ahí afuera. También, para nosotros, era
la intuición de una hija que respira
en los primeros instantes de una cosa. Papel para decir
caldo y arroz, meses para decir almohada. Los azules me llaman
congelado en una estrella fija.


[Distante un padre, 1989]


[Ensayo y traducciones publicadas en la antología crítica
El astro disperso. Últimas transformaciones de la poesía
en Italia (1971-2001), Ediciones del Copista, Col. "Fénix,
Córdoba, 2001, Premio de Traducción del Gobierno de Italia]