Cesare Pavese
El vino triste
Paul Cézanne, "Fumador" |
El vino triste
Lo
que cuesta es sentarse sin hacerse notar.
Todo
el resto después viene solo. Tres sorbos
y
regresa el deseo del pensamiento a solas.
Se
extiende un horizonte de lejanos rumores,
cada
cosa se esfuma, y se vuelve un milagro
estar
vivo y mirar el vaso. Y el trabajo
(el
hombre solitario no puede no pensar en el trabajo)
vuelve
a ser el antiguo destino que es hermoso padecer
para
poder pensarlo. Luego los ojos miran fijamente
en
el aire, dolientes, como si fueran ciegos.
Si
este hombre se levanta y va a casa a dormir,
parece
un ciego que se ha perdido en la calle.
Puede
salir cualquiera de un rincón y apalearlo.
Una
joven y hermosa mujer puede salir
y
tirarse en la calle bajo un hombre, gimiendo
como
gemía en un tiempo con él una mujer.
Pero
este hombre no ve. Va a su casa a dormir
y
la vida no es más que un rumor de silencio.
Lo
desnudan a este hombre unos miembros exhaustos
con
pelambre brutal, aquí y allá. ¿Y quién
diría
que en este hombre transcurren tibias venas
donde
en un tiempo ardía la vida? Nadie ahora
creería
que un tiempo una mujer acariciara
ese
cuerpo, y besara ese cuerpo, que tiembla,
y
lo mojara en lágrimas, ahora que ese hombre,
llega
a casa a dormir, no puede, pero gime.
Cesare Pavese
[Versión
de P. A.
Villa Dolores, 13-XII-19]
*
Il vino triste
La fatica è sedersi senza farsi notare.
Tutto il resto poi viene da sé. Tre sorsate
e ritorna la voglia di pensarci da solo.
Si spalanca uno sfondo di lontani ronzii,
ogni cosa si sperde, e diventa un miracolo
esser nato e guardare il bicchiere. Il lavoro
(l’uomo solo non può non pensare al lavoro)
ridiventa l’antico destino che è bello soffrire
per poterci pensare. Poi gli occhi si fissano
a mezz’aria, dolenti, come fossero ciechi.
Se quest’uomo si rialza e va a casa a dormire,
pare un cieco che ha perso la strada. Chiunque
può sbucare da un angolo e pestarlo di colpi.
Può sbucare una donna e distendersi in strada,
bella e giovane, sotto un altr’uomo, gemendo
come un tempo una donna gemeva con lui.
Ma quest’uomo non vede. Va a casa a dormire
e la vita non è che un ronzio di silenzio.
A spogliarlo, quest’uomo, si trovano membra sfinite
e del pelo brutale, qua e là. Chi direbbe
che in quest’uomo trascorrono tiepide vene
dove un tempo la vita bruciava? Nessuno
crederebbe che un tempo una donna abbia fatto carezze
su quel corpo e baciato quel corpo, che trema,
e bagnato di lacrime, adesso che l’uomo
giunto a casa a dormire, non riesce, ma geme.
Cesare Pavese
[“Poesie del disamore (1934-1938),
en Poesie del
disamore, Einaudi, Torino, 1982]
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