martes, 27 de noviembre de 2018



Poesía hecha de palabras,
la acción de la poesía

(A propósito de un “Arte poética”
de Roque Dalton)





Leo en la tapa de la revista cordobesa “Palabras de poeta” la siguiente “Arte poética 1974” de Roque Dalton:

Poesía
Perdóname por haberte ayudado a comprender
que no estás hecha sólo de palabras

Está bien. Se entiende: la poesía no son sólo signos tipográficos sobre un papel. Y, sin embargo, hay un problema aquí, o más de un problema. El primero, es que una cosa es la poesía y otra cosa es lo poético, lo poético existencial, de lo cual se nutre la poesía, pero que es otra cosa, es poesía-antes-o-después-de-ser-poesía, podría decirse. La poesía, en cambio, está hecha sólo de palabras, y el problema, además de la confusión antes señalada, consiste en el adverbio “sólo” del endecasílabo: porque pareciera que, para el autor, hubiera un defecto, una insuficiencia, en esa composición exclusivamente verbal.
Y sí, las palabras pueden ser insuficientes para expresar lo que se quiere expresar ―lo demuestra la poesía mística, por ejemplo, y casi toda poesía, en realidad―, pero la poesía, aun en su insuficiencia, es lo que es sólo y exclusivamente por las palabras, y asimismo por los silencios, los espacios en blanco que las rodean, que forman parte también del halo significativo de esas palabras, porque los blancos en sí mismos, si sólo estuvieran ellos, no significarían nada, o podrían significar todo, pero eso ya no depende de la poesía, sino de quien escucha en esos silencios lo que quiere oír.
Lo que dicen las palabras de un poema, sin embargo, no puede ser dicho de otro modo que no sea a través de palabras, a menos que éstas sean innecesarias, que puede ser, pero en cuyo caso el defecto no es de la poesía en sí misma, sino del texto. El supuesto de la sentencia de Dalton, que me parece que es por lo que ha sido elegida como epígrafe del número de la revista (lo digo por lo que se lee en el editorial), es que la poesía no está hecha sólo de palabras, sino también de acciones.
Y ahí reside otro problema, porque la poesía es ella misma una acción, pero la acción de la poesía es pura y exclusivamente una acción verbal, y cuando digo “pura y exclusivamente” no la disminuyo, sino que por el contrario entiendo esa acción como una de las más altas del espíritu y del cuerpo humano, una acción que no puede ser reemplazada por ninguna otra, y en el caso de que pudiera serlo, la poesía se volvería prescindible, justamente porque las palabras de un poema, un poema necesario, dicen lo que no puede ser dicho ni hecho de otra manera.
Me acuerdo, a propósito de esta importancia insustituible de la palabra poética, de lo que dijo un profesor español franquista que dio una conferencia en la Universidad de Córdoba en los años 50 (mi padre estaba presente): “Si nosotros [vale decir, los franquistas] hubiéramos cogido a Antonio Machado, lo fusilábamos en el acto, porque un soneto es más peligroso que mil cañones”.
Por último, un problema, un problema grave, diría, del “Arte poética” de Roque Dalton es la presunción de que el poeta puede ayudar a comprender a la poesía su propia esencia: hay allí una arrogancia, que la juventud y la fe militante del autor pueden volver comprensible y disculpable, una arrogancia que sólo se explica por la convicción de que la conciencia del poeta es superior a la poesía misma, lo que le permitiría aconsejarla y enseñarle lo que ella esencialmente es. El poeta, no obstante, sabe muy bien, cuando crea, que no todo en lo que escribe depende de su voluntad ni de su conciencia, sino que hay algo que lo excede, que le viene dado, aunque se origine en la hondura de su mente, algo precioso ―estaría tentado de definirlo asimismo “sagrado”―, que se le presenta a él mismo como una revelación insospechada hasta el momento de apuntarla en palabras, palabras tan humildes, valiosas, verdaderas e insustituibles como cualquier acción auténtica en la vida.


Villa Dolores, 25-XI-18


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1 comentario:

  1. La poesía también sucede, se completa, en la sensibilidad de quién la lee. No da igual cualquier poesía, por bonitas palabras que utilice. Este artículo de Anadón, cómo la mayoría de sus creaciones, tiene eso inefable que el lector sabe apreciar y agradecer.

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