martes, 31 de enero de 2012

Nota de duermevela

a Ana Paula Skoczynski


[Oskar Kokochska, La novia del viento o La Tempestad]

Hace un momento, luego de apagar la luz, le tomé la muñeca a Ana Paula, que ya dormía, intentando percibir su pulso. De pronto, en medio de la oscuridad del cuarto, mientras giraban en el techo las aspas del ventilador y más allá, ignorados, los astros en la infinitud del cielo, sentí que se insinuaba en mi mente la poesía, y que la poesía era eso, más o menos: el símbolo (una música, un rumor, un símbolo). Símbolo, en este caso, de no sabría decir exactamente qué, quizás del desamparo de la vida humana, de dos seres destinados a morir unidos en la sombra por los tenues y ciegos latidos de la sangre, o algún otro sentido indefinible. Fue un instante nada más, que sin embargo me conmovió de extrañeza y de piedad por la fragilidad intensa de la vida y del amor. Luego, en sueños, ella se giró y me retiró su brazo. Sentí de nuevo la tentación del símbolo, esta vez dolorosamente. Me dije, con todo, que ella estaba dormida, que no había sido un gesto voluntario, etc. Así también, pienso ahora, interviene la razón crítica – salvadora, en este caso – y destruye el símbolo de la razón poética.



[Córdoba, 29-I-12]

domingo, 22 de enero de 2012

Luego de escuchar el
Concierto para violín en re mayor
de Ludwig van Beethoven




Estuve escuchando el Concierto para violín en re mayor de Beethoven. Como me ha ocurrido otras veces, en especial – no sé por qué – con las obras de Mahler o al leer a algunos poetas, y como recuerdo que me ocurrió por primera vez, en la adolescencia, al escuchar en la oscuridad de mi habitación, en el viejo Wincofón, la sinfonía “Heroica” de Beethoven dirigida por Toscanini, sentí aquello que José Martí expresa sencilla e inmejorablemente en esos versos encabalgados del poema “Dos patrias”: “…Las ventanas / abro, ya estrecho en mí.”
   Es una extraña sensación, la de algo poderoso que se abre paso en el pecho como una marejada, que busca salida como un animal acorralado.
   Luego, y quizá más importante que esta sensación, imponente pero pasajera al fin, es la impresión duradera – en el sentido físico, etimológico, de la palabra “impresión” – que esas obras dejan en el ánimo: la honda huella o marca de la grandeza humana, la constatación – no resultado de la reflexión, sino una percepción tan directa como ver una montaña o quemarse con el fuego – de que tales obras sólo pueden surgir de mentes, almas, espíritus, psiquis – como se quiera – de una extraordinaria capacidad de sufrimiento, gozo, concentración, creatividad, observación, imaginación…
   Esa impresión, por otra parte, ejerce un poder emulativo en nosotros, traza un paradigma moral, no porque nos diga cómo comportarnos, qué hacer y qué no hacer, sino porque nos impulsa (iba a escribir “obliga”, y aún dudo si no será la palabra justa) a exigirnos, a ir hasta el fondo de las cosas, a tomar la vida en serio, incluso en la risa, la burla de uno mismo y la alegría, que son a veces la cosa más seria del mundo. Sin imposición alguna, con la sola presencia de su grandeza artística, tácitamente diseñan una jerarquía espiritual. Por unos minutos – según la apreciación más bien escéptica de Leopardi – no podemos ser indignos de lo que hemos leído u oído.


[Córdoba, 7-VI-2011]

miércoles, 18 de enero de 2012

ROBERT FROST

Los espacios desiertos





Desert places


Snow falling and night falling fast, oh, fast
In a field I looked into going past,
And the ground almost covered smooth in snow,
But a few weeds and stubble showing last.

The woods around it have it ─ it is theirs.
All animal are smothered in their lairs.
I am too absent-spirited to count;
The loneliness includes me unawares.

And lonely as it that loneliness
Will be more lonely ere it will be less─
A blanker whiteness of benighted snow
With no expression, nothing to express.

They cannot scare me with their empty spaces
Between stars ─ on stars where no human race is.
I have it in me so much nearer home
To scare myself with my own desert places.



Cabaña de Robert Frost
en Ripton, Vermont



Los espacios desiertos


Descendía la nieve, la noche descendía
Tan rápido, en un campo contemplado al pasar,
Y el suelo era una lámina tersa y clara de nieve,
Salvo algunos manchones de arbustos y rastrojos.

Alrededor los bosques son de nieve ─ es de ellos.
Todos los animales están en sus guaridas.
Yo casi ya no cuento en mi ausente desánimo;
Inadvertidamente, la soledad me incluye.

Y aunque es tan solitaria aquella soledad
Más solitaria fuera si faltara la nieve:
Una vacua blancura de nieve anochecida
Sin expresión alguna, sin nada que decir.

No van a intimidarme sus espacios vacíos
Entre los astros ―astros sin huellas de lo humano.
Más cerca aún que mi casa, tengo dentro de mí
Cosas para espantarme en mis páramos íntimos.



Versión de P. A.
Alta Gracia, 2005-2006

jueves, 12 de enero de 2012

CESARE PAVESE

The cats will know





The cats will know


Ancora cadrà la pioggia
sui tuoi dolci selciati,
una pioggia leggera
come un alito o un passo.
Ancora la brezza e l’alba
fioriranno leggere
come sotto il tuo passo,
quando tu rientrerai.
Tra fiori e davanzali
i gatti lo sapranno.

Ci saranno altri giorni,
ci saranno altre voci.
Sorriderai da sola.
I gatti lo sapranno.
Udrai parole antiche,
parole stanche e vane
come i costumi smessi
delle feste di ieri.

Farai gesti anche tu.
Risponderai parole –
viso di primavera,
farai gesti anche tu.

I gatti lo sapranno,
viso di primavera;
e la pioggia leggera,
l’alba color giacinto,
che dilaniano il cuore
di chi piú non ti spera,
sono il triste sorriso
che sorridi da sola.
Ci saranno altri giorni,
altre voci e risvegli.
Soffriremo nell’alba,
viso di primavera.



*


The cats will know


Aún caerá la lluvia
en tu dulce empedrado,
una lluvia ligera
como un hálito o un paso.
Aún la brisa y el alba
florecerán tan leves
como bajo tu paso,
cuando vuelvas a entrar.
Entre flores y alféizares
los gatos lo sabrán.

Serán otros los días,
serán otras las voces.
Sonreirás a solas.
Los gatos lo sabrán.
Oirás palabras antiguas,
palabras cansadas y vanas
como los viejos trajes
de las fiestas de ayer.

Tú también harás gestos.
Responderás palabras –
rostro de primavera,
tú también harás gestos.

Los gatos lo sabrán,
rostro de primavera;
y la lluvia ligera,
el alba de jacinto,
que el corazón desgarran
de quien ya no te espera,
son la triste sonrisa
que sonríes a solas.
Y vendrán otros días,
otras voces y asombros.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera.



De Poesie del disamore
e altre poesie disperse
(Einaudi, Turín, 1982)



Versión de P. A.
Alta Gracia - Córdoba, 2009