martes, 22 de octubre de 2019



Umberto Saba

La cabra





La cabra

Le he hablado a una cabra.
Estaba sola sobre el prado, atada.
Saciada ya de pasto, y empapada
por la lluvia, balaba.

Ese balido igual era fraterno
a mi dolor. Y yo le respondí, primero
en broma, y luego porque el dolor es eterno,
tiene una sola voz y no varía.
A esta voz la sentía
gemir en una cabra solitaria.

En una cabra de rostro semita
todo otro mal sentía lamentarse,
toda otra vida.

Umberto Saba

[Versión de P. A.
Córdoba, 22-X-19]

*

La capra

Ho parlato a una capra.
Era sola sul prato, era legata.
Sazia d’erba, bagnata
dalla pioggia, belava.

Quell’uguale belato era fraterno
al mio dolore. Ed io risposi, prima
per celia, poi perchè il dolore è eterno,
ha una voce e non varia.
Questa voce sentiva
gemere in una capra solitaria.

In una capra dal viso semita
sentiva querelarsi ogni altro male,
ogni altra vita.

Umberto Saba

[De “Casa e campagna”,
Canzoniere, Einaudi, Torino, 1948]

martes, 15 de octubre de 2019



Robert Frost

La senda no seguida




La senda no seguida

Dos senderos se abrían en un bosque amarillo
Y apenado por no poder seguir los dos
Siendo un solo paseante, me detuve un buen tiempo
Y contemplé a uno de ellos hasta donde podía
Divisarlo entre medio de la ocre espesura.

Luego fui por el otro, que era también hermoso,
Y quizá poseía más derechos que aquel,
Pues la hierba más alta pedía un mayor uso,
Aunque a decir verdad, uno y otro mostraban
Más o menos el mismo tránsito de pisadas.

Y a ambos esa mañana los cubrían las hojas
Que ningún paso aún había ennegrecido.
¡Oh, yo dejé el primero para algún otro día!
Sabía, sin embargo, que un camino a otro lleva,
Y en el fondo dudaba que alguna vez volviera.

Seguiré contando esto, lo sé, con un suspiro,
En cualquier otro sitio, luego de largos siglos:
Dos senderos se abrían en un bosque, y yo fui─
Yo fui por donde había menos huellas humanas,
Y en eso, al fin, estriba toda la diferencia.

Robert Frost

[Versión de P. A.
Alta Gracia, ¿2005?]

*

The road not taken

Two roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth;

Then took the other, just as fair,
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear,
Though as for that the passing there
Had worn them really about the same,

And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black.
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.

I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I─
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference.

Robert Frost

[De Mountain Interval,
Henry Holt & Company, New York, 1916]

domingo, 13 de octubre de 2019



Eugenio Montale

La casa de los aduaneros





La casa de los aduaneros

Ya no te acuerdas de la casa de los aduaneros
en el acantilado sobre la escollera:
desolada te espera
desde la noche en que vinieron
tus pensamientos en enjambre a ella
y en ella se quedaron, sin sosiego.

El viento sur azota desde hace años
los viejos muros, y el rumor de tu risa
dejó de ser alegre: enloquecida
gira la brújula al azar y el cálculo
de los dados no da la cifra exacta.
Ya no recuerdas; otro tiempo altera
tu memoria, y un hilo se devana.

De aquel hilo sostengo todavía
un extremo; no obstante, ya se aleja
la casa y sobre el techo la veleta
ahumada da vueltas sin piedad.
Tengo un extremo; pero tú te quedas
sola, no alientas en la oscuridad.

¡Oh el horizonte en fuga, donde brilla
rara la luz del petrolero!
¿Aquí es el paso? (Bulle la rompiente
aún sobre la costa que desciende…)
No recuerdas la casa de esta noche mía.
Y yo no sé quién parte y quién se queda.

Eugenio Montale

[Versión de P. A.
Villa Dolores, 13-X-19]

*

La casa dei doganieri

Tu non ricordi la casa dei doganieri
sul rialzo a strapiombo sulla scogliera:
desolata t'attende dalla sera,
in cui v'entrò lo sciame dei tuoi pensieri
e vi sostò irrequieto.

Libeccio sferza da anni le vecchie mura
e il suono del tuo riso non è più lieto:
la bussola va impazzita all'avventura
e il calcolo dei dadi più non torna.
Tu non ricordi; altro tempo frastorna
la tua memoria; un filo s'addipana.

Ne tengo ancora un capo; ma s'allontana
la casa e in cima al tetto la banderuola
affumicata gira senza pietà.
Ne tengo un capo; ma tu resti sola
né qui respiri nell'oscurità.

Oh l'orizzonte in fuga, dove s'accende
rara la luce della petroliera!
Il varco è qui? (Ripullula il frangente
ancora sulla balza che scoscende...).
Tu non ricordi la casa di questa
mia sera. Ed io non so chi va e chi resta.

Eugenio Montale

[De La casa dei doganieri e altri versi,
Vallecchi, Firenze, 1932,
luego en Le occasioni, Torino, Einaudi, 1939]

viernes, 11 de octubre de 2019


Attilio Bertolucci

Bernardo a los cinco años





Bernardo a los cinco años

El dolor está ahí, en tu ojo tímido,
en la mano infantil que saluda sin gracia,
el dolor de los días que vendrán
ya pesa sobre tu esqueleto frágil.

En un día de otoño que devana
calmo los hilos de su niebla al sol
el juego se detuvo de improviso,
te dejó solo al fondo de la calle

espléndida de hojas que han caído
en una noche, tanto que aquí a todos
les vino el pensamiento
de la estación que se aproxima rápida.

Tú has saludado con un gesto débil
y un sonreír sufrido, te has quedado
sombra en la sombra, apenas, y ahora corres
a refugiarte en nuestro ansioso abrazo.

Attilio Bertolucci

[Versión de P. A.
Córdoba, 11-X-19]

*

Bernardo a cinque anni

Il dolore è nel tuo occhio timido
nella mano infantile che saluta senza grazia,
il dolore dei giorni che verranno
già pesa sulla tua ossatura fragile.

In un giorno d’autunno che dipana
quieto i suoi fili di nebbia nel sole
il gioco s’è fermato d’improvviso,
ti ha lasciato solo dove la strada finisce

splendida per tante foglie a terra
in una notte, sì che a tutti qui
è venuto un pensiero nella mente
della stagione che s’accosta rapida.

Tu hai salutato con un cenno debole
e un sorriso patito, sei rimasto
ombra nell’ombra un attimo, ora corri
a rifugiarti nella nostra ansia.

Attilio Bertolucci

[Da In un tempo incerto, 1955,
poi ne La capanna indiana, Garzanti, Milano, 1973]