jueves, 24 de octubre de 2013

Dylan Thomas

In my craft or sullen art





En este oficio mío, o arte arisco


En este oficio mío, o arte arisco,
Que en las noches serenas ejercito
Cuando sólo la luna, a solas, brama
Y los amantes yacen en la cama
Con todas sus tristezas en los brazos,
Junto a la luz que canta yo trabajo
No por el pan en pago, o la ambición,
Ni para traficar fascinación
Presumiendo en ebúrneos escenarios,
Sino sólo por el vulgar salario
De ese su más secreto corazón.

No para el hombre fatuo, indiferente
A la furia lunar, escribo versos
Sobre esta rota espuma de papeles,
Ni la encumbrada sombra de los muertos
Con ruiseñores y con salmos, sino
Para aquellos amantes, que en sus brazos
Estrechan las tristezas del destino
Humano, no dan loas ni salarios
Ni atienden a este oficio o arte arisco.


Dylan Thomas


[Versión de P. A.
Córdoba, 17-X-13]


*


In my craft or sullen art   


In my craft or sullen art   
Exercised in the still night   
When only the moon rages   
And the lovers lie abed
With all their griefs in their arms,
I labour by singing light   
Not for ambition or bread
Or the strut and trade of charms   
On the ivory stages
But for the common wages   
Of their most secret heart.

Not for the proud man apart   
From the raging moon I write   
On these spindrift pages   
Nor for the towering dead
With their nightingales and psalms   
But for the lovers, their arms   
Round the griefs of the ages,   
Who pay no praise or wages   
Nor heed my craft or art.


Dylan Thomas


jueves, 17 de octubre de 2013

La forma es el supremo contenido
(Una anotación nocturna)





También la técnica puede generar a la obra. Sin el descubrimiento de la perspectiva, por ejemplo, sería impensable el arte del Renacimiento; sin el endecasílabo y las formas importadas de Italia, no hubiera existido el Siglo de Oro español.

Descendiendo precipitadamente desde aquellas alturas, pensaba esto anoche, porque sin el deseo de usar mi lapicera nueva no habría escrito, casi como un ejercicio de caligrafía mental, las palabras del párrafo anterior en mi libreta, de donde ahora las transcribo: ¡hasta ese punto el instrumento, incluso material, puede estimular el poder asociativo del lenguaje, del pensamiento!

En el caso del arte en general, en efecto, como observó Rudolf Staiger y también dijeron Gottfried Benn y Paul Klee, “la forma es el supremo contenido”. En el caso particular de la poesía, es sabido que la fascinación del ritmo verbal, antes de tener incluso el tema y las palabras del poema, estuvo en el origen de “El cementerio marino” de Valéry, lo cual no implica que siempre sea así. La ambigüedad de la palabra, que por un lado es textura sonora y visual y por el otro es alusión conceptual, vuelve difícil toda simplificación.

Lo cierto, sin embargo, me parece, es que cuando la materia ígnea, magmática, de la experiencia alcanza su transfiguración estética, su punto de “cristalización” (tomo prestado el término de una carta que me escribió Horacio Castillo hace largos años), allí también “la forma es el supremo contenido”, y un verso puede volvérsenos inolvidable por su poder de sugerencia y sugestión, aunque no terminemos de agotar su sentido. Pienso ahora, por ejemplo, en aquel misterioso endecasílabo de Ricardo Jaimes Freyre, “Peregrina paloma imaginaria”, o en la siguiente estrofa de Valéry, que parece además ilustrar esa transformación de la existencia en la delicia verbal de la palabra poética:

Comme le fruit se fond en jouissance, 
Comme en délice il change son absence 
Dans une bouche où sa forme se meurt, 
Je hume ici ma future fumée,
Et le ciel chante à l'âme consumée 
Le changement des rives en rumeur.




[Córdoba, 17-X-13]

lunes, 26 de agosto de 2013

William Butler Yeats
(1865-1939)

When you are old
(Segunda versión)




When you are old


When you are old and grey and full of sleep,
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;

How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true;
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;

And bending down beside the glowing bars
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountains over head
And hid his face amid a crowd of stars.



William Butler Yeats
(The Rose, 1893)


*


Cuando vieja y canosa y soñolienta…


Cuando vieja y canosa y soñolienta
Dormites junto al fuego, abre este libro
Y lee lentamente, mientras sueñas
Con la clara mirada que tus ojos,
Hoy en sombras, tuvieron en un tiempo;

Cuántos amaron esa dulce gracia
De tus horas de dicha, y tu belleza
Con un amor fingido o verdadero;
Sólo uno ha amado tu alma peregrina
Y el dolor en tu cara que envejece;

Y al acercarte al bronce que relumbra,
Murmura, con un dejo de tristeza,
Cómo el Amor se fue, y pasó las cumbres
De las montañas y escondió su rostro
En medio de una multitud de estrellas.


William Butler Yeats
(The Rose, 1893)


[Versión de P. A. / Córdoba, 19-VIII-13]

viernes, 9 de agosto de 2013

William Butler Yeats
(1865-1939)

WHEN YOU ARE OLD


David Woodlock (1842-1929)
"Portrait of an old woman before the fire"


Cuando vieja y canosa y soñolienta…


Cuando vieja y canosa y soñolienta
Dormites junto al fuego, y este libro
Tomes, y leas lentamente, y sueñes
Con la clara mirada que tus ojos,
Hoy en sombras, tuvieron en un tiempo;

Cuántos amaron esa alegre gracia
De tus horas de dicha, y tu belleza
Con un amor fingido o verdadero;
Sólo uno ha amado tu alma peregrina
Y el dolor en tu cara que envejece;

Y al inclinarte hacia el llameante bronce,
Te dirás, con un dejo de tristeza,
Cómo el Amor se fue, y pasó las cumbres
De las montañas y escondió su rostro
En medio de una multitud de estrellas.


William Butler Yeats
(The Rose, 1893)


*


When you are old


When you are old and grey and full of sleep,
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;

How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true;
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;

And bending down beside the glowing bars
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountains overhead
And hid his face amid a crowd of stars.


William Butler Yeats
(The Rose, 1893)


[Versión de P. A.
Córdoba, 03-VIII-13]

miércoles, 7 de agosto de 2013

Tres viejos poemas
para mi hija Mariana
hoy, en su cumpleaños



  
Estampa de Mariana al despertar


Aquí llega Mariana, la pequeña,
medio trastabillante,
con el pelo revuelto
y su trapo del sueño en una mano;

asoman bajo el camisón
piernitas finas y grandes pantuflas
con cara de oso:
me ha dado un beso y sigue

por el pasillo oscuro, restregándose
los ojos con el dorso de la mano,
hacia el sol que deslumbra en la cocina
a tomar su tazón del desayuno

cantando la canción de Manuelita.


*


Invierno

a Francisco, Irene, Mariana

Y los hijos se alejan
hacia la escuela, bajo el mediodía
de invierno. Nos quedamos
en una esquina con la más pequeña,
mientras los otros dos se van por la avenida:
cada tanto se vuelven y saludan.

Los miramos callados, con un poco
de frío. Luego, regresamos
dando un rodeo por la orilla del arroyo,
mientras juntamos las ramitas secas
y la corteza de los eucaliptos

(chisporrotea arriba,
entre el oleaje opaco de las hojas y el cielo,
verde y oro, un delirio
de loros alarmados):

así, cuando esta tarde lleguen
de la escuela los chicos
con la mochila a cuestas
frotándose las manos ateridas
y abran la puerta dándose empujones,
encontrarán, como una bienvenida,
las llamas rojas en el hueco negro,
el olor y el crujido de la leña,
un poco de calor y un resplandor
que a lo mejor les dure, ya olvidados,
para toda la vida.


*


La taza azul

a Mariana

A esta tacita de café
del mediodía y de la medianoche
algún otro poeta de más genio
debería escribirle su elogio merecido.

A mí el aliento
apenas si me alcanza
para decir el sorbo de alegría
que le agrega a mi vida diariamente.

Un poco de café
con su hebra vaga de humo,
y el alma sin sosiego se hace amiga
del tiempo, de las horas sin sentido.

(Si además el pocillo
llega en las manos de una niña,
ya se parece a la felicidad).


P. A.

[Poemas de los libros
El trabajo de las horas (1994-2004),
Ediciones del Copista, Colección “Fénix”, Córdoba, 2006,
y Estudios de la luz (2005-2007),
Editorial Pre-textos, Colección “Cruz del Sur”, Valencia, 2010]

jueves, 18 de julio de 2013

La lección del maestro
 (Palabras para Alfonso Berardinelli)




Aquí estoy, en el café de siempre de una esquina de Córdoba, trayendo a la memoria recuerdos de veinte años atrás, cuando vivía en Italia. No sé cómo llegó a mis manos el primer libro que leí de Alfonso Berardinelli. Yo había hecho estudios sobre la poesía italiana contemporánea en la Universidad de Florencia, pero, extrañamente, nadie lo había mencionado, ni siquiera como autor, con Franco Cordelli, de la antología Il pubblico della poesia. Como no hay manera de ocultar por mucho tiempo lo que es valioso, un día di con uno de sus ensayos, y a partir de entonces comencé a buscar sus libros. Poco tiempo después fue invitado por Carlos Giordano, el profesor con quien yo trabajaba, a dar una conferencia en la Universidad de Arcavàcata di Rende; lo conocí personalmente, y la admiración por su obra se convirtió en afecto por su persona. Lo fui a visitar en Roma, estuvimos varias horas conversando y me dedicó algunos libros suyos que me faltaban. Tengo una foto de ese tiempo en la que estoy leyendo, subrayando y transcribiendo en un cuaderno, que todavía conservo, largos párrafos de sus ensayos, a los que no me resignaba a resumir, para que no se perdiera la gracia y la eficacia de su estilo. A mi lado, en un cochecito, se ve dormido a Francisco, mi hijo mayor, nacido hacía unos pocos meses. Desde entonces, nos hicimos amigos con Alfonso, y ya de vuelta en la Argentina tuve la suerte de intervenir para que fuera invitado a dar cursos y conferencias en el país, donde ya cuenta con numerosos y fieles lectores.
A partir de aquel encuentro en Calabria y hasta el último en Córdoba hace un par de años, he encontrado en el diálogo con él lo mismo que se encuentra en sus páginas ensayísticas: la atención hacia el otro, que le permite captar en un gesto o una frase casual una compleja trama existencial; el amor por la poesía (recuerdo un viaje a través de las Altas Cumbres de mi provincia, con Berardinelli y con el poeta Alejandro Bekes, recordando poemas de memoria) y su instinto infalible para percibir sus falsificaciones; el talento para vincular poesía y sociedad, problemáticas de la literatura y de la época; su ironía, su buen humor, que no ocultan sin embargo un fondo de experiencia trágica del mundo. Y, ante todo y sobre todo, su libertad de pensamiento, una cualidad más rara de lo que se cree, libertad que, unida a su rigor y su valentía intelectual, lo convirtieron muy pronto en una figura incómoda para la sociedad literaria italiana. Para mí, que venía de un país donde las polarizaciones y las servidumbres ideológicas impedían o dificultaban la independencia de juicio, la suya fue una lección preciosa. Me enseñó lo mejor que un maestro ―lo fue, lo es para mí― puede enseñar: a pensar y a sentir por sí mismo, a ser fiel a lo que el examen de las obras y de la realidad nos muestra, sin preocuparnos demasiado por las consecuencias que la manifestación de nuestras ideas pueda acarrearnos. Esto, más o menos, es lo que he intentado decir en las “Palabras para Alfonso Berardinelli”, unos versos sin mayores pretensiones líricas, apenas un modo de expresarle mi admiración y mi gratitud:


Palabras para Alfonso Berardinelli
 “solitaire-solidaire”
Albert Camus
(“Jonas ou l’artiste au travail”)


Allá estoy, en un pueblo perdido de Calabria,
De nombre casi mágico, Arcavàcata,
Moviendo el cochecito de mi hijo de meses
Y leyendo, anotando, transcribiendo
En un cuaderno blanco que aún conservo
Palabras de tus libros, largos párrafos
Que no quería resumir, sólo por no perder
La gracia de su estilo, aquella luz
Que brota de las cosas que están bien conformadas
(Como dijo Tomás y repetía Dedalus).
Cinco lustros pasaron desde entonces
Y aquella luz me sigue iluminando;
No olvido tu lección, una lección sencilla
Y rara, como es rara la palabra genuina
Que ha avanzado, como agua de vertiente
De estas sierras, debajo de la pétrea
Aridez de la época, y resurge un buen día
Vuelta una miel silvestre
De sol, dulce y amarga, bajo el cielo.
Abejorro de Roma, que has zumbado por años
Sobre testas ungidas, sobre ciénagas ciegas
Y las parras doradas de los grandes poetas,
Has sido siempre para mí la imagen
Del pensamiento libre, de una Europa
Libre de curas negros, curas rojos
Y grises empresarios de miseria,
La Europa de Orwell, Auden, Enzensberger,
La verdadera Europa imaginaria,
Donde un artista a solas en su cuarto
Escribía, con mano de Camus,
En la página en blanco aquellas dos
Palabras: “solitario solidario”.


Pablo Anadón

(Córdoba, Argentina, 27 de marzo de 2013)

miércoles, 19 de junio de 2013


El incómodo antiperonismo 

de Jorge Luis Borges


Publico aquí mi breve respuesta al artículo “Borges, del populismo al antiperonismo”, aparecido en “La Voz del Interior”, en el cual Antonio Oviedo polemizaba con mi nota “Leyenda y realidad del peronismo”, publicada en el mismo diario, que puede leerse en la entrada anterior. La demora en presentar mi réplica se debe a que la misma debía aparecer en las páginas del matutino cordobés, como es habitual en este tipo de discusiones. Si bien la envié a la redacción del periódico un par de días después de publicado el texto de Oviedo, lamentablemente, como me explica uno de sus editores, “la dinámica de las noticias de este bendito país” ha hecho imposible encontrarle un lugar en sus páginas. Sin quejas, pues, dado que entiendo muy bien esa bendita dinámica, presento aquí mi respuesta a Antonio Oviedo, aunque el número de lectores se reduzca drásticamente (no importa, ya se sabe: “pocos pero buenos”).




Antonio Oviedo, en “Borges, del populismo al antiperonismo”, publicado el 25 de marzo en “La Voz del Interior”, señala que lo llevó a las reflexiones consignadas en su nota la lectura de mi artículo “Una vieja página de Borges / Leyenda y realidad del peronismo”, aparecido en este mismo matutino el 10 de marzo. He leído sus reflexiones con gran interés. Aunque ellas tienen el carácter de una réplica polémica a mi artículo, debo confesar que una vez que cerré el diario quedé preguntándome si Oviedo, transportado por sus pensamientos, se había olvidado en el momento de escribir su artículo de lo que había leído en el mío, o si razones de espacio le habían impedido desarrollar la argumentación. Su réplica, en efecto, pareciera en realidad un diálogo consigo mismo sobre su mayor o menor simpatía con el antiperonismo de Borges (más lo segundo que lo primero) y una reseña sumaria sobre la presencia en la obra de éste de huellas de populismo y de antipopulismo, pero no ofrece ningún argumento en contra de lo que yo planteaba en mi artículo. Sólo al final, como si recién se acordara de lo que había originado sus reflexiones, apunta: “La nota de Pablo Anadón descansa en una simplificación: el antiperonismo testarudo de Borges que, así presentado, es un estereotipo hueco, y levantarlo como tal suena extemporáneo, si no se examinan los vaivenes que atravesaron sus múltiples interrelaciones.”
Dejemos de lado la evidencia de que mi “simplificación” no puede ser “el antiperonismo testarudo de Borges” (en todo caso, debería haber dicho algo así como “presenta una simplificación del antiperonismo testarudo de Borges”, si es eso lo que quería expresar); dejemos de lado también que tal antiperonismo borgesiano no es un “estereotipo hueco”, sino un pensamiento lleno de posibilidades interpretativas y agudas observaciones históricas, como es habitual en Borges, por más “testarudo” que al polemista le parezca; y dejemos de lado asimismo que en mi nota no he “levantado” nada, sino que me he limitado a consignar lo que Borges decía en su ensayo “Leyenda y realidad”, referir las repercusiones que tuvo y plantear algunos puntos de contacto entre las afirmaciones del escritor, las reacciones que éstas ocasionaron y ciertas condiciones del presente político del país, puntos de contacto claramente enumerados al final de mi artículo (relación que vuelve un poco absurdo el cargo de “extemporáneo”, a menos que se explicite en qué consistiría su anacronismo o nos aclare Oviedo qué nuevo sentido le otorga a esta palabra). Dejaré de lado tales inconsistencias argumentativas del texto de Oviedo, e incluso la “petite histoire” que traza de la evolución del pensamiento político de Borges desde el populismo juvenil al antiperonismo de la madurez, no porque no sea interesante debatir sobre esto, sino porque su breve recorrido no aporta nada nuevo al conocimiento de la obra de Borges (el recurso a textos de David Viñas y Ricardo Piglia denota, sí, cierto anacronismo bibliográfico del polemista) y me llevaría más espacio del que tengo concedido refutar algunas afirmaciones insostenibles en sede crítica, como la que plantea una supuesta proximidad del pensamiento político de Lugones y el de Borges (si éste muestra variaciones en su valoración de la poesía del cordobés, su condena del tardo filofascismo lugoniano se mantiene invariable a lo largo de los años). Dejaré de lado, no sin pena, todo esto y me centraré en las razones que pueden haber llevado a Oviedo a polemizar con mi artículo.
Machado señaló que no se puede juzgar un texto por no ser lo que el crítico hubiera querido que fuera pero el autor no se propuso hacer. Sería como condenar, por caso, “La peste” de Camus por no ser una novela histórica, descalificar “Esperando a Godot” de Becket por falta de espesor psicológico de los personajes, etc. La sentencia de Antonio Machado vale como principio de toda crítica ecuánime. Su tocayo local, sin embargo, deplora que mi artículo se concentre en un texto de Borges, en vez de hacer la historia total del vínculo entre su obra y la política, un objeto de estudio sin duda apasionante para una tesis de doctorado, pero arduo de comprimir en el espacio de una nota periodística (él intenta hacerlo en la que llama su “petite histoire”, y por cierto fracasa). ¿Qué ha movido a Oviedo a escribir esa réplica, cuyo propósito parece ser disminuir la importancia del antiperonismo borgesiano a través del recuerdo de su adhesión juvenil al yrigoyenismo y de su atracción por la violencia y el mundo de las “orillas” porteñas? Se me ocurren varias razones de diversa índole; me limitaré a dos.
En primer lugar, es evidente que el antiperonismo borgesiano le ocasiona serias incomodidades a la admiración que el actual director de la Biblioteca Córdoba parece sentir por la obra literaria de Borges: lo califica como “recalcitrante” y “testarudo”, y define las críticas que el escritor dirige a Perón como “ora despiadadas, ora insolentes”. Es notable que un intelectual como Oviedo tome a broma el ultraje laboral sufrido por Borges, por el mero hecho de ser un disidente (uno más, al fin, de los innumerables casos de abuso de poder en aquellos años), y juzgue en cambio “despiadadas”, e incluso “insolentes”, las críticas borgesianas a Perón, como si plantear críticas al poder fuera una insolencia, una falta de respeto (justamente punible, por lo tanto), y hasta una ausencia de espíritu compasivo para con el pobre Teniente General. Personalmente, no veo escisión alguna entre la obra literaria de Borges y su pensamiento político: su célebre “Poema conjetural”, citado por Oviedo, es una clara toma de posición política, y no es casual que lleve al pie la fecha de 1943, año del ascenso de la facción militar nacionalista y filofascista en la Argentina. Si a nuestro polemista le molesta el pensamiento político de Borges debería examinar su admiración por la obra de éste, no criticar a quien le recuerda esa faceta que prefiere no ver en la obra del maestro.
En segundo término, llama poderosamente la atención que Oviedo nada diga sobre lo que ocupa todo el final de mi artículo: la vigencia, en el presente de nuestro país, de algunas notas del peronismo señaladas por Borges (en especial, la vocación autoritaria y verticalista del peronismo y la duplicidad del gobernante que predica la justicia social, la distribución de la riqueza, y se comporta como un nuevo rico, un rico que ha logrado su prodigioso enriquecimiento a través de la política), y el clima de intimidación que revelan las repercusiones que tuvo el artículo de Borges en su momento, que también parece encontrar ecos, crecientes, en la actualidad. Bastarían estas persistencias para demostrar que el antiperonismo de Borges dista mucho de ser un “estereotipo hueco”. También aquí sería interesante que Oviedo reflexionara y definiera su posición al respecto, para saber a ciencia cierta si lo que le incomoda en mi artículo es una eventual “simplificación” del pensamiento político de Borges o que se lo haya hecho presente, tan sólo glosándolo y vinculándolo con la situación actual de la Argentina.


P. A. / Córdoba, 27 de marzo, 2013.

sábado, 25 de mayo de 2013

Leyenda y realidad 
del peronismo

Una vieja página de Borges




Leí hace unas noches en el tomo de las conversaciones de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares que el primero publicó en el diario La Razón , en mayo de 1971, una página sobre el peronismo, titulada “Leyenda y realidad”, hoy recogida entre sus Textos recobrados . Fui a verlo.

El artículo, bastante medido –para ser de Borges– en su carácter polémico, tiene la finalidad de informar a los jóvenes sobre un período que no vivieron y que “un olvido cómplice o candoroso” ha tergiversado, construyendo en pocos años una imagen falsa.

Si con el adjetivo “cómplice” parece aludirse a la idealización del movimiento por parte del peronismo tradicional, con el adjetivo “candoroso”, en cambio, se diría que señala la ingenuidad con que cierta juventud nacionalista de izquierda hizo suya la bandera peronista, identificándola con la del pueblo argentino mismo, y pretendió incluso utilizar para sus propios fines el apoyo que el astuto viejo político le dio, hasta que decidió echar a los “jóvenes imberbes” de la Plaza de Mayo (que fue como decir del país) en un conocido episodio de la historia argentina.

Una semblanza irónica. Las críticas de Borges apuntan al carácter autoritario del peronismo, a su aire de familia con el fascismo italiano, a la demagogia, la censura, la corrupción económica y la corrupción moral (por ejemplo, a través de la práctica frecuente de la delación) que dominaron durante esos años. No pretende ser un estudio, sino una semblanza del llamado justicialismo, presentada con lenguaje llano y no exenta de ecuanimidad (personalmente, sólo le objetaría la reticencia acerca de las mejoras sociales del período).

Tal vez el párrafo más agudo, a mi juicio, por su ironía, sea aquel en que define a Perón como “un nuevo rico”, un nuevo rico que hubiera podido aprovechar su omnipotencia política para instaurar una “rebelión de las masas”, “enseñándoles con el ejemplo ideales distintos”, pero que “se redujo a imitar de manera crasa y grotesca los rasgos menos admirables de la oligarquía ilustrada que simulaba combatir: la ostentación, el lujo, la profusa iconografía, [...], el amor de los deportes británicos y el culto literario del gaucho.”

Notará el lector ese eficaz oxímoron entre el culto del nacionalismo campestre (hoy se preferiría denominarlo “nacional y popular”) y el gusto por los deportes británicos (el fútbol, por ejemplo), típico recurso humorístico de Borges en sus impugnaciones del nacionalismo, como cuando señala en otros textos, no sin verosimilitud histórica, que el nacionalismo es una moda importada de Francia.

Consecuencias. Termina el párrafo de manera incisiva y terrible (“Inundó el territorio del país con imágenes suyas y de su mujer. Su mujer, cuyo cadáver y cuyo velorio usó para fines publicitarios”) y concluye la nota con una sesgada alusión al Martín Fierro: “Perdóneme el lector el atrevimiento de haberle recordado males que todos conocen, pero que ahora inexplicablemente se olvidan.”

Parece que el artículo de Borges tuvo cierta repercusión en el país (fue reproducido en otros medios) y creó bastante alarma entre sus amigos. Silvina Ocampo, al enterarse, se enfureció y le señaló al amigo de su esposo el error que había cometido al publicarlo: “Los peronistas están en una guerra; te pueden hacer cualquier cosa”. Y luego le dijo a Bioy en privado: “Una compadrada con la que nos compromete a todos”.

Borges no le dio mayor importancia al asunto, pero muchos amigos temieron que pudiera ser secuestrado o que lo asesinaran, cosas nada improbables dadas sus costumbres rutinarias y los tiempos que comenzaban a vivirse en la Argentina (yo mismo me he preguntado a veces, al leer estas y otras declaraciones suyas sobre el peronismo, si no habrá pasado por la mente de varios sacarse de encima a ese incómodo escritor).

A los pocos días de publicada la nota, uno de los principales productores financieros de la película Los orilleros , con guion de Borges y Bioy Casares, “alarmado por lo que se viene”, decidió retirar su apoyo del proyecto. Tiempo después, luego de contarle a Bioy sobre la cantidad de cartas que recibía por su artículo periodístico, Borges comentó: “Esa publicación me va a hacer muy popular, si no me matan antes”.

Silvina estaba permanentemente preocupada, no dejaba que su marido lo fuera a buscar solo al amigo y en una ocasión, en que salieron de su casa sin avisarle, entró en pánico, dando por seguro que los habían secuestrado. En las calles de Buenos Aires, señala Bioy Casares, se leyeron por aquellos días carteles que proponían: “Muerte a Rojas y a Borges” (Rojas, por cierto, no alude al escritor Ricardo Rojas, sino al almirante).

La madre del poeta, en una ocasión en que atendió una de los tantas llamadas telefónicas con amenazas de muerte, aconsejó al anónimo asesino en potencia que se apurara a cumplir su propósito, porque ya estaba muy anciana, no fuera que ella se le muriera antes.

Paralelos. En fin, me ha parecido interesante recordar este episodio de la vida política de Borges por varias razones: en primer lugar, para destacar su coraje cívico, del que dio muestras en diversas oportunidades (también fue capaz a menudo de otro coraje más raro aún entre los intelectuales, el de aceptar y hacer públicos sus errores, como por ejemplo cuando asistió al juicio histórico de las juntas militares durante el gobierno de Raúl Alfonsín y reconoció su equivocación y su ignorancia sobre los horrores cometidos por la dictadura militar, que él había apoyado). En segundo lugar, para traer a la memoria de los lectores un texto de Borges ya olvidado. En tercer término, porque algunas facetas de la imagen del peronismo recordadas por el autor parecen tener su reflejo en nuestro presente, particularmente en esa vocación autoritaria del peronismo y en esa duplicidad del gobernante que predica la justicia social y se comporta como un nuevo rico, un rico que ha logrado su prodigioso enriquecimiento a través de la política; y, por último, porque también el clima de intimidación, de temor a opinar libremente, que dejan ver las repercusiones de la publicación de Borges, se diría que tiene un vago, inquietante y progresivo eco en nuestros días.


[En: “La Voz del Interior”, Córdoba, 10 de marzo, 2013]

jueves, 2 de mayo de 2013

Giuseppe Ungaretti

NO GRITEN MÁS




No griten más


Dejen de matar a los muertos,
No griten más, no griten
Si aún los quieren oír,
Si esperan no morir.

Son un susurro silencioso,
No hacen más rumor
Que el crecer de la hierba,
Feliz donde no pasa el hombre.


Giuseppe Ungaretti

[De El Dolor, Alción Editora, Córdoba, 1994,
Versión de Esteban Nicotra y Pablo Anadón]


*


Non gridate più


Cessate d'uccidere i morti,
Non gridate più, non gridate
Se li volete ancora udire,
Se sperate di non perire.

Hanno l'impercettibile sussurro,
Non fanno più rumore
Del crescere dell'erba,
Lieta dove non passa l'uomo.


Giuseppe Ungaretti

[Il Dolore, Mondadori, Milán, 1947]

sábado, 6 de abril de 2013

Juan Rodolfo Wilcock

LAGO DE GINEBRA





Lago de Ginebra



Allá sobre la loma está la lápida
de mi abuelo: un ciprés ha recubierto
las letras; se llamaba Rodolfo Romegialli.
Allá abajo está el lago de agua dulce
donde nadó mi abuela de muchacha,
tendida y bella como ahora su esqueleto;
se llamaba Maria Morgenegg.

Yo también, en el bosque escarpado de abetos,
a mitad de camino entre el lago y las tumbas,
soy otro, algo más joven, que de América
regresa aquí, al lugar de sus orígenes,
aún libre y sano. No es posible
que yo haya sido él, me parece imposible.

¿Cuál fue el somnífero, o la enfermedad?
Y hoy me despierto en un mundo de idiotas
que preparan absortos el torvo advenimiento
de algún Rey Sol marxista y de su Corte.
En la espera producen un bullicio que aturde.

Y yo que en ese bosque los habría barrido
lejos con una mano como hojarasca seca
si sólo los hubiera imaginado,
me encuentro ahora en esta tierra yerma
rodeado de una piara de marranos
malignos, repugnantes, fantasmales.

¿He hecho mal, abuelos, en regresar a Europa?
Una especie de amor me atrajo aquí:
vine, bebí el amor, perdí el sentido.
Pero cuando este amor haya apurado
seré esqueleto también yo en el bosque
que separa del lago al cementerio.


Juan Rodolfo Wilcock

[Versión de Pablo Anadón,
Río Cuarto, 24-IX-12]


*


Lago di Ginevra



Là sul colle è la lapide di mio nonno,
un cipresso ha coperto la scritta;
si chiamava Rodolfo Romegialli,
e quel cipresso ha la mia età.
Giù invece è il lago d’acqua senza sale
dove mia nonna nuotava da ragazza
distesa e bella come adesso il suo scheletro;
si chiamava Maria Morgenegg.

Anch’io nel bosco ripido di abeti
a metà strada tra il lago e il cimitero,
sono un altro, più giovane, americano
tornato al lugo delle origini,
libero ancora e sano. Non è possibile
ch’io sia stato lui, sembra impossibile.

Che sonnifero ho preso, che malattia?
E ora mi sveglio in un mondo di idioti
intenti a preparare il losco avvento
di un Re Sole marxista e la sua Corte.
Nell’attesa fanno un chiasso che assorda.

E io che in quel bosco li avrei spazzati
via con una mano come foglie secche
se soltanto li avessi immaginati,
mi trovo adesso in questa terra brulla
con tutt’intorno un branco di maiali
maligni, rivoltanti, fantasmali.

Ho fatto male, nonni, a tornare in Europa?
Una specie di amore mi attirava:
venni, bevvi l’amore e persi i sensi.
Ma quando questo amore sarà speso
potrò essere anch’io scheletro nel bosco
che separa il cimitero dal lago.


Juan Rodolfo Wilcock

[De: J. Rodolfo Wilcock, Poesie,
Adelphi, Milano, 1980, pp. 150-151]