sábado, 1 de agosto de 2020



Matthew Arnold

La Playa de Dover


Philip Dutie, Dover Beach 


La Playa de Dover

El mar está tan calmo en esta noche.
Es alta la marea, y se recuesta
La luna, hermosa, sobre los estrechos;
En la costa francesa resplandece
La luz, se aleja, y los acantilados
De Inglaterra en la sombra se vislumbran
Vastos en la pacífica bahía.
¡Ven, es tan dulce el aire de la noche
En la ventana! Solamente escucha
Ese rumor desde la larga línea
De espuma donde el mar se une a la tierra
Blanca de luna... Oye el rugido áspero
De los guijarros que el oleaje arrastra
Y otra vez los arroja cuando vuelve
A lo alto de la playa, empieza, y cesa,
Y luego nuevamente recomienza,
Con lenta y trémula cadencia, y trae
La eterna nota de la melancolía.

Una vez, allá lejos y hace tiempo,
Sófocles lo escuchó en el mar Egeo,
Y le evocó el turbio flujo y reflujo
Del sufrimiento humano; así, nosotros
Hallamos asimismo un pensamiento
Al escuchar ese sonido aquí,
A orillas del distante mar del norte.

Hubo un Mar de la Fe
También, pleno, y rodeaba
Las costas de la tierra, y se extendía
Como los densos pliegues
De una faja ceñida y deslumbrante.
Ahora, sin embargo, sólo escucho
Su largo, fugitivo, melancólico
Rugido en retirada, que se aleja
En el soplo del viento de la noche
Por la arena desnuda, hacia los lindes
Monótonos y vastos del planeta.

¡Amor, ah, seamos fieles
El uno al otro! Porque en este mundo,
Que ahora pareciera que se tiende
Como un país de ensueño ante nosotros,
Tan variado, tan nuevo, tan hermoso,
No hay, en realidad, ni amor ni dicha,
No hay luz, ni paz, ni una certeza,
No hay consuelo ni alivio al sufrimiento;
Y aquí estamos los dos
Como en una llanura en que oscurece,
Sitiada por confusas
Alarmas de batallas y de fugas,
Donde ciegos ejércitos combaten en la noche.

Matthew Arnold

[Versión de P. A.
Córdoba, 02-VIII-20]

*

Dover Beach

The sea is calm tonight.
The tide is full, the moon lies fair
Upon the straits; on the French coast the light
Gleams and is gone; the cliffs of England stand,
Glimmering and vast, out in the tranquil bay.
Come to the window, sweet is the night-air!
Only, from the long line of spray
Where the sea meets the moon-blanched land,
Listen! you hear the grating roar
Of pebbles which the waves draw back, and fling,
At their return, up the high strand,
Begin, and cease, and then again begin,
With tremulous cadence slow, and bring
The eternal note of sadness in.

Sophocles long ago
Heard it on the Ægean, and it brought
Into his mind the turbid ebb and flow
Of human misery; we
Find also in the sound a thought,
Hearing it by this distant northern sea.

The Sea of Faith
Was once, too, at the full, and round earth’s shore
Lay like the folds of a bright girdle furled.
But now I only hear
Its melancholy, long, withdrawing roar,
Retreating, to the breath
Of the night-wind, down the vast edges drear
And naked shingles of the world.

Ah, love, let us be true
To one another! for the world, which seems
To lie before us like a land of dreams,
So various, so beautiful, so new,
Hath really neither joy, nor love, nor light,
Nor certitude, nor peace, nor help for pain;
And we are here as on a darkling plain
Swept with confused alarms of struggle and flight,
Where ignorant armies clash by night.

Matthew Arnold