miércoles, 7 de agosto de 2013

Tres viejos poemas
para mi hija Mariana
hoy, en su cumpleaños



  
Estampa de Mariana al despertar


Aquí llega Mariana, la pequeña,
medio trastabillante,
con el pelo revuelto
y su trapo del sueño en una mano;

asoman bajo el camisón
piernitas finas y grandes pantuflas
con cara de oso:
me ha dado un beso y sigue

por el pasillo oscuro, restregándose
los ojos con el dorso de la mano,
hacia el sol que deslumbra en la cocina
a tomar su tazón del desayuno

cantando la canción de Manuelita.


*


Invierno

a Francisco, Irene, Mariana

Y los hijos se alejan
hacia la escuela, bajo el mediodía
de invierno. Nos quedamos
en una esquina con la más pequeña,
mientras los otros dos se van por la avenida:
cada tanto se vuelven y saludan.

Los miramos callados, con un poco
de frío. Luego, regresamos
dando un rodeo por la orilla del arroyo,
mientras juntamos las ramitas secas
y la corteza de los eucaliptos

(chisporrotea arriba,
entre el oleaje opaco de las hojas y el cielo,
verde y oro, un delirio
de loros alarmados):

así, cuando esta tarde lleguen
de la escuela los chicos
con la mochila a cuestas
frotándose las manos ateridas
y abran la puerta dándose empujones,
encontrarán, como una bienvenida,
las llamas rojas en el hueco negro,
el olor y el crujido de la leña,
un poco de calor y un resplandor
que a lo mejor les dure, ya olvidados,
para toda la vida.


*


La taza azul

a Mariana

A esta tacita de café
del mediodía y de la medianoche
algún otro poeta de más genio
debería escribirle su elogio merecido.

A mí el aliento
apenas si me alcanza
para decir el sorbo de alegría
que le agrega a mi vida diariamente.

Un poco de café
con su hebra vaga de humo,
y el alma sin sosiego se hace amiga
del tiempo, de las horas sin sentido.

(Si además el pocillo
llega en las manos de una niña,
ya se parece a la felicidad).


P. A.

[Poemas de los libros
El trabajo de las horas (1994-2004),
Ediciones del Copista, Colección “Fénix”, Córdoba, 2006,
y Estudios de la luz (2005-2007),
Editorial Pre-textos, Colección “Cruz del Sur”, Valencia, 2010]

2 comentarios:

  1. A veces, como en este caso, la poesía es también un viejo álbum de fotos. Y no es fácil decidir (ni hace falta tampoco) qué es lo que emociona más, si el arte o la evocación provocada por el arte. Son todo uno, después de todo. ¿No es una parte del tesoro íntimo haber sido testigo de la infancia de alguien? Siquiera momentáneo y casi esporádico testigo. Feliz cumpleaños, aunque sea tarde, a la querida niñita de la foto, apenas un poco mayor, quizá, que ésta que ahora a mi lado saca y pone los lápices de una lata y parece que siempre será así, una bebita de pañal y chupete...

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  2. Muchas gracias, hermano, por tus hermosas palabras. Le transmitiré a la niña - ya adolescente - de la foto tu saludo, porque es una lectora de todo, salvo de lo que escribe su padre (se ve que tiene buen sentido crítico). Besos para la niñita que juega con los lápices y para su madre, y un fuerte abrazo para vos.

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