lunes, 20 de julio de 2020



Vittorio Sereni

Segundo miedo

Con un comentario 
de Alfonso Berardinelli




Segundo miedo

No hay nada de temible
en la voz que me llama
de la calle, debajo de mi casa,
precisamente a mí,
en una hora de la noche:
es sólo un breve despertar de viento,
una lluvia fugaz.
Cuando dice mi nombre no enumera
mis faltas, no me arrostra mi pasado.
Con dulzura (Vittorio
Vittorio) me desarma, me arma
a mí contra mí mismo.

Vittorio Sereni

[Versión de P. A.
Córdoba, 20-VII-20]

*

Paura seconda

Niente ha di spavento
la voce che chiama me
proprio me
dalla strada sotto casa
in un’ora di notte:
è un breve risveglio di vento,
una pioggia fuggiasca.
Nel dire il mio nome non enumera
i miei torti, non mi rinfaccia il passato.
Con dolcezza (Vittorio,
Vittorio) mi disarma, arma
contro me stesso me.

Vittorio Sereni

[De Stella variabile, 1981,
Tutte le poesie, Mondadori, 1987, pag. 268]

*

Como el título indica, apenas irónico e incluso demasiado asordinado, este poema sigue a otro también sobre el miedo. Dos miedos, entonces, o dos tipos diferentes de miedo que Vittorio Sereni cuidadosamente registra en su último libro, Stella variabile, de 1981, aparecido cerca de un año antes de su muerte. El otro miedo (del cual se habla en “Primer miedo”) contenía una imagen neta y violenta, casi una escena de acción paroxísticamente agitada y el deseo de ser “liquidado” lo antes posible por un verdugo, por un killer.
En este nuevo y diverso miedo, en cambio, ese alguien que va en busca del autor, que lo sigue para ejecutar una oscura sentencia de muerte, no usa armas de fuego. Aquí el miedo ha tomado la forma de la invocación, de la apelación, del llamado, hacia algo, hacia un extraño más allá, o la forma de un insistente pedido sin contenido manifiesto. Y es una voz de dulzura, podría ser una voz femenina, podría ser una expresión o un reproche de amor. Como dice el primer verso, es ese particular tipo de miedo (miedo de sí mismos más que miedo por sí mismos) que excluye el espanto. Un miedo endógeno, un remordimiento que emerge desde el fondo de la conciencia. Pero también como remordimiento es bastante extraño: esa voz “no enumera mis faltas, no me arrostra el pasado”. El remordimiento estará presente en la entonación del llamado, y tal vez sea el poeta que está a punto de acusarse a sí mismo. Es él que siente sus errores y su pasado como peso y como culpa. Justamente porque no le son reprochados, es él quien los recuerda. Mientras la acusación explícita y directa hiere el amor propio y lo empuja a afirmarse en sí mismo y a armarse de defensas, aquella invocación reiterada que no acusa de nada y que no provoca temor tiene un poder mucho más grande, el de desarmar al yo, armándolo contra sí mismo en vez de armarlo contra quien lo acusa y contra la agresión externa.
Por eso este miedo “segundo” es más intenso, más liberador que el primero. Al no ser un verdadero miedo, ni solamente un miedo (todo miedo es muchas cosas), sino un simple ser llamados por el nombre en un exceso de proximidad, tiene el efecto de poner al yo especularmente delante de sí mismo, contra sí mismo. El yo que es yo, que se identifica con el nombre propio y que no logra olvidarse, ahora termina por ya no saber quién es cuando ese nombre resuena en la noche, pronunciado quién sabe por quién, casi en sueños, y en duermevela, lavado por una “lluvia fugaz”. Así el miedo es el estremecimiento de la disociación de sí, de no coincidir más con la imagen que el propio nombre crea. Es el estremecimiento de miedo y de alivio por la pérdida del yo en el momento en que es llamado a sí mismo, para que se libere de sí mismo.
Pier Vincenzo Mengaldo, quien con Franco Fortini ha sido el crítico más agudo y comprometido en la lectura de la poesía de Sereni, ha insistido en el uso casi obsesivo de la repetición. El ensayo “Iterazione e specularità in Sereni” analiza el perpetuo confrontarse de pasado y presente y el dinamizarse o pluralizarse de una situación inmóvil, repetitiva y sufrida por Sereni a causa de esta propia inmovilidad repetitiva. Sereni (escribe Mengaldo) “se califica típicamente como poeta de la inseguridad, de la identidad amenazada”. Y luego: “Su poesía nace fundamentalmente como consecuencia y tentativa de reparación de una herida no cicatrizada, de una falta, una laguna que se encuentran en los orígenes, y que se convierten en culpa, de donde proviene la frecuencia de situaciones e imágenes de orden procesal”. Aquí la acusación más dura es aquella callada por dulzura, es aquella que resuena y se esconde en una voz oscuramente familiar.

Alfonso Berardinelli

[Traducción de P. A.
De: Alfonso Berardinelli, Cento poeti,
Mondadori, Milano, 1991, págs. 314-316]

Vittorio Sereni (Luino, 1913 – Milán, 1983) entró en contacto con los herméticos florentinos y se licenció en Letras con una tesis sobre Guido Gozzano. Desde 1943 fue prisionero por dos años en Argelia y en Marruecos, y su Diario d’Algeria es considerada la obra poética italiana más importante en ocasión de la Segunda Guerra Mundial. Fue primero profesor y luego ha trabajado en la empresa Pirelli y finalmente en la Mondadori. Sus poemas han sido reunidos en un tomo de la colección Lo Specchio de la Mondadori, Tutte le poesie (Mondadori, Milán, 1986). Son notables sus textos en prosa Letture preliminari (Liviana, 1973) y Gli immediati dintorni (Il Saggiatore, 1962 y 1983).

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