Vladimir Maiakovski
Amor
Versos
del poema Amor
y
comentario de Alfonso Berardinelli
Amor
Tal
vez,
quizás
un día
por
alguna alameda del zoológico
ella,
ella que amó a los animales,
entrará
en el jardín,
sonriente,
como
en la foto encima de la mesa.
Ella
es tan bella
que
renacerá sin duda.
Vuestro
siglo
Treinta
superará
el enjambre
de
minucias que el corazón destrozan.
Entonces
nos recompensaremos
del amor no vivido
en
infinitas noches estrelladas.
¡Resucítame,
aunque
más no sea porque
como un poeta
te
he esperado
repudiando
el absurdo de los días!
¡Resucítame,
aunque más no sea por
esto!
¡Resucítame:
quiero vivir toda mi vida!
[…]
1923
Vladimir Maiakovski
[Versión
de P. A.
Córdoba,
19-VII-20]
*
Любовь
Может,
может
быть,
когда-нибудь
дорожкой
зоологических аллей
и она —
она
зверей любила —
тоже
ступит в сад,
улыбаясь,
вот
такая,
как на
карточке в столе.
Она красивая —
ее, наверно,
воскресят.
Ваш
тридцатый
век
обгонит стаи
сердце раздиравших мелочей.
Нынче недолюбленное
наверстаем
звездностью бесчисленных ночей.
Воскреси
хотя
б за то,
что я
поэтом
ждал тебя,
откинул
будничную чушь!
Воскреси меня
хотя б за это!
Воскреси —
свое дожить хочу!
[…]
1923
Владимир Маяковский
*
Si
Eliot era atormentado por el retorno del pasado, por la presencia del pasado en
el presente y por la tradición, Maiakovski fue devorado por la revolución y por
el futuro ("Arruinado por el futuro", dice Pasternak). Para Eliot el
presente no se mantiene en pie sin el pasado. Para Maiakovski el presente no
tiene sentido y no se sostiene sobre sus piernas sin el futuro. El futuro fue
todo para Maiakovski: nueva humanidad, integración de todos los ámbitos de la
vida que la opresión secular y la hipocresía burguesa han separado.
Bolcheviquismo y Cubo-Futurismo debían ser una cosa sola, forma sustancial y
sustancia formal de la nueva cultura soviética.
La
obra y la vida de Maiakovski son un ciclón en el cual nada puede entrar si no
es en virtud de un excepcional dinamismo, el de su personalidad y de los años
revolucionarios en los que vivió: desde cuando, adolescente, abandona la
escuela para hacerse revolucionario, hasta el día de su suicidio, a los
treintaiséis años, en 1930 (un tiro de pistola en el corazón, después de una
pelea con la joven actriz Veronika Polonskaia). Maiakovski trabaja para su arte
revolucionario como un titán infatigable, como un niño que no ha aprendido a
controlar la medida de los propios gestos y que se mueve imaginando que a su
alrededor hay un espacio sin límites. Excesivo, grotesco, tierno, impiadosamente satírico, escribe y dibuja poemas, viñetas, eslóganes, manifiestos, obras
teatrales. Lo que siempre tenía delante de los ojos, viviendo y escribiendo,
era una visión desmesurada, un juego pirotécnico de dimensiones cósmicas. O
bien era la espera de la resurrección, una resurrección terrestre, física, que
los científicos omnipotentes del futuro le regalarían. Lo harán callar la
agonía de la revolución, la agonía del amor y un espacio social y político que
para él y para los artistas había parecido momentáneamente enorme, pero que se
reduce, en el curso de los años 20, a una prisión burocrática.
En
el poema "De esto" (que concluye con la sección "Amor",
aquí presentada), escrito en 1922-1923, Maiakovski se dirige al científico del
futuro que finalmente tendrá el poder de devolver la vida a los muertos. Le
ruega no olvidarlo, no pasarlo por alto cuando encuentre su nombre:
"¡Hazme resucitar!". Es una plegaria encarecida, infantil, llena de
amor por ella (Lili Brik), llena de amor a sí mismo (Volodia Maiakovski). El
futuro devoraba el presente y el presente se volvía cada vez más estrecho. El
último año de su vida será un año de desilusiones, de fracasos, de cansancios.
Amores infelices, dificultades con la cultura oficial, y el eterno estribillo,
cada vez más insistente: "Las masas no te entienden". Un lunes de
marzo, en 1930, por la mañana, Maiakovski quería que Veronika Polonskaia se
quedara con él, pero ella tenía que correr al teatro: "Cuando una ha
logrado conquistar un trabajo interesante como el del Teatro del Arte no puede
convertirse en la esposa de un marido, aunque se trate de un gran hombre como Maiakovski
[...] Me fui. Estaba a pocos pasos del portón. Oí un disparo. Me fallaron las
piernas, comencé a gritar". Dos días antes, aquel que Stalin definirá
"el más grande poeta de nuestra época soviética", había escrito en su
última carta: "Si muero no culpen a nadie. Y, por favor, nada de chismes.
El difunto no podía soportarlos [...] La barca del amor se ha estrellado contra
la vida de todos los días [...] Ustedes que siguen vivos, que sean
felices". La conclusión que quiso fue ésta.
Alfonso Berardinelli
[Traducción
de P. A.
De: Alfonso Berardinelli, “Cento poeti”
Mondadori, Milano, 1991, págs. 194-196]
¡Hermoso poema y traducción, Pablo!
ResponderEliminarVoy a venir más seguido por aquí.
¡Felicitaciones!
Me quedé reflexionando sobre la ventaja o desventaja para el lector al ubicar de esa manera los versos... Me gustaría saber tu opinión al respecto.
Saludos.