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miércoles, 8 de abril de 2020



Konstantino Kavafis

Muros




Muros

Sin consideración, sin pudor, sin piedad,
me han rodeado de muros, altos muros macizos.

Y ahora me siento aquí, desesperado y solo,
sólo pensando en cómo mi mente roe el destino.

Porque aún había tanto por hacer allá afuera.
¡Cómo fue que no vi que alzaban esos muros!

Nunca escuché albañiles, nunca un solo sonido.
Imperceptiblemente, me han clausurado el mundo.

Konstantino Kavafis

[Versión de P. A.
para uso personal,
Córdoba, 08-IV-20]

*

Τείχη

Χωρίς περίσκεψιν, χωρίς λύπην, χωρίς αιδώ
μεγάλα κ’ υψηλά τριγύρω μου έκτισαν τείχη.

Και κάθομαι και απελπίζομαι τώρα εδώ.
Άλλο δεν σκέπτομαι: τον νουν μου τρώγει αυτή η τύχη·

διότι πράγματα πολλά έξω να κάμω είχον.
A όταν έκτιζαν τα τείχη πώς να μην προσέξω.

Aλλά δεν άκουσα ποτέ κρότον κτιστών ή ήχον.
Aνεπαισθήτως μ’ έκλεισαν από τον κόσμον έξω.

Κωνσταντίνος Καβάφης

martes, 1 de enero de 2019



Konstantino Kavafis

Ítaca





Ítaca

Cuando decidas regresar a Ítaca
ruega que sea una larga travesía,
pródiga en aventuras y en hallazgos.
Ni a Lestrigones temas, ni a los Cíclopes,
ni al iracundo Poseidón le temas:
con ellos no darás en tu camino
mientras tu pensamiento sea elevado,
mientras sea genuino el sentimiento
que tu cuerpo y tu espíritu posee.
Cíclopes, Lestrigones, Poseidón,
no saldrán a tu encuentro, si no están
en tu alma, si tu alma no los llama.

Ruega que sea una larga travesía.
Que sean muchas mañanas de verano
las que te vean finalmente entrar
―y con cuánta alegría― en nuevos puertos,
tantos puertos que nunca has conocido.
Demórate en emporios de fenicios,
compra en ellos hermosas mercancías:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
perfumes variados y preciosos,
cuantos perfumes voluptuosos puedas.
Visita las ciudades en Egipto,
aprende allí de sus hombres sapientes.

Debes tener siempre en tu mente a Ítaca.
Llegar a ella habrá de ser tu meta.
Pero no te apresures en el viaje.
Será mejor que dure muchos años,
que atraques en tu isla siendo viejo,
rico de cuanto en tanto atesoraste,
sin esperar de ella otras riquezas.

Ítaca ya te dio el hermoso viaje.
Sin ella no te habrías embarcado.
Ya nada más podría darte Ítaca.
Y si la encuentras pobre, no por esto
te habrá engañado Ítaca. Al fin sabio
de todo lo aprendido en el trayecto,
para entonces sabrás qué son las Ítacas.

Konstantino Kavafis

[Versión de P. A.,
para uso personal, en base
a otras traducciones del castellano,
del italiano, del inglés, del francés y del ruso,
dedicada a Mili Atenea Ginoris Adán,
traductora griega residente en Ítaca,
Ranchos, 30-XII-18 – 01-I-19]

*

Ιθάκη

Σα βγεις στον πηγαιμό για την Ιθάκη,
να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος,
γεμάτος περιπέτειες, γεμάτος γνώσεις.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον θυμωμένο Ποσειδώνα μη φοβάσαι,
τέτοια στον δρόμο σου ποτέ σου δεν θα βρεις,
αν μένη σκέψις σου υψηλή, αν εκλεκτή
συγκίνησις το πνεύμα και το σώμα σου αγγίζει.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον άγριο Ποσειδώνα δεν θα συναντήσεις,
αν δεν τους κουβανείς μες στην ψυχή σου,
αν η ψυχή σου δεν τους στήνει εμπρός σου.

Να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος.
Πολλά τα καλοκαιρινά πρωιά να είναι
που με τι ευχαρίστησι, με τι χαρά
θα μπαίνεις σε λιμένας πρωτοειδωμένους·
να σταματήσεις σεμπορεία Φοινικικά,
και τες καλές πραγμάτειες ναποκτήσεις,
σεντέφια και κοράλλια, κεχριμπάρια κέβενους,
και ηδονικά μυρωδικά κάθε λογής,
όσο μπορείς πιο άφθονα ηδονικά μυρωδικά·
σε πόλεις Aιγυπτιακές πολλές να πας,
να μάθεις και να μάθεις απτους σπουδασμένους.

Πάντα στον νου σου νάχεις την Ιθάκη.
Το φθάσιμον εκεί είνο προορισμός σου.
Aλλά μη βιάζεις το ταξείδι διόλου.
Καλλίτερα χρόνια πολλά να διαρκέσει·
και γέρος πια ν’ αράξεις στο νησί,
πλούσιος με όσα κέρδισες στον δρόμο,
μη προσδοκώντας πλούτη να σε δώσει η Ιθάκη.

Η Ιθάκη σ’ έδωσε τ’ ωραίο ταξείδι.
Χωρίς αυτήν δεν θάβγαινες στον δρόμο.
Άλλα δεν έχει να σε δώσει πια.

Κι αν πτωχική την βρεις, η Ιθάκη δεν σε γέλασε.
Έτσι σοφός που έγινες, με τόση πείρα,
ήδη θα το κατάλαβες η Ιθάκες τι σημαίνουν.

Κωνσταντίνος Καβάφης

viernes, 3 de julio de 2015

KONSTANTINO KAVAFIS

Termópilas





Me acuerdo que, allá lejos y hace tiempo, cuando tenía veinte años y estudiaba en la universidad, el querido profesor Oscar Caeiro me invitó a participar en una mesa sobre la traducción de poesía en el Instituto Goethe. Escribí entonces las primeras palabras sobre este oficio tan grato e ingrato a la vez, el de la traducción. Grato, digo, porque uno disfruta de las delicias de la artesanía poética, sin las angustias que a veces conlleva la creación original. E ingrato, porque la insatisfacción con los resultados suele ser mayor aún que con la creación original, y porque siempre son logros precarios: por una parte, es raro que una traducción sea perdurable, ya que la afecta rápidamente el paso del tiempo, el cambio de poéticas, de modas, de lenguaje, y cada generación propone sus propias versiones; y por la otra, el buen lector de poesía por lo general desconfía de una traducción, la lee, digamos, con ojos más precavidos e incrédulos que a un texto original. Bueno, no conservo las páginas que escribí para aquella mesa de traductores, pero recuerdo una metáfora que usé para ilustrar lo que me llevaba a intentar una traducción. Dije que lo que me impulsaba a traducir poesía se parecía a lo que lleva a alguien a reproducir en el piano ―o tararear al menos― una melodía que lo ha encantado y que no puede sacarse de la cabeza, o a un enamorado a bosquejar los rasgos de la amada, e incluso ―esa práctica adorable de la adolescencia― a escribir una y otra vez el nombre querido, que es para su oído una especie de talismán sonoro. Es decir, la traducción como una manera de hacer propio, con los medios que uno tiene, un objeto de admiración, cuando no de devoción. Me acordaba de esta metáfora de mi juventud anoche, cuando la relectura de poemas de Konstantino Kavafis, en una edición que tiene en la portada, con mi letra de entonces, debajo de mi vacilante firma, la fecha 1981, me hizo tratar de decir con mis palabras, en base a la traducción de ese libro (“Poesías completas” de Kavafis, Hiperión, Madrid, 1976, traducción de José María Álvarez), uno de los poemas del poeta alejandrino que llevo en la memoria desde aquel tiempo, “Termópilas”. Aquí esa versión personal, para uso personal, de alguien que ignora todo del idioma en que está escrito el texto original, el griego moderno.

Termópilas

Honor a aquéllos que en su vida
Han decidido defender Termópilas:
Sin apartarse nunca del deber,
Siempre justos y rectos en sus actos;
Piadosos, compasivos; generosos
Si son pudientes, y también si son
Pobres, modestamente generosos,
Cada uno de acuerdo con sus medios;
Siempre veraces, pero sin guardar
Rencor a quien no puede no mentir.

Y más honor a aquéllos que prevén 
(Y muchos son los que prevén)
Que al fin Efialtes aparecerá
Y finalmente pasarán los persas.

Konstantino Kavafis


[Versión de P. A.,
para uso personal,
Córdoba, 03-VII-15]

miércoles, 1 de julio de 2015

KONSTANTINO KAVAFIS

EN EL ATARDECER





Siempre pensé, viendo los originales de los poemas de Kavafis, que las traducciones habituales en verso libre no les hacían plena justicia desde el punto de vista rítmico. Hace unos años le pedí a una estudiante chipriota, Noelia Onisifora, que leyera en clase el poema “La ciudad”, uno de sus preferidos, en griego, y comprobé al escucharla mi presunción: era de una marcada musicalidad, con acentuada métrica y rima. Ignoro plenamente el griego antiguo y el griego moderno, pero aquí he intentado una versión en verso blanco de uno de los poemas que más quiero del poeta de Alejandría, “En el atardecer”, una de cuyas líneas, “Un eco de los días de placer”, citada en el soneto “Releyendo a Kavafis”, sirvió de título a una selección de mis poemas recientes que la revista “Hablar de poesía” tuvo la generosidad de publicar el año pasado. La presente versión, o recreación para uso personal, fue realizada en base a la traducción de José María Álvarez (“Poesía completa” de Konstantino Kavafis, Hiperión, Madrid, 1976). La dedico, claro, a Noelia, así como a mi maestro Horacio Castillo, quien también me había hablado, allá lejos y hace tiempo, en mi adolescencia, de la estructura formal de la poesía de Kavafis.


En el atardecer


Todo aquello, por cierto, no podía durar.
Los años de experiencia así lo enseñan.
Pero qué abruptamente cambió todo.
Qué fugaz que fue aquella hermosa vida.

Sin embargo, qué intensos los perfumes,
En qué espléndidos lechos nos tendimos,
A qué placeres dimos nuestros cuerpos.
Un eco de los días de placer,

Un eco volvió a mí de aquellos días,
Las cenizas del fuego juvenil:
Tomé en mis manos otra vez tus cartas,
Las leí y releí hasta que se extinguió la luz.

Y salí melancólico al balcón,
Salí para cambiar de pensamientos
Mirando un poco la ciudad amada,
Un poco el movimiento de sus calles y tiendas.



Konstantino Kavafis


[Versión, para uso personal, 
de P. A., Córdoba, 30-VI-15]

lunes, 16 de junio de 2014

KONSTANTINO KAVAFIS

Las ventanas




Hace algunos años, una estudiante chipriota, Noelia Onisifora, que asistía a mis cursos de Literatura Hispanoamericana para extranjeros, nos leyó en clase, en el original, un par de poemas de Konstantino Kavafis. Además de la maravilla de escuchar en griego, de labios de una jovencita que creció hablando esa lengua, poemas tantas veces leídos en traducciones, me admiró la musicalidad cadenciosa de los versos y la presencia de la rima. Esto me confirmó de manera vívida, digamos, lo que me había referido años atrás Horacio Castillo sobre la composición métrica de la poesía de Kavafis. Aquí ofrezco un intento de “retraducir”, en una versión medida y rimada en castellano, uno de los primeros textos del poeta alejandrino que leí, cuando era aún adolescente, en una página sepia, que todavía conservo, del suplemento literario de “La Prensa”, justamente en traducción de mi querido maestro. Presento aquí, pues, las dos versiones de “Las ventanas”: la primera, en verso libre, de Castillo, y luego mi ejercicio de versión métrica, para uso personal (no sé nada de griego). En el penúltimo verso, aunque la palabra “tormento” empleada por Castillo me venía bien para mantener la asonancia que utilicé en el resto del texto, opté al fin por “tiranía”, que aparece en otras traducciones consultadas y que tiene para mí una fuerza especial. Dedico esta versión indirecta a Horacio Castillo, in memoriam, y, claro, a Noelia, cuya lejana lectura me sirvió de estímulo para este ejercicio. Es un poema que, en estos días, he recordado a menudo.


LAS VENTANAS

En estos oscuros cuartos donde paso
días pesados, voy de un lado al otro
para hallar las ventanas. –Cuando se abra
una ventana será un consuelo–.
Pero las ventanas no aparecen, o yo no puedo
hallarlas. Y quizás sea mejor que no las encuentre.
Quizás la luz sea un nuevo tormento.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.

KONSTANTINO KAVAFIS

[Versión de Horacio Castillo,
en su antología Poesía griega moderna,
Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1997]


*


LAS VENTANAS

En los cuartos oscuros donde paso
estos días de agobio, me paseo
de un lado al otro en busca de ventanas.
Si alguna se abre me dará un consuelo–.
Pero ninguna existe, o yo no logro
encontrarla. Y tal vez, si es que no puedo
hallarla, sea mejor. Porque la luz
quizá traiga una nueva tiranía.
Quién sabe qué otras cosas mostraría.

KONSTANTINO KAVAFIS

[Versión, para uso personal,
de P. A., Córdoba, 16-VI-14]