Sergio
Solmi
Sobre una
tumba
Vista de Rocciamelone |
Sobre una
tumba
I
A la vista del mar
que tanto amabas (esa franja
turquesa está allá abajo, arde el
color
de flores en la tierra removida,
el ciprés más esbelto sube a
pico,
pronto el verano, en la
estridencia
de las cigarras, enloquecerá,
en el deslumbramiento del
oleaje),
detrás de ti se ha recluido sin
grietas el pétreo, colorido muro,
el hueco oscuro queda en mí, que
a tientas
te busco como un niño avergonzado.
Tanto existías, casi inadvertida.
II
¡Y qué bermejas que se
dispersaban
sobre el Rocciamelone las cenizas
del crepúsculo (y las reverberaba
el cuarto humilde)! ¡Oh las descubiertas
cartas, los corazones cerrados!
Si pudiésemos,
temblorosos, al vuelo descender
por los arcos del tiempo
nuevamente,
con estática mano
tocar las estructuras estupendas
del destino, ¡ay, de pronto
debería
estallar nuestro pecho
quebradizo!
Si el lamento infantil pudiese
atravesar
este valle veteado
de sólidos fantasmas, y
encontrarte
otra vez, en un propio paraíso
del corazón. Pero ese friso frágil
que dibujamos juntos, que aquí
abajo
entrelazamos, fue para “otros”.
Aquí abajo no soy más que mi
historia,
la historia de este gajo de tu
carne,
que hoy ofendido iguala
la sal y el hielo de las lágrimas
a ese gimiente humor de un tronco
desarraigado. Que es
el único sentido de estas palabras mías,
el único sentido de estas palabras mías,
hasta que ya no tengan más sentido
que el monótono, inmenso
rumor del viento sobre nuestras
tumbas.
Sergio
Solmi
[Versión de P. A.
Villa
Dolores, 03-I-18]
*
Sopra una tomba
I
Alla
vista del mare
che
tanto amavi (la banda
di
turchino è laggiù, brucia il colore
dei
fiori sulla terra smossa, a picco
svetta
il più snello cipresso, tra poco
l’estate
impazzirà nello stridore
dell’insetto,
nel balenio dell’onda),
dietro
di te s’è rinserrato senza
crepe
il compatto, colorito muro,
la
buca d’ombra resta in me, che brancolo
a
cercarti come un bambino irriso.
Tanto
esistevi, e quasi non pareva.
II
Come
vermiglie sfaldavano
sul
Rocciamelone le ceneri
del
crepuscolo (e l’umile
stanza
ne riverberava)! Oh le carte
squadernate,
ed i cuori chiusi! A volo
potessimo
tremanti ridiscendere
lungo
le arcate del tempo, toccare
con
estatica mano le strutture
stupende
del destino, ahi che dovrebbe
di
schianto, il nostro
esile
petto esplodere! Potesse
l’infantile
lamento attraversare
questa
conca screziata
di
solidi fantasmi, e ritrovarti
in
un paradiso del cuore. Ma il fregio
labile
che disegnammo, intrecciammo
quaggiù,
fu per “altri”. Quaggiù
non
sono che la mia storia, la storia
di
un tuo ramo di carne, che oggi offeso
il
sale eguaglia
e il
gelo delle lacrime all’umore
gemente
da un tronco divelto. Ch’è il solo
senso
di queste mie parole, fino
a
quando non avranno
più
senso dell’eguale, sterminato
brusìo
del vento sulle nostre tombe.
(1955)
Sergio Solmi
[Dal balcone (1968), en:
Poesie, meditazioni e
ricordi,
Adelphi, Milano, 1983]
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