miércoles, 24 de febrero de 2010

LAS LECTURAS DE IRENE
De las revistas y los suplementos culturales



[Pierre Auguste Renoir, "Mujer leyendo"]

Tengo una hija adolescente, Irene, que si bien siempre ha sido lectora, desde un tiempo a esta parte ha manifestado una verdadera pasión por la lectura literaria. Pocos poetas, como es habitual (y nada de su padre, afortunadamente), pero sí grandes maestros de la narrativa; en especial, vaya a saber por qué afinidad, los autores del siglo XIX, particularmente los franceses y los rusos (Balzac, Stendhal, Victor Hugo, Dostoievsky, Chéjov…).
También devora, semana tras semana, las revistas y suplementos culturales que se van apilando aquí y allá en mi casa: Ñ, ADN, Perfil, Radar Libros… Confieso que me conmueve ver la avidez con que los lee minuciosamente, de principio a fin (yo apenas ya si los hojeo, por puro vicio absurdo). Me conmueve, y un poco me apena. También yo, a su edad, leía con pasión los suplementos de La Nación, La Prensa, Clarín, La Gaceta, y toda revista de literatura que caía en mis manos (me acuerdo ahora de mi alegría cuando llegaba a casa un nuevo número de El Ornitorrinco, y de la fugaz pero excelente Escritura, que dirigía Jorge Andrés Paita). Recortaba en los suplementos las páginas que me interesaban y las clasificaba en biblioratos que Irene ha desenterrado de un armario en la casa de sus abuelos.
Está clara la causa de que me conmueva: veo ya formarse el sello inconfundible del destino literario. La razón de la pena, sin embargo, está en el hecho de que no puedo dejar de comparar. Recuerdo que, bien destacados en las primeras planas de aquellos suplementos, leía poemas inéditos de Borges (llevo desde entonces en la memoria, por ejemplo, la versión primera del poema “La cifra”, diferente de la definitiva, y que tenía el título de “La luna”), de Ricardo Molinari, Amelia Biagioni, Enrique Molina, Olga Orozco, Jorge Calvetti, Joaquín Giannuzzi y tantos otros poetas valiosos; cuentos de Juan José Hernández, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Marco Denevi, Antonio Di Benedetto (cito un poco al azar de la memoria); ensayos de Octavio Paz, Enrique Luis Revol, Héctor A. Murena, entre muchos otros; traducciones de poesía moderna de Basilio Uribe (en su “Rincón de la poesía universal”, en La Prensa, leí por primera vez un poema de Robert Lowell: “For Sale”), poetas italianos traducidos por Horacio Armani, los franceses por Raúl Gustavo Aguirre y por Rodolfo Alonso, los norteamericanos por Alberto Girri, los alemanes por Rodolfo Modern y Norberto Silvetti Paz, los griegos contemporáneos por Horacio Castillo…



[Fotografías de Ricardo E. Molinari, Amelia Biagioni, Enrique Molina,
Marco Denevi, Juan José Hernández y Silvina Ocampo]

¿Qué encuentra Irene en nuestras revistas culturales?: una portada dedicada a Madonna, alguna a Messi, otra a la protagonista de Millennium o a las pesquisas del Dr. House, una reciente a Avatar… Está claro que cualquier tema puede ser motivo de una profunda reflexión filosófica o sociológica o literaria o artística en general. Pero éste no parece ser el caso de los artículos que habitualmente se leen en nuestras revistas y suplementos. Se diría que el tono y el enfoque requeridos ―quizá desde las direcciones mismas de los periódicos― busca aproximar las notas a las de cualquier revista de actualidad más o menos seria, atraer al lector con los reclamos de la cultura televisiva. Un ensayo de Borges, como el de “La Divina Comedia” o “La poesía” de las Siete noches, por ejemplo, no sólo resultaría demasiado extenso, sino que desentonaría en el contexto de las colaboraciones que se publican en los actuales suplementos. No hablemos del cortocircuito que produciría un ensayo de Ezequiel Martínez Estrada, u otro de Murena… Es cierto, se acuerdan de Gelman (un poeta sin duda sobrevalorado, por razones humanas y políticas antes que poéticas), pero el periodista que lo entrevista se las ingenia para banalizarlo todo, para obligarlo a que responda a la pregunta: “Si ahora entrara por la puerta Juan L. Ortiz, ¿qué le dirías?”


[Fotografías de Jorge Luis Borges, Ezequiel Martínez Estrada
y Héctor A. Murena]

Evidentemente, la creación literaria y la alta ensayística han dejado su lugar central al periodismo de divulgación, y los suplementos culturales se parecen cada vez más a esas revistas que uno lee mientras espera el desventurado turno en el dentista. El mundillo literario y artístico, aunque se declare irreverente y contracultural, hoy hace todo lo posible para parecerse al mundo del espectáculo. Para esta nueva expectativa, cuya raíz notoria se encuentra en la industria del entretenimiento a nivel masivo, cuenta más una gran fotografía (con el bueno de Viggo Mortensen, por caso, o alguna otra figura de fácil reconocimiento), que un gran poema, un excelente cuento o un incisivo ensayo. De hecho, cada vez hay menos espacio para textos de desarrollo y más para las ilustraciones, a pesar de que los principales suplementos cuentan con muchas más páginas que en el pasado (esto sí, sin duda, es un avance).
No estoy haciendo un ejercicio de nostalgia, no se trata del remanido y falso “todo pasado fue mejor” (si debiera elegir, me quedaría nomás con este presente deslucido antes que con los años sombríos de mi adolescencia). Se trata de una mera constatación: o la literatura argentina está atravesando un momento de crisis, o los medios periodísticos de cultura ya no reflejan el valor de las verdaderas obras de creación y pensamiento que se están produciendo en el país. Me inclino, tutto sommato, por lo segundo.
El tiempo, tal vez, lo dirá. Mientras tanto, nada le confieso de mis cavilaciones a Irene, para no enturbiar su entusiasmo. Ya sacará de sus lecturas, las de los libros y las de las publicaciones semanales, sus propias conclusiones.

4 comentarios:

  1. ...Es muy cierto eso de que cada quien saca sus propias conclusiones de lo que lee. Supongo que influira el estado de ánimo, el tiempo, la lluvia, la luna menguante, la llena... Y así nos vamos llenando de ideas según como asimilamos la lectura: tendidos, a veces, en la playa bajo la luz del sol. Al final quedamos tan satisfechos que no queda otra solución que escribir tal cual se cosecha.
    Noelí. coti_50@yahoo.es

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  2. Quizá el reducto de lo que recuerdas con nostalgia está ahora en los blogs, lo cual tampoco está tan mal: hay más libertad y podemos leernos con más facilidad de un lado al otro del planeta, sin los problemas que había en nuestra juventud.
    Por lo demás, una confesión de padre de hijo letrado a otro en la misma situación: tu hija terminará leyendo esta nota, no te quepa duda.

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  3. Gracias, Noelí, por tu comentario.

    Qué gusto, Javier, volver a tener tus noticias. En cuanto a los blogs, sin duda la libertad y la circulación planetaria que señalas son un logro indiscutible. Este diálogo mismo lo confirma. Pero no creo que suplanten el poder público de los medios periodísticos: son, justamente, como bien dices, "reductos", túneles personales que se entrecruzan a veces por azar (de hecho, casi por azar tengo este blog, y ni siquiera soy muy afecto a la lectura de blogs), pero que no poseen la fuerza de concitar la atención general de los lectores, 'especializados' o sólo interesados, como tienen en cambio los diarios y las revistas culturales.
    Con respecto a mi hija, sí, has tenido razón: no sólo que "terminará leyendo esta nota", sino que ya la leyó, e incluso me hizo ver que en realidad ya le había manifestado algunas de las cosas que ahí digo. Por suerte, su entusiasmo evidentemente es 'a prueba de padre'.
    Un abrazo transatlántico, Pablo.

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  4. Pasaré con mucho gusto, como ya he pasado, por este blog. Aunque suelo ser un lector silencioso, eso sí. Gracias por tu blog.

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