Vladimir Nabokov
Traduciendo Eugene Oneguin
En la primera entrada del blog, “Diario del traductor”, mencionaba unos versos de Vladimir Nabokov a propósito de la traducción, y trasladaba en castellano, de manera literal, algunos de ellos. Son versos que cita George Steiner en su magnífico tratado
Después de Babel. En los días en que escribía aquel ensayo, busqué el poema del que formaban parte las líneas citadas, un par de sonetos titulados “On translating
Eugene Onegin”, publicado originariamente en
The New Yorker en 1955, e intenté la traducción ―o recreación― que aquí se lee.
Como se sabe, Nabokov hizo una traducción de la novela en versos de Pushkin al inglés, aparecida en 1964 (la reseña que el gran crítico norteamericano Edmund Wilson, amigo de Nabokov, publicara sobre la obra en
The New York Review of Books, dio lugar a un interesante intercambio de cartas entre ellos ―y a la ruptura de la amistad). En el poema en cuestión, el traductor reflexiona sobre su tarea y justifica su decisión de verter en prosa los sonetos en tetrámetros yámbicos que componen en su mayor parte la obra de Pushkin (un tipo de soneto cuyo singular esquema de rimas mixtas ―aBaBccDDeFFeGG― hizo que fuera denominado “soneto oneguiano” o “soneto de Pushkin”). Lo curioso del caso es que Nabokov, con paradojal ironía, utiliza el soneto, y esa forma particular de soneto, para explicar su opción de descartar dicha forma a la hora de traducirlo, como si dijera al lector: también para hacer una traducción en prosa de una obra en versos hay que ser capaz de percibir y practicar la música de aquellos versos. Se trata de una ironía muy a tono, no sólo con el humor punzante del novelista como crítico literario, sino también con el obstinado rigor, la minuciosa lucidez y la conciencia formal que muestra en los análisis de grandes obras de la literatura rusa y europea en sus célebres cursos en la universidad norteamericana.
En mi traducción de los sonetos de “On translating
Eugene Onegin” mantuve la estructura de estrofas utilizado por Nabokov (tres cuartetos y un dístico final, como el soneto isabelino), pero no el esquema de rimas propio del soneto de Pushkin. Lamentablemente, debí recurrir al verso alejandrino para que no se perdiera demasiado de la materia significativa; se
rallenta, pues, la celeridad rotunda del tetrámetro y del endecasílabo, pero la dicción fluye ―eso espero― con mayor naturalidad que si hubiera optado por la economía endecasilábica. En cuanto al sentido, se entrelazan observaciones ―escépticas, por lo general― sobre la tarea de la traducción y referencias puntuales a la obra de Pushkin (la encantadora Tatiana, el melancólico Oneguin), aludiendo asimismo a la lección humana que el traductor obtiene en el proceso de exploración del texto. Puede leerse, pues, "On translating
Eugene Onegin" como una imaginativa poética de la traducción. Ojalá las “espinas” de mi versión del poema no impidan que se la perciba ―según Nabokov dice de la suya― como “prima al fin de su rosa”.
Vladimir Nabokov
On translating Eugene Onegin
1
What is translation? On a platter
A poet's pale and glaring head,
A parrot's screech, a monkey's chatter,
And profanation of the dead.
The parasites you were so hard on
Are pardoned if I have your pardon,
O, Pushkin, for my stratagem:
I traveled down your secret stem,
And reached the root, and fed upon it;
Then, in a language newly learned,
I grew another stalk and turned
Your stanza patterned on a sonnet,
Into my honest roadside prose―
All thorn, but cousin to your rose.
2
Reflected words can only shiver
Like elognated lights that twist
In the black mirror of a river
Between the city and the mist.
Elusive Pushkin! Persevering,
I still pick up Tatiana's earring,
Still travel with your sullen rake.
I find another man's mistake,
I analyze alliterations that grace
Your feasts and haunt the great
Fourth stanza of your Canto Eight.
This is my task―a poet's patience
And scholastic passion blent:
Dove-droppings on your monument.
*
Vladimir Nabokov
Traduciendo Eugene Oneguin
1
Pues bien, entonces, ¿qué será la traducción?
Sobre un plato, la pálida cabeza escrutadora
De un poeta, de un mono la voz parloteadora,
El chillido de un loro, y la profanación
De los muertos. Oh Pushkin, si obtengo tu perdón,
Tus odiados parásitos han de ser perdonados,
Gracias a mi artificio: lentamente he bajado
Por tu secreto tallo, y absorbí mi ración
En tus raíces; luego, levanté otro follaje,
Transformé lo que fuera la perfección del neto
Diseño de tu estrofa modelada en soneto,
A través de mi nuevo, aprendido lenguaje,
En esta honesta, llana y callejera prosa,
Toda ella espinas, pero prima al fin de tu rosa.
2
El temblor parpadeante que produce un reflejo
De palabras, semeja a esa lumbre tendida
Que en un río se quiebra sobre su negro espejo
Mientras brilla en la bruma la ciudad encendida.
Perseverante ―¡Pushkin elusivo!―, el pendiente
De Tatiana aún recojo, y viajo todavía
Junto a tu libertino y su melancolía.
Medito alguna falla, la de otro ser sufriente,
Las aliteraciones analizo que dan
Tanta gracia a tus fiestas y ensombrecen la gran
Cuarta estrofa de tu Canto Octavo. Mi meta
Humilde es una larga paciencia de poeta
Mezclada a una escolástica pasión: acre fermento
De manchas de palomas sobre tu monumento.
Versión de P. A.
[Alta Gracia, 2009]
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