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martes, 29 de mayo de 2012


A PROPÓSITO DE UN ARTÍCULO SOBRE
LA POESÍA REUNIDA DE JUAN GELMAN


[Juan Gelman por Fernando Vicente]

El artículo que la última edición (26-05-12) de la Revista “Ñ” le dedica a la Poesía reunida de Juan Gelman, es un buen ejemplo de mucho de lo que convendría evitar en la crítica literaria (mucho de lo cual, sin embargo, nos proponen semanalmente como crítica sobre poesía los suplementos culturales argentinos de estos años). Puede encontrarse ahí desde la hipérbole encomiástica de alcance cósmico (estrecho ya el planeta, se declara al poeta de Villa Crespo “patrimonio del universo”) hasta el lugar común más transitado, a veces en combinación con el ímpetu hiperbólico (“Leer la poesía de Gelman es un desafío y exige un lector atento y dispuesto a navegar en un gigantesco océano”); desde el mejunje metafórico (“la lengua es una materia inflamable, ante la menor fricción entre las palabras, explotan inéditos sentidos, se mezclan en una olla gigante…”) hasta la cita disuasoria, como si el crítico eligiera cuidadosamente, en dos gruesos tomos, las líneas que mejor desanimen al eventual lector, del tipo de “La libertad es un lugar donde nadie revisaba las uñas” o “En el decenio que siguió a la crisis / se notó la declinación del coeficiente de ternura…”. También puede encontrarse, para dar la medida de una cultura poética de oídas, la comparación de unos versos de Gelman “con aquellos de Antonio Machado: «Murió el poeta lejos del hogar. / Le cubre el polvo de un país vecino.»”, versos que por cierto no escribió Machado sino Joan Manuel Serrat. Pronto veremos, en otro sesudo ensayo, que Astor Piazzolla es el autor del poema “Milonga de Jacinto Chiclana”, quizá también del libro Fervor de Buenos Aires, y Félix Luna de un recordado soneto de Alfonsina Storni… No sé si se percibe la importancia simbólica de esto: no estamos hablando de un articulillo anónimo aparecido en un modesto periódico de provincia, sino de un crítico que es también un celebrado poeta de la celebrada poesía de los 90 y de la revista cultural de mayor difusión en la Argentina. 


[Villa Dolores, 27-V-12]

domingo, 3 de octubre de 2010

EL BUFÓN CAMUFLADO
o la cultura de la diversión




“Todavía hay personas entre nosotros
que tienen aires de venir de la crucifixión
de Cristo, y otras que parecen preguntar:
¿qué dijo? Y otras que lo ponen todo por
escrito bajo el título Los sucesos del Gólgota.”

Karl Kraus


En la edición del 25 de setiembre, el diario La Nación anunciaba, bajo el título “Se renueva adnCULTURA, siempre fiel a sí misma”, varios cambios en la importante revista de cultura. En primer lugar, que ya no saldrá el sábado, sino el viernes, como se ha verificado en el primer número de esta nueva época de ADN. Se aduce la siguiente razón: “se trata, simplemente, de ampliar el fin de semana y el tiempo que requiere una lectura más relajada y más profunda que la de las noticias cotidianas”.

El anuncio parece prometedor. ¿Hay que esperar, pues, que la revista tome un cariz más serio, profundo y problematizador que el enfoque periodístico que predomina últimamente en los suplementos culturales? Veamos los cambios que se anticipaban, y que se han cumplido fielmente en el primer número, aparecido el pasado viernes 1º de octubre:

1) “Hay más peso de lo visual. En materia de humor, se incorpora el dibujante Tute, con sus mejores gracias. Habrá también un cómic”.

2) Nuevas secciones fijas: “Placeres secretos”, donde “revelaremos gustos y aficiones, a veces inesperados, de figuras de la literatura y el mundo del arte”. “En construcción”: “se dedicará a contar qué están preparando para los próximos meses figuras relevantes de la cultura y el espectáculo”. “Blogstop”: “se encontrará de todo: noticias, pequeñas opiniones, reflexiones y análisis”. “Los artistas”: “entrevistas a fondo con creadores”.

¿Artículos de indagación, dossiers, ensayos, poemas, cuentos?: “La primera nota de tapa de este ciclo está dedicada a analizar cómo una red social como Twitter puede ser un nuevo campo de exploración para los escritores”.

En fin, está claro: más espacio para las imágenes (¡¿más aún?!), menos para la reflexión y la creación; humor y cómics, como en las revistas de entretenimiento dominicales; “gustos y aficiones” de “figuras” de la literatura y el arte, vale decir, no un mayor lugar para el análisis de sus obras, sino para los chismes y el culto de las ‘personalidades’; propaganda (“qué están preparando…”), “pequeñas opiniones”, entrevistas, Twitter… No, como lo ha demostrado efectivamente el primer ejemplar del nuevo ciclo, no cabe esperar demasiado de este giro ulterior hacia la cultura light, hacia los medios masivos, hacia la espectacularización del arte y de la literatura.

“Cómo cambiar al ritmo de Twitter” se titula la breve nota editorial de lanzamiento de este primer número, donde se lee: “Cierto sentido de la simetría nos llevó a elegir la relación entre Twitter y literatura como tema de tapa: en el crecimiento explosivo de esa red hay, de por sí, un cambio cultural, pero el sentido de ese cambio se profundiza al saber que existen escritores que experimentan con un medio que los amenaza con un límite atroz: no acepta más de 140 caracteres por entrada”.

En efecto, ese límite atroz parece verdaderamente el símbolo de la cultura doblegada a los imperativos ― rapidez, efectismo, ingenio, industria de la visibilidad, oportunismo, falta de espíritu crítico, frivolidad ― de los medios de comunicación masiva. Una cosa es la utilidad inmediata que pueda tener una invención técnica o una moda mediática, otra muy distinta ― no se me ocurre otra palabra que “esnobismo” para definir su motivación ― es convertir ese procedimiento en un “cambio cultural” y dedicar una nota de tapa a las nuevas obras maestras en formato de 140 caracteres.

Paradójicamente, en la misma edición del diario en que se anunciaban con orgullo estos cambios, aparece un ensayo de Mario Vargas Llosa, “La era del bufón”, donde precisamente se señala ese viraje de los medios hacia la cultura de la diversión y la superficialidad informativa. Vale la pena citar algunos tramos: “La información en nuestros días no puede ser seria, porque, si se empeña en serlo, desaparece o, en el mejor de los casos, se condena a las catacumbas. La inmensa mayoría de esa minoría que se interesa todavía por saber qué ocurre dirariamente en los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales en el mundo, no quiere aburrirse leyendo, oyendo o viendo sesudos análisis ni complejas consideraciones, llenas de matices, sino entretenerse, pasar un rato ameno, que la redima de la coyunda, las frustraciones y los trajines del día. […] Para tener derecho a la existencia y a prosperar los medios ahora no deben dar noticias sino ofrecer espectáculos, informaciones que por su color, humor, carácter tremendista, insólito, subido de tono, se parezcan a los reality shows, donde verdad y mentira se confunden igual que en la ficción.”

Las habilidades bufonescas hoy parecen dar la nota también en los medios nacionales. Lo peor del caso es que se pretenda hacer pasar gato por liebre a los lectores, prometiendo contenidos que requieren “ampliar el fin de semana” “para una lectura más relajada y profunda”. Cuando le comenté a una quiosquera de Alta Gracia de este cambio de día en la aparición de la revista cultural de La Nación, y le señalé la razón que se daba para el mismo (que haya suficiente tiempo para leer con mayor calma y hondura), la mujer me dijo, riéndose: “Claro, no va a ser porque el diario del viernes casi no se vende…” Afortunadamente, todavía hay gente que, como mi quiosquera, a diferencia de tantos intelectuales, escritores y artistas extasiados ante las bolas que vuelan en círculo a lo alto, no se chupa el dedo.


Alta Gracia, 3 de octubre, 2010.

sábado, 27 de febrero de 2010


Arnaut Daniel en la Argentina


[Escuela de trovadores, tapiz del siglo XV]


En la Revista Ñ última (27-02-10), en la página “Ficciones”, que todos los sábados presenta un relato breve y una selección poética, el poeta elegido para esta edición ha sido Arnaut Daniel, en una muestra de nuevas versiones realizadas en el país. Se transcribe casi completa (falta sólo la penúltima estrofa) la canción que comienza “Ab gai so cundet e leri”, con la siguiente nota introductoria: “Nuevas versiones del mayor poeta provenzal y uno de los mayores de la Edad Media acreditan esta publicación. La traducción de sus canciones completas fue hecha por los argentinos Jorge Salvetti y Darío Rojo para un proyecto editorial que fracasó. De todos modos, constituye un acontecimiento en nuestras letras. Arnaut Daniel fue elogiado por Dante Alighieri y traducido, a su modo, por Ezra Pound.”

Luego de tal presentación, era grande la expectativa ante esta inédita traducción argentina de uno de los poetas más difíciles, sutiles y musicales de la lírica trovadoresca. Dante lo define en la Commedia, por boca de Guido Guinizelli, como “il miglior fabbro del parlar materno” (el mejor artesano de la lengua materna, expresión a la que T. S. Eliot daría nueva fama en el siglo XX al dedicarle en esos términos The Waste Land a su amigo Ezra Pound), y Francesco Petrarca, en su Trionfo d’Amore, lo llama “gran maestro de amor”, agregando que “a su tierra aún le hace honor con su decir extraño y bello” (“Fra tutti il primo Arnaldo Daniello, / Gran maestro d'amore, ch'a la sua terra / Anchor fa onor col suo dir strano e bello”). A Arnaut Daniel, como se sabe, se le atribuye la creación de ese riguroso tipo compositivo denominado Sextina, integrado por siete estrofas de versos endecasílabos (seis estrofas de seis versos y una estrofa final de tres), cada uno de los cuales termina con una palabra clave que se reitera en diferente orden en las demás estrofas; todas las palabras claves luego tienen que aparecer en el terceto conclusivo. Es un modelo métrico que tendrá en el futuro extraña fortuna (Dante, en sus Rime, escribió con ese arduo modelo uno de sus poemas más bellos, aquel que comienza “Al breve giorno e al gran cerchio d’ombra…”) y que llegará hasta la poesía moderna en distintas lenguas (Giuseppe Ungaretti y Robert Lowell, entre otros, compusieron sextinas). Tal estructura poética, que supone un complejo juego de alusiones y un desafío estilístico que roza el virtuosismo, hace honor a la maestría formal del poeta mayor del "trobar clus".


[Giuseppe Ungaretti]


Pues bien, leamos las cuatro primeras estrofas de la muestra de esa traducción que Ñ define como “un acontecimiento en nuestras letras”:

I
Con alegre son, grácil y gentil
hago palabras, las tallo y cepillo,
que serán verdaderas y ciertas
cuando les haya pasado la lima,
pues Amor sin demora suaviza y dora
mi cantar que surge de ella
a quien Mérito sostiene y gobierna.

II
Cada día mejoro y me esmero
pues amo y venero a la más gentil
del mundo, se los digo abiertamente:
suyo soy del pie hasta la cima,
y aunque sopla el viento frío,
el amor que en el corazón me llueve
me tiene caliente donde más invierna.

III
Mil misas oigo y ofrezco
y enciendo luz de cera y aceite
para que Dios me dé buena puntería,
con ella con la que no me vale la esgrima;
y cuando miro su cabello dorado
el cuerpo que tiene, grácil y joven,
la amo más que a quien me diese Lucerna.

IV
Tanto la amo de corazón y la quiero
que por demasiado querer creo quitármela
si por mucho amar algo se pierde,
pues su corazón vuela siempre
sobre el mío y no se aleja:
en verdad, tanta usura hizo de esto
que hasta tiene taller y taberna.

Creo que como muestra es suficiente. Los traductores, evidentemente, han optado por dejar de lado la rima (en el original, el primer verso de la primera estrofa rima con el primer verso de la segunda, y así sucesivamente) y han decidido dejar de lado la métrica. Es una pérdida grande, tratándose de la poesía trovadoresca (recordemos que, por lo general, las canciones tenían acompañamiento musical, y la cadencia era una dimensión fundamental de sus textos). Esta pérdida, sin embargo, podría pensarse, les permitiría darle a la traducción una mayor naturalidad y precisión expresiva. Extrañamente, tampoco eso ocurre. O bien incurren en errores gramaticales, tal como “se los digo abiertamente” (por “se lo digo abiertamente”), o en fealdades forzadas, difíciles de justificar en buen castellano, del tipo de “me tiene caliente donde más invierna [sic]” o “que por demasiado querer creo quitármela”.

En fin, sin la pericia musical que caracteriza a la lírica de Arnaut Daniel, y sin su gracia expresiva, “il miglior fabbro” suena en nuestro idioma como un aprendiz más bien chambón. A esto una de las revistas culturales más importantes de la Argentina lo llama “un acontecimiento en nuestras letras”. Es, sin duda, un “acontecimiento” significativo: tristemente significativo del estado del arte de la poesía (¿y de la crítica sobre ella?) en el país.

Cuando Dante encuentra a Arnaut Daniel en el Purgatorio (Canto XXVI, vv. 136-148), éste le dice en provenzal: “Yo soy Arnaut, que llora y va cantando”, y al despedirse le encomienda: “¡sovenha vos a temps da ma dolor!” Recordar su dolor es recordar el canto en que se ha modulado, sin el cual su memoria no perduraría hasta hoy. Se diría que, en el purgatorio de las prosaicas traducciones argentinas, el poeta sigue vagando, pero ya no canta, sino que sólo llora.


[Arnaut Daniel]


miércoles, 24 de febrero de 2010

LAS LECTURAS DE IRENE
De las revistas y los suplementos culturales



[Pierre Auguste Renoir, "Mujer leyendo"]

Tengo una hija adolescente, Irene, que si bien siempre ha sido lectora, desde un tiempo a esta parte ha manifestado una verdadera pasión por la lectura literaria. Pocos poetas, como es habitual (y nada de su padre, afortunadamente), pero sí grandes maestros de la narrativa; en especial, vaya a saber por qué afinidad, los autores del siglo XIX, particularmente los franceses y los rusos (Balzac, Stendhal, Victor Hugo, Dostoievsky, Chéjov…).
También devora, semana tras semana, las revistas y suplementos culturales que se van apilando aquí y allá en mi casa: Ñ, ADN, Perfil, Radar Libros… Confieso que me conmueve ver la avidez con que los lee minuciosamente, de principio a fin (yo apenas ya si los hojeo, por puro vicio absurdo). Me conmueve, y un poco me apena. También yo, a su edad, leía con pasión los suplementos de La Nación, La Prensa, Clarín, La Gaceta, y toda revista de literatura que caía en mis manos (me acuerdo ahora de mi alegría cuando llegaba a casa un nuevo número de El Ornitorrinco, y de la fugaz pero excelente Escritura, que dirigía Jorge Andrés Paita). Recortaba en los suplementos las páginas que me interesaban y las clasificaba en biblioratos que Irene ha desenterrado de un armario en la casa de sus abuelos.
Está clara la causa de que me conmueva: veo ya formarse el sello inconfundible del destino literario. La razón de la pena, sin embargo, está en el hecho de que no puedo dejar de comparar. Recuerdo que, bien destacados en las primeras planas de aquellos suplementos, leía poemas inéditos de Borges (llevo desde entonces en la memoria, por ejemplo, la versión primera del poema “La cifra”, diferente de la definitiva, y que tenía el título de “La luna”), de Ricardo Molinari, Amelia Biagioni, Enrique Molina, Olga Orozco, Jorge Calvetti, Joaquín Giannuzzi y tantos otros poetas valiosos; cuentos de Juan José Hernández, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Marco Denevi, Antonio Di Benedetto (cito un poco al azar de la memoria); ensayos de Octavio Paz, Enrique Luis Revol, Héctor A. Murena, entre muchos otros; traducciones de poesía moderna de Basilio Uribe (en su “Rincón de la poesía universal”, en La Prensa, leí por primera vez un poema de Robert Lowell: “For Sale”), poetas italianos traducidos por Horacio Armani, los franceses por Raúl Gustavo Aguirre y por Rodolfo Alonso, los norteamericanos por Alberto Girri, los alemanes por Rodolfo Modern y Norberto Silvetti Paz, los griegos contemporáneos por Horacio Castillo…



[Fotografías de Ricardo E. Molinari, Amelia Biagioni, Enrique Molina,
Marco Denevi, Juan José Hernández y Silvina Ocampo]

¿Qué encuentra Irene en nuestras revistas culturales?: una portada dedicada a Madonna, alguna a Messi, otra a la protagonista de Millennium o a las pesquisas del Dr. House, una reciente a Avatar… Está claro que cualquier tema puede ser motivo de una profunda reflexión filosófica o sociológica o literaria o artística en general. Pero éste no parece ser el caso de los artículos que habitualmente se leen en nuestras revistas y suplementos. Se diría que el tono y el enfoque requeridos ―quizá desde las direcciones mismas de los periódicos― busca aproximar las notas a las de cualquier revista de actualidad más o menos seria, atraer al lector con los reclamos de la cultura televisiva. Un ensayo de Borges, como el de “La Divina Comedia” o “La poesía” de las Siete noches, por ejemplo, no sólo resultaría demasiado extenso, sino que desentonaría en el contexto de las colaboraciones que se publican en los actuales suplementos. No hablemos del cortocircuito que produciría un ensayo de Ezequiel Martínez Estrada, u otro de Murena… Es cierto, se acuerdan de Gelman (un poeta sin duda sobrevalorado, por razones humanas y políticas antes que poéticas), pero el periodista que lo entrevista se las ingenia para banalizarlo todo, para obligarlo a que responda a la pregunta: “Si ahora entrara por la puerta Juan L. Ortiz, ¿qué le dirías?”


[Fotografías de Jorge Luis Borges, Ezequiel Martínez Estrada
y Héctor A. Murena]

Evidentemente, la creación literaria y la alta ensayística han dejado su lugar central al periodismo de divulgación, y los suplementos culturales se parecen cada vez más a esas revistas que uno lee mientras espera el desventurado turno en el dentista. El mundillo literario y artístico, aunque se declare irreverente y contracultural, hoy hace todo lo posible para parecerse al mundo del espectáculo. Para esta nueva expectativa, cuya raíz notoria se encuentra en la industria del entretenimiento a nivel masivo, cuenta más una gran fotografía (con el bueno de Viggo Mortensen, por caso, o alguna otra figura de fácil reconocimiento), que un gran poema, un excelente cuento o un incisivo ensayo. De hecho, cada vez hay menos espacio para textos de desarrollo y más para las ilustraciones, a pesar de que los principales suplementos cuentan con muchas más páginas que en el pasado (esto sí, sin duda, es un avance).
No estoy haciendo un ejercicio de nostalgia, no se trata del remanido y falso “todo pasado fue mejor” (si debiera elegir, me quedaría nomás con este presente deslucido antes que con los años sombríos de mi adolescencia). Se trata de una mera constatación: o la literatura argentina está atravesando un momento de crisis, o los medios periodísticos de cultura ya no reflejan el valor de las verdaderas obras de creación y pensamiento que se están produciendo en el país. Me inclino, tutto sommato, por lo segundo.
El tiempo, tal vez, lo dirá. Mientras tanto, nada le confieso de mis cavilaciones a Irene, para no enturbiar su entusiasmo. Ya sacará de sus lecturas, las de los libros y las de las publicaciones semanales, sus propias conclusiones.