Arnaut Daniel en la Argentina
En la Revista Ñ última (27-02-10), en la página “Ficciones”, que todos los sábados presenta un relato breve y una selección poética, el poeta elegido para esta edición ha sido Arnaut Daniel, en una muestra de nuevas versiones realizadas en el país. Se transcribe casi completa (falta sólo la penúltima estrofa) la canción que comienza “Ab gai so cundet e leri”, con la siguiente nota introductoria: “Nuevas versiones del mayor poeta provenzal y uno de los mayores de la Edad Media acreditan esta publicación. La traducción de sus canciones completas fue hecha por los argentinos Jorge Salvetti y Darío Rojo para un proyecto editorial que fracasó. De todos modos, constituye un acontecimiento en nuestras letras. Arnaut Daniel fue elogiado por Dante Alighieri y traducido, a su modo, por Ezra Pound.”
Luego de tal presentación, era grande la expectativa ante esta inédita traducción argentina de uno de los poetas más difíciles, sutiles y musicales de la lírica trovadoresca. Dante lo define en la Commedia, por boca de Guido Guinizelli, como “il miglior fabbro del parlar materno” (el mejor artesano de la lengua materna, expresión a la que T. S. Eliot daría nueva fama en el siglo XX al dedicarle en esos términos The Waste Land a su amigo Ezra Pound), y Francesco Petrarca, en su Trionfo d’Amore, lo llama “gran maestro de amor”, agregando que “a su tierra aún le hace honor con su decir extraño y bello” (“Fra tutti il primo Arnaldo Daniello, / Gran maestro d'amore, ch'a la sua terra / Anchor fa onor col suo dir strano e bello”). A Arnaut Daniel, como se sabe, se le atribuye la creación de ese riguroso tipo compositivo denominado Sextina, integrado por siete estrofas de versos endecasílabos (seis estrofas de seis versos y una estrofa final de tres), cada uno de los cuales termina con una palabra clave que se reitera en diferente orden en las demás estrofas; todas las palabras claves luego tienen que aparecer en el terceto conclusivo. Es un modelo métrico que tendrá en el futuro extraña fortuna (Dante, en sus Rime, escribió con ese arduo modelo uno de sus poemas más bellos, aquel que comienza “Al breve giorno e al gran cerchio d’ombra…”) y que llegará hasta la poesía moderna en distintas lenguas (Giuseppe Ungaretti y Robert Lowell, entre otros, compusieron sextinas). Tal estructura poética, que supone un complejo juego de alusiones y un desafío estilístico que roza el virtuosismo, hace honor a la maestría formal del poeta mayor del "trobar clus".
[Giuseppe Ungaretti]
Pues bien, leamos las cuatro primeras estrofas de la muestra de esa traducción que Ñ define como “un acontecimiento en nuestras letras”:
I
Con alegre son, grácil y gentil
hago palabras, las tallo y cepillo,
que serán verdaderas y ciertas
cuando les haya pasado la lima,
pues Amor sin demora suaviza y dora
mi cantar que surge de ella
a quien Mérito sostiene y gobierna.
II
Cada día mejoro y me esmero
pues amo y venero a la más gentil
del mundo, se los digo abiertamente:
suyo soy del pie hasta la cima,
y aunque sopla el viento frío,
el amor que en el corazón me llueve
me tiene caliente donde más invierna.
III
Mil misas oigo y ofrezco
y enciendo luz de cera y aceite
para que Dios me dé buena puntería,
con ella con la que no me vale la esgrima;
y cuando miro su cabello dorado
el cuerpo que tiene, grácil y joven,
la amo más que a quien me diese Lucerna.
IV
Tanto la amo de corazón y la quiero
que por demasiado querer creo quitármela
si por mucho amar algo se pierde,
pues su corazón vuela siempre
sobre el mío y no se aleja:
en verdad, tanta usura hizo de esto
que hasta tiene taller y taberna.
Creo que como muestra es suficiente. Los traductores, evidentemente, han optado por dejar de lado la rima (en el original, el primer verso de la primera estrofa rima con el primer verso de la segunda, y así sucesivamente) y han decidido dejar de lado la métrica. Es una pérdida grande, tratándose de la poesía trovadoresca (recordemos que, por lo general, las canciones tenían acompañamiento musical, y la cadencia era una dimensión fundamental de sus textos). Esta pérdida, sin embargo, podría pensarse, les permitiría darle a la traducción una mayor naturalidad y precisión expresiva. Extrañamente, tampoco eso ocurre. O bien incurren en errores gramaticales, tal como “se los digo abiertamente” (por “se lo digo abiertamente”), o en fealdades forzadas, difíciles de justificar en buen castellano, del tipo de “me tiene caliente donde más invierna [sic]” o “que por demasiado querer creo quitármela”.
En fin, sin la pericia musical que caracteriza a la lírica de Arnaut Daniel, y sin su gracia expresiva, “il miglior fabbro” suena en nuestro idioma como un aprendiz más bien chambón. A esto una de las revistas culturales más importantes de la Argentina lo llama “un acontecimiento en nuestras letras”. Es, sin duda, un “acontecimiento” significativo: tristemente significativo del estado del arte de la poesía (¿y de la crítica sobre ella?) en el país.
Cuando Dante encuentra a Arnaut Daniel en el Purgatorio (Canto XXVI, vv. 136-148), éste le dice en provenzal: “Yo soy Arnaut, que llora y va cantando”, y al despedirse le encomienda: “¡sovenha vos a temps da ma dolor!” Recordar su dolor es recordar el canto en que se ha modulado, sin el cual su memoria no perduraría hasta hoy. Se diría que, en el purgatorio de las prosaicas traducciones argentinas, el poeta sigue vagando, pero ya no canta, sino que sólo llora.
[Arnaut Daniel]
Creo que Ricardo H. Herrera ha hecho sextinas. En España también ha habido algunos poetas recientes que la han practicado (Fernando Ortiz y alguno más que ahora no me sale). ¿Ha habido alguien más que se haya animado en Argentina?
ResponderEliminarAnadón, estimado: Creo que tu oído es algo duro, porque estas versiones tienen ritmo, no el que esperabas, que es irreproducible. Bastante hemos discutido esto. Respecto de la frase que señala el "acontecimiento", soy el responsable. Y lo es. Me parece que el sólo hecho de abordar completos los cantos de Arnaut Daniel resulta un acontecimiento laudable. Creo que tu elitismo de barricada, que consiste, como siempre, en recortes de la realidad, a veces tal vez movidos por la sana costumbre de polemizar, fracasa otra vez. Te equivocas, y contigo me muevo a usar el tuteo, en lugar del voseo, respecto de la traducción, a menos que puedas demostrar cuántas pifias se cometen en la traucción del occitano, lo que supongo fuera de tu alcance. En cuanto a tus gratos recuerdos de las lecturas de La Prensa y La Nación, mencionados en otra entrada, es claro también cómo opera tu recorte: esos suplementos alojaron a Murena o Pezzoni, pero estaban llenos de mediocridades, de pequeños vuelos de mariposas de poetisas de los domingos y de una calidad ensayística bastante pobre. Me gustaría más que la Ñ se pareciese al suplemento de la La Opinión, que dirigieron sucesivamente Juan Gelman, Luis Gregorich y Raúl Vera Ocampo, pero son otras épocas, y el fenómeno televisivo, y el de la industria toda, se aborda en los suplementos hoy porque forma parte de nuestra realidad cultural. En realidad, pocas veces se lo aborda acríticamente, y he leído muy buenos ensayos sobre este tema tanto en la Ñ como en adn y en el suplemento de Perfil y en el Radar, de Página 12. A veces, junto a mediocridades escritas acerca del arte superior.
ResponderEliminarUn saludo cordial
Aulicino
En efecto, Javier, Ricardo Herrera ha escrito sextinas en su obra temprana. En su antología "El espíritu del páramo", editado recientemente en España por Pre-textos, puede leerse una de ellas. Si no recuerdo mal, Wilcock también escribió alguna (no tengo aquí sus libros para confirmarlo), y quizás algún otro poeta de nuestra generación del ’40 (“los últimos poetas con oído de la poesía argentina”, al decir de Carlos Mastronardi ―juicio que no comparto plenamente, aclaro, no sea que se me califique de “duro de oído” y “elitista”―). En el presente, la ha practicado asimismo, asiduamente, un coterráneo mío, Carlos Schilling, con diversa fortuna.
ResponderEliminarEstimado Jorge:
ResponderEliminarNo te enojes, ignoraba que vos hubieras escrito la nota introductoria a la traducción de Arnaut Daniel en "Ñ". En cuanto a mi oído, la verdad es que no sabría decir si es duro o no, pero sí sé que puedo distinguir, sin recurrir al conteo de sílabas con los dedos, cuándo una serie de versos suena según la prosodia de la tradición métrica en nuestra lengua y cuando no. Dado que las canciones de Arnaut Daniel no corresponden históricamente al uso del verso libre de la poesía moderna, el verso libre utilizado por los traductores argentinos (fijate que hay una mezcla absoluta de medidas silábicas en la versión, y que incluso los versos que coinciden con los módulos silábicos, raramente coinciden con las acentuaciones propias de esos versos) me parece desafortunado, anacrónico. Mi idea de ritmo es bastante objetiva, diría, en cambio no sé en qué basás tu propia idea del ritmo en la poesía.
Te confieso que tampoco entiendo por qué el hecho de que señale una opinión crítica sobre una traducción me hace acreedor de un “elitismo de barricada”, ni en qué medida tal opinión implicaría un “recorte de la realidad” diverso o mayor del que cualquiera, inevitablemente, hace para vivir o para emitir un juicio personal. De hecho, vos hacés un mayúsculo recorte de la realidad al afirmar rotundamente que las traducciones en cuestión son “un acontecimiento en nuestras letras”.
En lo que a tal “acontecimiento” se refiere, creo que concordarás conmigo en que no basta con haber traducido las 16 canciones de Arnaut Daniel que conforman sus obras completas, sino que lo que de verdad importa, para que tal traducción se constituya en “un acontecimiento en nuestras letras”, es la calidad de la misma. No pretendo que vos juzgues esa calidad como yo la juzgo, pero dejame que diga en mi blog mi punto de vista, así como vos lo expresás sin problema alguno en las páginas de "Ñ" (cuyos lectores son algunos más que los de mi blog, y por lo tanto tu responsabilidad es mayor), sin suponer inmediatamente que responde a un “elitismo de barricada” o a una mera intención polémica. A menos que vos te consideres la voz democrática del pueblo y tu juicio sobre lo que es o no es “un acontecimiento en nuestras letras” sea la verdad encarnada, en cuyo caso toda disidencia te sonará elitista y te parecerá motivada por un puro afán polemizador.
En cuanto al occitano, si bien no lo manejo como sin duda lo manejan Salvetti y Rojo, puedo leerlo con buena voluntad, y puedo comparar versiones de esas mismas canciones en castellano y en otras lenguas modernas, y sacar mis conclusiones sobre logros y fracasos. Por otro lado, convengamos en que, en una traducción de poesía, no basta con no pifiarla en la traslación literal de vocablos para hacer una buena versión en la propia lengua.
Gracias por tu comentario. Un abrazo cordial, Pablo.
Jorge, sobre los suplementos literarios, tenés razón, también “La Opinión” tenía un buen suplemento, sólo que creo que llegaba menos a Villa Dolores, donde yo vivía entonces, pero si no me equivoco, ahí leí justamente los textos de las “Siete noches” de Borges, a que aludía en mi entrada. Es cierto asimismo que en los suplementos de “La Prensa” y de “La Nación” (también recordaba en mi nota los de “Clarín” y “La Gaceta”...: lo aclaro, por las dudas de que se quiera ver en la elección de los suplementos leídos por aquel adolescente una cuestión ideológica), junto con Borges, Murena, Pezzoni, Girri, Molina, Orozco, Girri, Pizarnik, etc., había igualmente mucha poesía pasajera. Y es cierto también que en "Ñ", en "ADN", en "Perfil" y en "Radar Libros" he leído buenos artículos sobre distintos temas. No pretendo hacer una negación en bloque. A lo que iba, sin embargo, mi nota, es a que las revistas culturales y los suplementos literarios ya prácticamente no incluyen textos de poesía, narrativa y ensayo de fuste ―no coincido con tu opinión sobre “la calidad ensayística bastante pobre” de aquellos suplementos― con la importancia que se les daba en el pasado (¿has visto algún poema publicado con gran espacio en la primera página, como ocurría a menudo entonces?), sino que la importancia mayor se le ha acordado al periodismo cultural y a aquellos temas que impone la cultura mediática. Pero bueno, Jorge, nuevamente, dejame que yo también haga mi recorte, así como vos hacés el tuyo al preferir el suplemento de “La Opinión” de aquella época sobre los demás suplementos.
ResponderEliminarSaludos, Pablo.
Pablo, en ningún momento pretendí evitar que dijeras tu opinión, ni mucho menos que clausuraras tu blog, pero supongo que para algo está habilitado, en tu blog, el enlace "Comentarios". No soy el autor de la introducción sobre la que hiciste alguna ironía con tu elitismo de barricada: dije que soy responsable de él. Me parece que tampoco pretendo ser la verdad encarnada, sino que señalé un acontecimiento, al que los calificativos se los agregas tú. En cuanto al oído, sería largo explicar mi opinión de que el ritmo no tiene que ver únicamente con la prosodia de la traducción métrica. La versión de Salvetti y Rojo, que tienen algún oído para la lengua de oc, optó por la métrica irregular y una acentuación derivada directamente de la versión literal. Es decir, acentos prosísticos. Me parece que la opción, morfológicamente no tradicional, deja ver la belleza del significado. Como sabrás, la Comedia menciona a Arnaut Daniel como el mejor herrero (o artesano, en términos generales) del "parlar materno"; de donde infiero que Dante apreciaba el parlar en términos generales, no sólo la "música".
ResponderEliminarY no, no me enojo
Saludo cordial
J
Gracias nuevamente, Jorge, por tus comentarios, que siempre me interesan, aun en la discordancia. Para eso, además, como bien has observado, está habilitada la posibilidad de los comentarios, y para eso no he tenido en cuenta siquiera la opción de "moderarlos".
ResponderEliminarSigo sin entender cuál es la relación entre una opinión estética sobre el valor de una traducción y un "elitismo de barricada", expresión en la que veo que insistís, y que no parece un argumento (salvo como "argumentum ad homine", ligeramente despreciativo, en cuyo caso carece aun más de fundamento, ya que me declaro políticamente democrático, y con preferencias de izquierda). Ahora bien, si defender la necesidad de conocer el arte de la poesía cuando uno se pone a hacer poesía (o a traducirla), significa para vos ser "elitista", entonces podés llamarme así, e incluso "de barricada".
Más allá de eso, en cuanto a las opciones de los traductores, decir que se eligió "una acentuación derivada directamente de la versión literal" es como decir que los acentos caen donde caen, al azar de la ubicación casual de las palabras en la traslación literal, o sea sin atención al ritmo intrínseco del verso, que siempre supone algún tipo de buscada recurrencia (de lo contrario no hay ritmo, ni en la música-música ni en la música verbal). Traducir literalmente, desde el punto de vista rítmico, es traducir en prosa, aunque se corten las líneas: si algún verso posee cadencia, es por casualidad. También la métrica "fluctuante" - como la definió Pedro Henríquez Ureña en sus estudios sobre el verso castellano - puede tener su ritmo, cuando se la sabe manejar. No parece el caso de estas traducciones, que, como decís, ha optado por una especie de literalidad (lo de "especie" alude a que incluso una versión literal permitiría mantener cierta gracia expresiva, cosa que no se advierte en giros como "me tiene caliente donde más invierna", entre otros).
Bueno, Jorge, no se me ocurre nada más que agregar sobre el tema de esta traducción, salvo que me alegra que no te enojes por mis discrepancias sobre la entidad de tal "acontecimiento en nuestras letras".
Un abrazo, Pablo.
Cuando digo elitismo, me refiero claramente a un afán exclusivo que se define por la sapiencia en el espondeo.
ResponderEliminarEl ritmo en la prosa existe, y si depende de los acentos, como dices, entonces habrá que contarlos. No me parece feo el verso me tiene caliente donde más invierna. Si góngora ha dicho ande caliente y ríase la gente, habrá que ver si la calentura en años pasados abarcaba más que lo que hoy entendemos por ella. En cuanto al invierna, es la tercera persona singular del verbo invernar, cuya segunda acepción para la RAE es pasar el invierno.
Tampoco tengo más que decir sobre este acontecimiento
Cordial saludo
Bueno, Jorge, como preveía, tu noción de "elitismo" es bastante peculiar. Entonces, para vos, el mote de "elitista" le va bien al albañil que se preocupa por conocer bien su oficio, para que la pared salga derecha y el techo no chorree agua, y a quien no le hace gracia que su compañero de trabajo, en cambio, ponga los ladrillos como se le cante. La poesía no es sólo oficio, está claro, pero porque supone ese oficio, porque va más allá de él, no porque se quede más acá. A mí se me ocurren otros motes para quienes desconocen nociones elementales de su oficio, y sin embargo dictaminan sobre él y a veces incluso viven de él, pero no los uso, porque no me interesa descalificar a las personas, sino debatir problemáticas de la poesía. Tu impugnación de "elitismo" me recuerda a un compañero de la secundaria, quien, cuando algún profesor le hacía ver que se equivocaba en una suma, una noción geográfica o histórica o de lengua o de lo que fuere, invariablemente respondía - medio en broma, medio en serio -: "es materia opinable, profesor, no sea intolerante". En la poesía, hay mucho de opinable, por cierto, pero también hay mucho que no lo es, como en una ciencia o un arte cualquiera.
ResponderEliminarMe acordaré de vos, y de los versos del desventurado Arnaut, cuando "más invierne" en las sierras de Córdoba.
Saludos cordiales, Pablo.
Uso elitismo en el sentido etimológico. En cuanto a los albañiles y sus paredes, sólo puedo decirte que hay muchas maneras hoy de hacer paredes, como sabrás, no se hacen solo de ladrillos. Y no quisiera tampoco usar el término que se me ocurre, mejor que elitista, para quien enseña el abc de los cimientos a los peones que andan por allí, que no tienen sólo otra "opinión" sino que usan otras técnicas, con más o menos buenos resultados.
ResponderEliminarQue tu invernar no se convierta en invernada
Jorge, pensaba ya no contestar, visto el cariz que ha ido tomando el diálogo en nuestros últimos comentarios, pero acabo de pensar que todavía pueden extraerse algunas gotas de jugo especulativo a la cuestión de la que partimos. Dejemos de lado, pues, el tema de los motes, que nos va llevando demasiado abajo en el nivel de la discusión, y volvamos al punto de partida: la traducción de poesía, esta particular traducción de la poesía de Arnaut Daniel.
ResponderEliminarTu observación sobre las nuevas técnicas de albañilería me hizo pensar que para vos la versión de Arnaut Daniel debía tener valores técnicos que se me habían escapado. Releí entonces una vez más la traducción. Lamentablemente, no veo técnica nueva alguna en la confección de los versos, sólo el viejo verso libre usado bastante desmañadamente. Te ruego que, si hay alguna técnica poética novedosa que vos has descubierto en la traducción y yo no he percibido, me la señales.
Por lo pronto, y a manera de síntesis de mi punto de vista, diría lo siguiente: si la traducción de un trovador de los siglos XII-XIII deja de lado el uso de las formas compositivas que históricamente podrían corresponder a esa escritura (no digo siquiera de una manera exacta, si no al menos de un modo aproximado, que pudiera crear una cierta equivalencia musical); si la versión tampoco innova técnicamente, tampoco busca convertir al poeta medieval en un poeta de vanguardia; si la transposición literal tampoco es demasiado feliz en la elección de los vocablos (convengamos en que, por mucha Real Academia Española que aduzcamos ―ya es sospechoso que tengamos que recurrir a ella para justificar un término―, el giro “donde más invierna” suena un tanto -por no decir muy- forzado; y no son delicias expresivas superiores, ni siquiera en prosa, no pocas frases más de las estrofas transcriptas); si todo esto es así y no se me ha escapado alguna secreta cualidad poética de los versos publicados en “Ñ”, sigo sosteniendo que definir a tal traducción “un acontecimiento en nuestras letras” es un dislate crítico, o cuanto menos un elogio desmesurado. Es mi valoración personal, Jorge, y entiendo perfectamente que no sea la tuya, que has sido el responsable de esa definición, según me señalaste. Sigo en otro comentario, con algunas observaciones de orden más general.
Ahora bien, Jorge, al margen de la mayor o menor justicia del elogio de “Ñ”, al margen de esta traducción puntual, se mantiene una cuestión que atañe tanto a la traducción como a la creación original de poesía, y que podría formularse a través del siguiente interrogante: ¿Por qué juzgar anacrónica, perimida, la formidable variedad de técnicas que la tradición lírica ha ido acumulando a lo largo de los siglos, y que está a disposición del poeta actual, para renovarla y actualizarla con nuevas formas y con una dicción acorde con el estado presente de la lengua? Es lo que ha hecho, por otra parte, la mayoría de los grandes poetas modernos de distintas lenguas, como he señalado ya en distintos ensayos, con amplia variedad de ejemplos tomados de diferentes literaturas. Llevaría la cuestión incluso un paso más allá: ¿Por qué empeñarnos en limitar al verso libre el instrumental técnico del poeta actual, como si el verso libre fuera, además, una novedad, y no un recurso trajinado por la poesía desde hace ya bastante más de un siglo? ¿No será el caso, incluso, de que el verso libre en la Argentina se encuentra ya en franca decadencia, cuando más se extiende su dominio, como un imperio que se vuelve laxo y se debilita internamente justamente cuando carece de términos de confrontación? Tal vez, incluso para revitalizarlo (repito lo que te he señalado en otra discusión, es decir, que no soy un enemigo del verso libre en sí mismo, desde el momento que “el verso libre quiere decir, como su nombre lo indica, una cosa sencilla y grande: la conquista de una libertad” ―lo afirmó, como recordarás, el viejo Lugones, que entonces era bastante joven, hace 101 años―), no estaría de más fortalecer su eficacia con el conocimiento y la práctica de otros tipos de verso.
ResponderEliminarEn fin, Jorge, no es mi intención someterte a la respuesta de estos planteos, que más bien me hago a mí mismo. Me gustaría, con todo, despedirme de vos de mejor manera de la que lo hice en mi comentario de ayer, diciéndote que, aunque sigamos en desacuerdo, siempre me resultan estimulantes nuestras discusiones. Un saludo sinceramente cordial, Pablo.
Ab gai so cundet e leri
ResponderEliminarfas motz e capus e doli,
que seran verai e sert
quan n'aurai passat la lima,
qu'Amor marves plan e daura
mon chantar que de lieis mueu
cui Pretz manten e governa.
Soy un lector algo omnívoro, metido a veces a escritor, a veces a poeta(stro), a veces, ay, a traductor o trujimán. Por encima de la discusión sobre métrica, rima, espondeos, qué bueno es escuchar aquí al propio Arnaut Daniel,y ver cuál es su propia postura ante la poesía. Nos habla de su propio texto como de un arte de limar y pulir, que me recuerda los primeros versos de los Carmine de Catulo. ¿Cómo queda ese pulimento, esa alegría de construir versos gráciles, en esta traducción? Si de veras existe eso que acostumbramos llamar "emoción estética", la traducción prosaística y hasta desgarbada parece un absoluto oxímoron a las intencionalidades de Daniel. Intencionalidades en las que sí habría que reparar, creo, ya que él mismo enuncia su ars poetica.
Conozco demasiado de lejos la langue d'oc, un lejos que se me llega por un uso correcto del francés, una más o menos aceptable capacidad de lectura del provenzal actual, y exploraciones titubeantes en las lenguas romances medievales, que quizás no estaban aún tan alejadas entre sí. Tan pobremente armado, esa emoción estética me nace ante el original apenas inteligible, y se me desvanece ante su traslación. Y sí, coincido pues, en que la pérdida de los recursos formales en el paso ha dejado al pobre trovador un poco desnudo de tanto esfuerzo poético, sin lima y sin alegría.
La pucha, no estamos hablando de la traducción desde el ugarítico o un dialecto de Camboya, estamos ante un texto de nuestra propia tradición, del que no solo bebió Dante sino la lírica catalana, la galaico-portuguesa y la castellana misma. ¿El arduo esfuerzo por que lo formal no se diluya, no valdría la pena en este caso de lenguas casi incestuosas? Esta canzon en particular no cumple con los endecasílabos ni con la compleja reiteración malabarística de la mayor parte de los otros textos. Con todo, si el romance octosílabo resultaba insuficiente por razones de economía, podría haberse optado por otras métricas. Tampoco entiendo la híbrida decisión, en este caso, por la rima, que en el original aparece en forma ABCDEF-ABCDEF. ¿Si la rima no era necesaria, por qué abolirla en cinco versos de la sextina y mantenerla en el sexto? Es un juego un tanto arbitrario.
Comparto la idea de que, en lo posible, no solo las literalidades valen para la poesía. Pueden servir para un texto filosófico y aún con sus excepciones; pero qué decir de textos como los de Daniel tan simbióticos con la música, compuestos para ser cantados, y de hecho recuperados hoy en versiones de audio. Todos nos espantaríamos ante la partitura de un gran clásico donde un triste re menor deviniera en do mayor. ¿Merece menos cuidados la traducción poética?
En cuanto a los de "elitismo de barricadas". ¿Por dónde pasa el elitismo en este caso? ¿Por la búsqueda de un texto digno para un lector sensible, o por la creencia de que un lector ignaro de las fuentes puede y debe conformarse con cualquier cosa ante la autoridad suprema que se le presenta en la forma de traslador/editor/crítica literaria aduladora?
Después de leer el conjunto de los comentarios a la ya famosa nota sobre Arnaut Daniel y sus "traidores", digo que suscribo enteramente y sin reparos la síntesis final de Juan Carlos. En todo caso, me atrevería a decir todavía esto: no es que el re menor suene do mayor: es que la orquesta desafina por todos lados, la melodía, las armonías y el ritmo son totalmente irreconocibles, la sinfonía se transformó en ruido. Sé por experiencia propia cuán difícil, cuán humillante incluso, suele ser la traducción de poesía. Pero entre hacer una mala traducción y publicarla siempre hay una instancia feliz: aquella en que uno envía su trabajo a la papelera de reciclaje y empieza de nuevo. Porque quien publica, como quien se sube al podio y levanta la batuta, sabe que se expone a las críticas.
ResponderEliminarAlejandro, Pablo: por momentos me hacéis acordar a la preciosa ridícula de "Portrait of a lady", de Eliot:
ResponderEliminar“So intimate, this Chopin, that I think his soul
Should be resurrected only among friends
Some two or three, who will not touch the bloom
That is rubbed and questioned in the concert room.”
Desde luego, nadie tradujo, que yo sepa, la música de este fragmento ni del poema todo, dicho sea de paso, pese a lo cual entendemos, gracias a los traductores, que Eliot dice:
“tan íntimo este Chopin, yo creo que su alma
solo debería resucitar entre amigos,
dos o tres, que no toquen la flor
que se aja y cuestiona en la sala de conciertos.”
Pero no puede resucitar el Chopin que había en Eliot; mal puede suceder esto con el de Arnaut Daniel, pese a lo cual sabemos, gracias a la traducción en versos libres trajinados, que cepillaba y pulía sus versos, cuestión que tal vez no apareciera tan clara sin pretendieramos o pretendiesemos una forma "equivalante" de su música, que tal vez nos haría utilizar verbos distinos, y por lo tanto ideas distintas.
Esta claro, Pablo, que lo que pensamos sobre qué es la poesía no coincide. La veo en las desesperaciones del sentido, no en las del sonido, cuya obtención puede ser entretetenimieto de clubmen. Eso es lo que ha cambiado en la poesía: que el núcleo semántico haya psado a primer plano. Fue obra de conceptistas y culteranos, no de las vanguardias. Jamás dije que el verso troquelado estuviese perimido, ni que el verso libre fuese actual y moderno. Lo que digo, simplemente, es que si debo elegir (y conste que nunca se elige porque una forma de música es todo lenguaje) elijo sacrificar la eufonía.
Sí, claro, tu despedida fue algo ruda. Pero no me ofende. Creo que no tiene ya sentido este discusión, que como siempre llevas de lo particular a lo general, y de lo general a lo particular, con artes de esgrima un tanto cansadores. Aclaraciones como la que he hecho, por ejemplo, sobre lo perimido que nunca pronuncié, o como debería hacer ahora respecto de que nunca dije que la traducción de Salvetti-Rojo fuera innovadora. Etc. Etc. O que prefiero al que trabaja y publica, y se somete a juicio, y no la casai pedante conclusión de qque debe arrojarse al cesto la comprobación de lo que Pound dijo y sobre lo que advitió, evidente, por lo demás: es intraducible la música (porque la música es música, digo: ¿cuál sería la traducción, y a qué, de una sinfonía? Considerad la posibilidad de trabajar de músicos: es tanto o más arduo que esribir, pero al menos no tiene la traducción como problema).
Cordialmente
Jorge
Y perdón por las erratas
ResponderEliminarBien, de elitismo de barricadas se pasó a una preciosa ridícula, y a un tono (¿musicalidad?) extrañamente peninsular - me hacéis acordar,considerad la posibilidad... Parecen admoniciones de preciosa ridícula.
ResponderEliminarSupongamos que de este texto ha quedado su núcleo semántico; entonces, "sabemos, gracias a la traducción en versos libres trajinados, que cepillaba y pulía sus versos"; también sabemos que tenía un corazón algo lluvioso y a pesar de todo estaba caliente donde más invierna. Un buen ejercicio de surrealismo o dadá, o un parágrafo obtuso de revista Caras, o un dato para la wikipedia bajo biografía de Arnaut Daniel.
Señor Aulicino, los que trajinaron aquí no fueron los traductores; el trajinar es la dura condena que se otorga a los pobres lectores, que intuyo algo abandónicos ante esas semánticas bellezas, o al menos obligados a permanecer en el despiste de preguntarse por qué diablos micer Daniel ha de ser considerado un gran poeta.
Felizmente, aunque reducido, el clubmen de buenos traductores que saben de laborar con eufonías y música existe y existió siempre; en nuestra lengua, al menos desde Fray Luis, tan literal a veces. Quizás esto parezca una antigualla, pero muy muy contemporáneamente hay señores que tras el cesto de basura (cosa nada pedante, por cierto, ¿qué gran escritor no desechó más de lo que editó?) se esfuerzan por que la poesía siga siendo poesía y no un descafeinado retazo de mala prosa con meros espacios tipográficos que la disfracen. Y revistas con menos tirada que Ñ, pero con algo más de responsabilidad a la hora de apuntar una crítica menos cipayesca de toda medianía que anda dando vueltas.
Amigo Pablo, amigo Juan Carlos, los felicito a ambos por el estilo y por la franqueza. ¡Cuánto mejor nos iría a todos si nos animáramos a decir sin vueltas lo que pensamos! ¡Cuánto más sana sería la convivencia en la vida literaria y cuánto más rica nuestra literatura! Pero hay quienes prefieren la agresión al argumento; es un método de probada eficacia en las canchas de fútbol, pero no sé si muy recomendable en el debate intelectual. Ese debate, si lo entendemos como tal y no como lugar de agresiones gratuitas, es vital para la salud de una literatura. Pero en la Argentina nos hemos (mal)acostumbrado a la obsecuencia y al halago hipócrita. Entonces, cuando alguien por fin dice lo que piensa parece que ofende...
ResponderEliminarRepensando lo que escribe Jorge, acerca de los personajes de Molière y todo eso... creo que detrás de todo hay un falso concepto, el de una supuesta "democracia" en las artes. Si no me equivoco, fueron los surrealistas los que fraguaron la hermosa ilusión de que todos somos poetas. Es claro, lo seríamos en una sociedad como la que ellos imaginaron; pero por desgracia lo primero que nos sale suele ser el discurso mediático, porque en él vivimos inmersos. Yo sostengo que el arte (en el sentido de 'ars' o de 'tekhne', la 'artesanía profunda' de que habló Mastronardi) es un lugar de resistencia frente a ese discurso babélico y prepotente. No se trata entonces, como Jorge parece creer, de un placer anticuado que consistiría en contar las sílabas y buscar rimas para halagar el oído; se trata de plasmar otro ámbito de significado, justamente. Vale decir: el trabajo sobre la forma actúa sobre el sentido; y perdón por soltar algo tan obvio. Un paso más: no se oponen forma y semántica, porque también la forma significa; se oponen forma y materia: la voluntad de belleza y lo informe que aguarda y casi exige esa redención. Valdría la pena releer al querido Amado Alonso, que no había leído en vano a Aristóteles: un filósofo viejo, sí, muy viejo, no hace falta decirlo. Y sin embargo, esa lectura (entre otras muchas, sin duda) le permitió a Alonso escribir el mejor libro crítico que se escribió sobre Residencia en la Tierra, unos pocos años después de aparecido el gran libro de Neruda. Otra falsa oposición es, pues, la de lo viejo y lo nuevo. O en todo caso, es un sofisma de la peor especie confundir lo viejo con lo perdurable.
En fin, Jorge, lamento que no puedas prescindir de los motes a la persona: ahora, además de “elitista de barricada”, también sería una “preciosa ridícula” e integrante de un entretenido “club” de ociosos señores. Pero bueno, por lo menos me ponés en compañía de ese traductor magistral que es Alejandro Bekes, lo cual es un honor para mí.
ResponderEliminarDejemos de lado tal aspecto divertido, pero poco productivo, de tu comentario. En cuanto a tus argumentos, digamos, creo que su falla principal consiste en la disyunción de forma y sentido, que ya a nadie se le ocurriría plantear seriamente en la teoría ni en el análisis artístico. Cuando Gottfried Benn recordaba aquella sugestiva frase según la cual, en el arte, “la forma es el supremo contenido”, se refería a esto. En la poesía, en particular, las "desesperaciones del sentido” (me gustó tu expresión) van indisolublemente unidas a las desesperaciones por el sonido. No es lo mismo decir, como lo hace Quevedo en el famoso soneto, “Alma a quien todo un Dios prisión ha sido”, que decir “Todo un Dios ha sido prisión para el alma” (dejemos en suspenso la discusión si ese dios va con mayúscula o minúscula: yo lo prefiero con mayúscula, para mayor hipérbole y mayor herejía). No suena igual decir, como Martí en otro célebre y magnífico poema, “…Las ventanas / abro, ya estrecho en mí”, que anotar tristemente: “Ya estrecho en mí, abro las ventanas”. La búsqueda de la intensidad y la precisión sonora no es, pues, un “entretenimiento de clubmen”: es la pasión que desvela a los poetas que saben que una sílaba más o una sílaba menos, un acento que cae donde no debiera, un hipérbaton poco feliz, pueden hacer que un gran poema termine estrellándose en lo anodino. Vale decir: forma anodina y sentido anodino, en poesía, son una y la misma cosa. Trabajar la "forma", entonces, es idéntico a trabajar el "sentido".
Por otra parte, no me parece el caso de perder tiempo en demostrar que eso que afirmás tan campante sobre lo que fue “obra de conceptistas y culteranos”, no tiene el más ínfimo respaldo histórico. ¡Nada menos que los conceptistas y los culteranos! Quevedo y Góngora deben estar arañando sus cajones, no sólo porque los hayas puesto juntos en una misma frase, sino por tratarlos de autores que se preocupaban por “el núcleo semántico” y no por la sonoridad del verso. Ese tipo de dislates críticos y teóricos son los que en verdad hacen inútil esta discusión: si no nos ponemos de acuerdo en lo que fue la obra de poetas sobre los que hay montañas bibliográficas (por ejemplo, sobre su pericia métrica), qué nos vamos a poner de acuerdo, o dialogar sobre una mínima base común de entendimiento, acerca de cuestiones menos exploradas.
En lo que atañe a mi despedida, estimado Jorge, no fue nada “ruda”, fue incluso digna de un “clubman” ―dicho con la debida ironía― comparada con la tuya. Te señalé que quería mejorarla para que intentáramos pasar por encima de los motes desdeñosos y las insidias personales para centrarnos en la discusión de ideas, contando con que, si tenías un poco de sentido autocrítico, releyeras también tus palabras y repararas en su recurrente torpeza. No ocurrió así. No importa. Tampoco me ofendo. Para concluir: creo que en la derrota hay más honor que en la victoria, y sé muy bien que mi concepción de la poesía hoy está vastamente derrotada en nuestro país por la que impera, que es, en líneas generales, la tuya. Mañana, no sabemos. Más allá de eso, tal vez, tal vez reconozcas que, en lo que a argumentaciones se refiere, en especial por las precisas intervenciones de Bekes y Sánchez Sottosanto, en esta discusión podés sentirte perfectamente honrado.
(No lo tomes a mal: esto último es una broma, claro).
Te saludo, Pablo.
Una aclaración a lo que dije más arriba, acerca del trabajo formal. No quisiera que se entienda que estoy defendiendo el barroquismo o la dificultad en sí mismas. Vale decir: no se trata de que el esmero formal tenga que dar siempre por resultado lo difícil o lo barroco ni mucho menos lo alambicado; esto último sería (como decía Karl Vossler) deformación y no forma. Aquel incipit de Safo: ásteres mèn amphì kálan selánnan ("Las estrellas en torno de la hermosa / luna", en versión de Pablo Ingberg) es tan hermoso como lo que describe, justamente por su llaneza absoluta, por una "ingenuidad" perfecta (en el sentido latino de la palabra). Pienso que tal llaneza es una de las metas más arduas: que la alta poesía encuentre cauce en las palabras de siempre, sin adorno visible. Summa ars celavit artem, el arte supremo es ocultar el arte. Aclaro esto menos para defenderme de la acusación de preciosismo que para despejar posibles equívocos. Por otra parte, ser difícil o ser llano no son, a menudo, decisiones del poeta, sino del poema.
ResponderEliminar¿Será que Góngora no se preocupaba por la sonoridad, aparte del sentido?
ResponderEliminarSeguramente el señor Aulicino, con su "buen" oído, conocerá este famoso pasaje del autor español, donde describe a los murciélagos que habitan la cueva de Polifemo:
caliginoso lecho, el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña
infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.
Si estos versos no le repican en el oído, tal vez deba consultar a un otorrino profesional...
Soy traductora de documentos oficiales (partidas de nacimiento, actas de matrimonio, de defunción, etc) y coincido con Aulicino que contar las sílabas para los formularios resulta muy difícil, diría imposible. Hago siempre el esfuerzo pero "muerto" solo rima con "tuerto", y ¿qué pasaría si el muerto tuviese los dos ojos sanos? Es imposible traducir así, les diría que traten de modernizarse, podrían probar con versiones más actualizadas de todas las obras "viejas".
ResponderEliminarAsí sería una nueva versión de la Commedia:
Más o menos por la mitad
de la ruta de mi vida
me encontré con un caminito oscuro
que parecía perderse por ahí.
Queda mejor,no? Si Dante se levanta...Dejen de debatir tanto, y vayan a trabajar, porque con Auli, tenemos el futuro asegurado! Retrógrados.
Igual, los quiero.
Por azar o providencia, he dado con el blog de Jacques Ancet, traductor al francés de Borges y de Quevedo, entre otros. Siempre he sufrido al ver traducciones de los grandes poemas castellanos a otras lenguas. En un arduo ejercicio, comprobé, por ejemplo, lo poco y nada que quedaba de San Juan de la Cruz en versiones que hasta censuran la erótica de este místico. Es que ver a nuestros poetas torturados en otras lenguas quizás sea el ejercicio inverso al que aquí se discutió. Pero encontrarnos con un soneto de Borges, traducido con rima y métrica, y sin descuidar la dichosa "semántica", demuestra que el ejercicio vale la pena. Y más en una tradición como la francesa que, como he dicho en alguna otra parte, eligió la traducción en prosa con asiduidad, aún cuando los traductores fueran de la talla de Chateaubriand, Nerval, Musset, Baudelaire, Mallarmé, Leconte de Lisle, Yourcenar y un largo etcétera.
ResponderEliminarLOS RÍOS
Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de Heráclito el Oscuro.
Somos el agua, no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.
Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.
Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.
LES FLEUVES
Nous sommes temps. Nous sommes la fameuse
parabole d'Héraclite l'Obscur,
nous sommes l'eau, non pas le diamant dur,
l'eau qui se perd et non pas l'eau dormeuse.
Nous sommes fleuve et nous sommes les yeux
du grec qui vient dans le fleuve se voir.
Son reflet change en ce changeant miroir,
dans le cristal changeant comme le feu.
Nous sommes le vain fleuve tout tracé,
droit vers sa mer. L'ombre l'a enlacé.
Tout nous a dit adieu et tout s'enfuit
La mémoire ne trace aucun sillon.
Et cependant quelque chose tient bon.
Et cependant quelque chose gémit.
LA VIDA
ResponderEliminar(Sextina)
¿Dónde encontrarlas cuando faltan fuerzas?
Al decir de los sabios, dentro de uno.
Allí se encuentra el pozo nunca seco.
Allí puedes beber cualquier instante
el agua que da fuerza y que da vida.
Mas como no soy sabio, dudo un poco.
Por mi gran ignorancia y saber poco,
dudo de ese obtener mágicas fuerzas.
Quizá porque prosaica fue mi vida
y muy místico no debe de ser uno.
Si me acerco a la fuente y un instante
no mana agua, mi labio queda seco.
Uno se siente cada vez más seco,
además de saberle todo a poco.
Se disipó el encanto y el instante
cuando no escatimábamos las fuerzas,
pues en verdad sobrábanles a uno.
Mas vino el día en que cambió la vida.
No era ahora una broma ya la vida
ni un divertimiento, mas sí un seco,
cansancio que agotaba uno a uno
nuestros fieles afanes. Poco a poco,
pensamos en aquellas nuestras fuerzas
como pertenecientes a otro instante.
Lejano parecía aquel instante
que regalaba en nuestras venas vida.
¿En dónde están ahora esas las fuerzas
que han hecho de la vida un árbol seco,
menguado, enfermo y de aliento poco,
tan escaso que no sostiene a uno?
Habrá que erguirse como pueda uno
y aguantar a pie firme este instante.
Habrá que hacer un mucho de lo poco.
Dignamente enfrentar la escasa vida.
Lo que fuera maduro es hoy seco.
Para engañarse ya no existen fuerzas.
Adiós, ay fuerzas que me hicisteis uno,
maduro y luego seco en un instante.
Al fin la vida sabe siempre a poco.
Fernando Ortiz
Malisimo el blog
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