TRES
AMIGOS
[Alfredo Veiravé, Alejandro Nicotra y Horacio Castillo, en la ciudad de Mendoza, 1991. Fotografía obsequiada por la familia de Horacio Castillo] |
Sucede
a
Horacio Castillo
Como en
el centro ambiguo
de un
sueño o una historia recordados,
aflora, a
veces,
la
ilusión, el fantasma
de lo
real.
Sus alrededores
―rostros,
lugares, voces―
convergen
―y se anuda
el
destino:
zona irritable,
si la
tocas.
Pero,
ahí te
habla, estuvo
esperándote,
el poema.
Alejandro Nicotra
[De una
palabra a otra,
Ediciones
del Copista,
Col. “Fénix”, Córdoba, 2008]
*
Ella en Sardes
Ella, a
menudo, en Sardes,
tendrá su
pensamiento aquí.
Como el
caballo rompe el ronzal
y corre
libremente por la llanura,
así
volará hacia aquí,
con el
destino atado todavía al cuello.
Cuando
estuvo entre nosotros,
en ti
echó raíces, de ti se nutrió,
pues toda
alma es parásita
y sólo a
expensas de otra alma crece.
Por eso
ahora, en Sardes,
afilando
el ojo en el esmeril,
ella
tendrá su pensamiento aquí,
lejos de
sus brazos, en un dominio bárbaro.
Horacio Castillo
[Tuerto
rey, Carmina,
Buenos Aires, 1982]
*
Carta al poeta Alejandro Nicotra
antes de salir de viaje para México
Tu
desnuda Musa, en Villa Dolores,
claridad
errante que se desviste sobre los poemas no escritos
te “dictó”
estos bellos que acabo de recibir; los respondo
con un soplo de estas operaciones del viaje
que ahora emprendo / volaré en trance cuando
me leas
sobre un
piso de Jumbo encima de las cordilleras
andinas
de América, bajo el volcán de Cuernavaca
donde se
emborrachaba el Cónsul de Lowry, sobre la bella
catedral
de Tepozotlán, Clima cerca del mar si miras el mapa /
y
preguntarás una vez más ¿por qué la poesía quiere salirse de madre
cuando es el sol sobre las piedras pintadas
y redondas
de tu pequeño río cordobés, donde nos
bañamos una vez, y conversamos
para unas
eternas (dóciles) reverberaciones
si son
las únicas que valen “cuando se apaga el grito del mundo”?
No lo sé,
solamente siento el esqueleto lleno de murmullos
en los
espartillos de la República y la cabeza llena de ruidos
del mundo, aunque siempre son ellos los que
me llaman.
Viajar
hacia adentro como haces tú, o viajar hacia afuera /
¿los “estables”
y los “errantes” del siglo XVII de Paul Hazard?
corriendo por los aeropuertos son una
encrucijada
del
universo que nos pide más vida en la muerte del aire novedoso,
en los océanos terrestres de una Comala
verde de otra
Comala muerta con voces que hablan entre los
terrones
del duelo y
la locura
de Susana San Juan: un huevo de perdiz
que se
abre bajo los papalotes de donde sale la madre de cada uno
de
nosotros, acompañándonos
con sus
navegaciones mortuorias
queriendo saber al fin quiénes somos de lo
que ella engendró alguna vez,
en la
hora en que los sueños se vuelven verdaderos
como tus
citas de Seferis;
en la
hora de despedirnos de los poemas, a la hora de cerrar los libros
que quedan sobre mi escritorio.
Quedar
entre las sombras esperando que salgan los sueños de la casa:
unos corriendo con la angustia de la
velocidad / otros
vestidos
con lujosas máscaras ceremoniales
y
palabras nunca dichas / algunas, femeninas, hijas de la Realidad
con la
boca entreabierta apenas, murmurando, murmurando un adiós
al abrir la puerta.
Cuando
uno viaja ¿quién habla en el poema? ¿El que se va o el que vendrá?
Ulyses
atrapado por Circe haciendo el amor debajo de un león
parado en
cuatro patas sobre ellos. ¿El recuerdo de Itaca?
Ahora ha
vuelto el calor al Chaco lo cual no afecta mi presión
arterial
bastante controlada, he dejado casi de fumar
y te escribo
urgentemente antes de salir
de viaje
mientras
tú enciendes serenamente
tu pipa. Y reflexionas
en lo
profundo e intocado del verso.
Alfredo Veiravé
[Laboratorio
central,
Sudamericana,
Buenos Aires, 1991]