lunes, 1 de noviembre de 2010

T. S. Eliot
(1888-1965)

Un canto para Simeón





A Song for Simeon


Lord, the Roman hyacinths are blooming in bowls and
The winter sun creeps by the snow hills;
The stubborn season had made stand.
My life is light, waiting for the death wind,
Like a feather on the back of my hand.
Dust in sunlight and memory in corners
Wait for the wind that chills towards the dead land.

Grant us thy peace.
I have walked many years in this city,
Kept faith and fast, provided for the poor,
Have given and taken honour and ease.
There went never any rejected from my door.
Who shall remember my house, where shall live my children’s children
When the time of sorrow is come?
They will take to the goat’s path, and the fox’s home,
Fleeing from the foreign faces and the foreign swords.

Before the time of cords and scourges and lamentation
Grant us thy peace.
Before the stations of the mountain of desolation,
Before the certain hour of maternal sorrow,
Now at this birth season of decease,
Let the Infant, the still unspeaking and unspoken Word,
Grant Israel’s consolation
To one who has eighty years and no to-morrow.

According to thy word.
They shall praise Thee and suffer in every generation
With glory and derision,
Light upon light, mounting the saints’stair.
Not for me the martydom, the ecstasy of thought and prayer,
Not for me the ultimate vision.
Grant me thy peace.
(And a sword shall pierce thy heart,
Thine also).
I am tired with my own life and the lives of those after me,
I am dying in my own death and the deaths of those after me.
Let thy servant depart,
Having seen thy salvation.


1928

[From Ariel Poems, 1927-1930]


*


Un canto para Simeón


Señor,
Los jacintos romanos florecen en los tiestos
Y el sol de invierno repta por laderas nevadas;
Ha hecho una pausa la terca estación.
Mi vida es leve, como
A la espera del viento de la muerte
Una pluma en la palma de mi mano.
El polvillo en la luz y el recuerdo en los huecos
Esperan ese viento
Que sopla helado hacia la tierra muerta.

Danos tu paz.
He caminado muchos años en esta ciudad,
Fe y ayuno he guardado, he ayudado a los pobres,
He dado y recibido honor y bienestar.
Nunca nadie fue echado de mi puerta.
¿Alguien recordará mi casa,
Los hijos de mis hijos tendrán donde vivir
Cuando lleguen los días del dolor?
Buscarán el sendero de las cabras, la guarida del zorro,
Huyendo de las caras extranjeras, de extranjeras espadas.
Antes del tiempo de las cuerdas y los azotes y sollozos,
Danos tu paz.
Antes de los estadios de la montaña de desolación,
Antes de la hora cierta del dolor maternal,
Ahora en la naciente estación del deceso,
Deja que el Niño, la Palabra que aún no ha sido ni es pronunciada,
Conceda la consolación de Israel
A quien tiene ochenta años y no tiene un mañana.

De acuerdo a tu palabra.
Alabarán tu nombre y sufrirán
Con gloria y con escarnio, cada generación,
Luz sobre luz, subiendo la escala de los santos.
Que el martirio no sea para mí, ni el éxtasis
Del pensamiento y la plegaria,
No sea para mí la visión última.
Dame tu paz.
(Y una espada traspasará tu corazón,
Tuya también).
Estoy cansado de mi vida y de las vidas de los que han de venir,
Estoy muriendo de mi muerte y de las muertes de los que han de venir.
Deja a tu siervo partir,
Después de ver tu salvación.


1928

[De Poemas de Ariel, 1927-1930]


Versión de P. A.
Río Ceballos-Córdoba, 1997-1998
Alta Gracia, 1998-1999

2 comentarios:

  1. ¡qué bello! mariposea en lo hondo del cuore. Gracias.

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  2. es un poema que llega al corazón, y al alma. muchas gracias por compartir tanta belleza y sentimiento, un besin de esta asturiana

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