PARA LA MISMA TUMBA
Hace algunos años me pidieron un texto, en prosa o en verso, para una antología que se iba a llamar “El día en que me muera”. La página pedida debía referirse a ese día funesto. Con fúnebre fervor escribí seis poemas breves. En primer término, un soneto, titulado “En el aniversario de mi muerte”, que lleva como subtítulo “Variación sobre un tema de W. S. Merwin” y un epígrafe tomado de la composición homónima ("For the anniversary of my dead") de este poeta norteamericano: “Every year without knowing it I have passed the day / When the last fires will wave to me...”. Luego, “Cinco epitafios para la misma tumba”, que incluyen alguna copla, un sonetillo heptasilábico (una invectiva más o menos jocosa, en realidad, contra Córdoba y los cordobeses) y otros versos de diversa medida y entonación. Todos estos epitafios se vinculan con lugares que han tenido importancia en mi vida: Tulumba, el caserío del norte de la provincia de Córdoba, sobre el antiguo Camino Real, donde nació mi madre, de quien llevo el apellido con que firmo mis versos; Villa Dolores, el pueblo donde nací, crecí y viví hasta los diecisiete años, y en cuyo cementerio está enterrado mi hermanito mayor, muerto a los tres años, una ausencia que siempre me acompaña; Córdoba, la capital, donde residí desde los dieciocho hasta los veinticuatro años, mientras estudiaba en la universidad; Florencia, donde transcurrí un año, entre 1987 y 1988, y adonde siempre volví mientras permanecí en Italia, es decir, hasta los treinta y un años; y finalmente Alta Gracia, la ciudad donde resido desde los treinta y cuatro años, y donde espero morir y ser sepultado.
Estos versos a pedido no fueron finalmente publicados, ya que la antología, haciendo honor a su tema, murió antes de nacer. Dado que, a excepción de “En el aniversario de mi muerte”, que está incluido en mi libro Estudios de la luz (Pre-textos, Valencia, 2010), los demás epitafios no creo que terminen en ningún libro ni lápida, los publico aquí, en este nicho precario de la vida virtual.
Cinco epitafios
para la misma tumba
I. En un panteón de Villa Dolores
Aquí estoy, nuevamente,
al lado tuyo, hermano.
Sólo en sueños te vi,
y ahora los dos somos
al fin la misma cosa,
al fin el mismo sueño.
II. En un nicho del San Jerónimo (Córdoba)
Aquí estoy, nuevamente,
al lado tuyo, hermano.
Sólo en sueños te vi,
y ahora los dos somos
al fin la misma cosa,
al fin el mismo sueño.
II. En un nicho del San Jerónimo (Córdoba)
Unreal City…
T. S. Eliot
Esa cordobesada bochinchera y ladina…
J. L. Borges
T. S. Eliot
Esa cordobesada bochinchera y ladina…
J. L. Borges
Ciudad vana, beata,
provinciana y chismosa,
con su voz pretenciosa
y su canción barata.
Su tonada delata
que es más bien poca cosa;
su poesía es prosa
y la prosa, una lata.
Aquí es todo lo dicho
palabra en el desierto.
¡Venirme aquí a morir
donde ya estaba muerto!
¡Ábranme pronto el nicho
porque me quiero ir!
III. En el cementerio inglés de Florencia
He vivido, he amado, he hecho palabra
algunas horas de mi sentimiento;
quienes me lleven en su pensamiento
dejen que en el silencio se entreabra
una flor, nada más, la del olvido:
valió la pena, al fin, tuvo sentido.
IV. En la tierra de Tulumba
Que alguien se acuerde de mí
un tiempito, nada más:
cuando se me haga costumbre
no ser por siempre jamás.
V. En una lápida del cementerio de Alta Gracia
Yo quisiera observar hoy con tus ojos
el sol sobre las lajas del sendero,
la vaga ondulación de los cipreses,
el hondo azul y el pájaro en su vuelo.
Míralos por tus ojos y los míos:
nadie sabe quién ve lo que está viendo.
provinciana y chismosa,
con su voz pretenciosa
y su canción barata.
Su tonada delata
que es más bien poca cosa;
su poesía es prosa
y la prosa, una lata.
Aquí es todo lo dicho
palabra en el desierto.
¡Venirme aquí a morir
donde ya estaba muerto!
¡Ábranme pronto el nicho
porque me quiero ir!
III. En el cementerio inglés de Florencia
He vivido, he amado, he hecho palabra
algunas horas de mi sentimiento;
quienes me lleven en su pensamiento
dejen que en el silencio se entreabra
una flor, nada más, la del olvido:
valió la pena, al fin, tuvo sentido.
IV. En la tierra de Tulumba
Que alguien se acuerde de mí
un tiempito, nada más:
cuando se me haga costumbre
no ser por siempre jamás.
V. En una lápida del cementerio de Alta Gracia
Yo quisiera observar hoy con tus ojos
el sol sobre las lajas del sendero,
la vaga ondulación de los cipreses,
el hondo azul y el pájaro en su vuelo.
Míralos por tus ojos y los míos:
nadie sabe quién ve lo que está viendo.
Alta Gracia, ¿2005? ¿2006? ¿2007?
El epitafio V me dejó encantada y el de San Jerónimo me hizo crecer la sonrisa...
ResponderEliminarPablo, mirá hoy leo estos epitafios y justo estaba viendo unos videos sobre narradores que me regaló mi hijo y allí Andres Rivera dice que si tuviese que poner algo en su propia lápida debía ser: "Andrés Rivera, el que murió, es y fue un militante"
ResponderEliminarY no sé si vos recordás un interesante libro, me parece que de autor inglés, que son todos epitafios? Es muy reconocido el libro y me dio ganas de buscar y releerlo.
Muy bueno esto.
Lily Chavez
Gracias a ambas por sus comentarios.
ResponderEliminarLily, el libro al que aludís se me ocurre que es la "Antología de Spoon River" del poeta norteamericano Edgar Lee Masters, que, como decís, está compuesto todo de epitafios. Hay algunos magníficos, en efecto. La traducción más conocida en la Argentina es la que hizo Girri, publicada por Ediciones Librerías Fausto, que, si no recuerdo mal, es una selección de la "Antología".
Un abrazo, Pablo.
oh, gracias Pablo por el dato. Ese mismo.
ResponderEliminarEspero encontrarlo.
Un abrazo.
Lily