Matthew Arnold
La Playa de Dover
Philip Dutie, Dover Beach |
La Playa de Dover
El
mar está tan calmo en esta noche.
Es
alta la marea, y se recuesta
La
luna, hermosa, sobre los estrechos;
En
la costa francesa resplandece
La
luz, se aleja, y los acantilados
De
Inglaterra en la sombra se vislumbran
Vastos
en la pacífica bahía.
¡Ven,
es tan dulce el aire de la noche
En
la ventana! Solamente escucha
Ese
rumor desde la larga línea
De
espuma donde el mar se une a la tierra
Blanca
de luna... Oye el rugido áspero
De
los guijarros que el oleaje arrastra
Y
otra vez los arroja cuando vuelve
A
lo alto de la playa, empieza, y cesa,
Y
luego nuevamente recomienza,
Con
lenta y trémula cadencia, y trae
La
eterna nota de la melancolía.
Una
vez, allá lejos y hace tiempo,
Sófocles
lo escuchó en el mar Egeo,
Y
le evocó el turbio flujo y reflujo
Del
sufrimiento humano; así, nosotros
Hallamos asimismo un pensamiento
Al
escuchar ese sonido aquí,
A
orillas del distante mar del norte.
Hubo
un Mar de la Fe
También,
pleno, y rodeaba
Las
costas de la tierra, y se extendía
Como
los densos pliegues
De
una faja ceñida y deslumbrante.
Ahora,
sin embargo, sólo escucho
Su
largo, fugitivo, melancólico
Rugido
en retirada, que se aleja
En
el soplo del viento de la noche
Por
la arena desnuda, hacia los lindes
Monótonos
y vastos del planeta.
¡Amor,
ah, seamos fieles
El
uno al otro! Porque en este mundo,
Que
ahora pareciera que se tiende
Como
un país de ensueño ante nosotros,
Tan
variado, tan nuevo, tan hermoso,
No
hay, en realidad, ni amor ni dicha,
No
hay luz, ni paz, ni una certeza,
No
hay consuelo ni alivio al sufrimiento;
Y
aquí estamos los dos
Como
en una llanura en que oscurece,
Sitiada
por confusas
Alarmas
de batallas y de fugas,
Donde
ciegos ejércitos combaten en la noche.
Matthew Arnold
[Versión
de P. A.
Córdoba,
02-VIII-20]
*
Dover Beach
The sea is calm tonight.
The tide is full, the moon lies fair
Upon the straits; on the French coast the light
Gleams and is gone; the cliffs of England stand,
Glimmering and vast, out in the tranquil bay.
Come to the window, sweet is the night-air!
Only, from the long line of spray
Where the sea meets the moon-blanched land,
Listen! you hear the grating roar
Of pebbles which the waves draw back, and fling,
At their return, up the high strand,
Begin, and cease, and then again begin,
With tremulous cadence slow, and bring
The eternal note of sadness in.
Sophocles long ago
Heard it on the Ægean, and it brought
Into his mind the turbid ebb and flow
Of human misery; we
Find also in the sound a thought,
Hearing it by this distant northern sea.
The Sea of Faith
Was once, too, at the full, and round earth’s shore
Lay like the folds of a bright girdle furled.
But now I only hear
Its melancholy, long, withdrawing roar,
Retreating, to the breath
Of the night-wind, down the vast edges drear
And naked shingles of the world.
Ah, love, let us be true
To one another! for the world, which seems
To lie before us like a land of dreams,
So various, so beautiful, so new,
Hath really neither joy, nor love, nor light,
Nor certitude, nor peace, nor help for pain;
And we are here as on a darkling plain
Swept with confused alarms of struggle and flight,
Where ignorant armies clash by night.
Matthew Arnold