Boris
Pasternak
(1890-1960)
EN EL HOSPITAL
Sencilla y a la vez extraña, fácil y a la vez difícil de traducir es la poesía última de Pasternak.
La combinación de una clara textura narrativa y de inesperadas asociaciones
analógicas (a menudo comparaciones, cosa rara en la poesía moderna); la mezcla
sin solución de continuidad de registros altos y bajos, de dimensiones
concretas y abstractas, de hábitos cotidianos y rituales eternos, de prosaísmo
y lirismo, todo en una trama extraordinariamente musical, con una prieta
métrica y con rima perfecta sistemática en todos los versos de las acostumbradas cuartetas de sus poemas, y con la economía propia del idioma ruso, hacen que si
bien sea más o menos accesible la lectura de los textos (la mínima parte de
facilidad), lograr que en castellano los versos ―más extensos y morosos, necesariamente,
por la estructura misma de la lengua― no suenen a prosa y recuerden en cambio vagamente
la poesía, es tarea ardua. No sé si lo logro. Aquí una muestra, el poema “En el
hospital”, de su libro, publicado un año antes de su muerte, Cuando aclara (1959), que en estos días estoy traduciendo. Como se podrá apreciar, el
poema, que comienza casi como una crónica, va tomando intensidad y se va
enrareciendo en densidad poética a medida que transcurre, hasta la plegaria con que el texto termina.
En
el hospital
Se
quedaban como ante una vidriera,
Casi cubriendo la vereda. Luego,
Subieron
la camilla a la ambulancia
Y
entró también, de un salto, el camillero.
Y
partió la ambulancia, zigzagueando
Entre
aceras, curiosos y portales,
Se
hundió con sus fanales en la sombra
Entre
el fragor nocturno de la calle.
Calles,
agentes, caras refulgieron
A
la luz de los faros, un instante.
Sosteniendo
una ampolla de amoníaco
La
enfermera oscilaba, tambaleante.
Llovía,
y en la sala del ingreso
Un
caño de desagüe resonaba
Tristemente;
un renglón y otro renglón
Del
formulario un hombre borroneaba.
Lo
ubicaron al lado de la entrada.
Estaba
todo el pabellón completo.
Mareaba
el vaho del yodo; a la ventana
De
la calle llegaban las ráfagas de viento.
La
ventana abarcaba en un cuadrado
Un
jirón de jardín, un manojo de cielo.
Y
la mirada del recién llegado
Se
habituaba a la sala, las batas, las baldosas.
Por
cómo balanceaba la cabeza
La
enfermera, y el tono de su voz
Cuando
le hablaba, comprendió de pronto
Que
era la de su muerte esa ocasión.
Fue
entonces que miró con gratitud,
Fugazmente,
a través de la ventana,
La
pared
con las chispas de un incendio
Que
desde la ciudad la
iluminaban.
Allí,
llameaba, roja, una barrera,
Y
entre las calles y su resplandor
Un
arce, con las
ramas
retorcidas,
Se
inclinaba ante él en un gesto de adiós.
“Oh
Señor, qué perfectas que son todas
Las
camas, y los hombres, y los muros,
La
noche de la muerte y la ciudad de noche.
He
tomado una dosis de somnífero
Y
aprieto mi pañuelo mientras lloro.
Oh
Dios, las lágrimas de mi emoción
Son
las que no me dejan ver tu rostro.
Me
es dulce, en la luz tenue que desciende
Sobre
las
sábanas,
apenas, pálida,
Reconocerme
y conocer mi suerte
Como
si fuera una preciosa dádiva.
Muriendo
aquí, en un lecho de hospital,
Hoy
siento la tibieza de tus palmas.
Como
una hechura tuya me sostienes
Y
me guardas de nuevo, un anillo en su caja.”
Boris
Pasternak
(1956)
[Versión
de Pablo Anadón
Córdoba, 29 de agosto-5 de septiembre, 2014]
*
В
БОЛЬНИЦЕ
Стояли
как перед витриной,
Почти
запрудив тротуар.
Носилки
втолкнули в машину.
В
кабину вскочил санитар.
И
скорая помощь, минуя
Панели,
подъезды, зевак,
Сумятицу
улиц ночную,
Нырнула
огнями во мрак.
Милиция,
улицы, лица
Мелькали
в свету фонаря.
Покачивалась
фельдшерица
Со
склянкою нашатыря.
Шел
дождь, и в приемном покое
Уныло
шумел водосток,
Меж
тем как строка за строкою
Его
положили у входа.
Все
в корпусе было полно.
Разило
парами иода,
И
с улицы дуло в окно.
Окно
обнимало квадратом
Часть
сада и неба клочок.
К
палатам, полам и халатам
Присматривался
новичок.
Как
вдруг из расспросов сиделки,
Покачивавшей
головой,
Он
понял, что из переделки
Тогда
он взглянул благодарно
В
окно, за которым стена
Была
точно искрой пожарной
Из
города озарена.
Там
в зареве рдела застава,
И,
в отсвете города, клен
Отвешивал
веткой корявой
«О
господи, как совершенны
Дела
твои,— думал больной,—
Постели,
и люди, и стены,
Ночь
смерти и город ночной.
Я
принял снотворного дозу
И
плачу, платок теребя.
О
боже, волнения слезы
Мешают
мне видеть тебя.
Мне
сладко при свете неярком,
Чуть
падающем на кровать,
Себя
и свой жребий подарком
Бесценным
твоим сознавать.
Кончаясь
в больничной постели,
Я
чувствую рук твоих жар.
Ты
держишь меня, как изделье,
И
прячешь, как перстень, в футляр».
Борис
Пастернак
(1956)
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