sábado, 21 de junio de 2014


ALEJANDRO BEKES


Pablo Anadón







Como escribí hace unos días, cuando publiqué un poema que me dedicara años atrás Roberto Daniel Malatesta, nunca he incluido en este blog reseñas, ni ensayos, ni cartas, ni enlace alguno referido a mi poesía, mis trabajos críticos o mis traducciones. Señalaba en la entrada aquella que si no lo he hecho, no es porque me parezca mal hacerlo, sino por pudor provinciano. Creo que hay más, aparte de ese pudor muy cierto: diría que se trata de una mezcla de pereza ni siquiera sé dónde andan muchos de esos textosy de una inclinación parecida al fatalismo con respecto a mi “obra”, como si sintiera que si algo en ella vale, deberá abrirse camino por sí solo, sin mi ayuda. Eso mismo lo he aplicado a mi vida, a mi carrera profesional y a casi todo sin duda con malos resultados, como es previsible. En este tiempo, en que mi existencia, y por consiguiente lo demás, estuvo a punto de desaparecer, y en que todo se me ha vuelto un tembladeral, he sentido la necesidad de sostenerme en lo que pudiera darme una ilusión para mi vida, una “promesa de felicidad”, y lo he buscado en el amor, en la amistad y en la poesía. De amistad y de poesía tratan estos textos, que no publico por vanidad, sino porque me han ayudado y me ayudan a sobrevivir. Por pudor y por ironía, los reúno bajo el nombre de “La Egoteca”, pero más bien les corresponde el título que tomo y parafraseo de un poema de Guillaume Apollinaire, escrito para la boda de su amigo André Salmon: “De la amistad fundada en poesía”. Aquí un poema que hace un par de años me enviara mi hermano por consanguinidad poéticaAlejandro Bekes, que ahora, releyéndolo, me ha conmovido tanto o más que cuando lo leí por primera vez. La casa en la que este amigo me recuerda, desde la cual se oía el arroyo de Alta Gracia, ya no es la mía; tampoco tengo ahora una chimenea, como entonces, para pasar las noches a su lado; me quedan, sí, la pipa y los versos, esos versos que ojalá, según se lee en el poema, “lleve un ángel” como esos de Chagall– “de la mano”.



PABLO ANADÓN


Lo veré siempre así, como lo he visto
junto al hogar, leyendo, hace mil años,
cargando en la alta noche su impertérrita,
filosófica pipa. Luz de un fuego
que arde mal, a capriccio. Afuera cruje
la escarcha en el camino, si alguien pasa.
La leña entre las llamas finge un bosque
de cuento misterioso, y el arroyo
que murmura allá abajo, incalculable,
sabe más de nosotros que esas letras
que el ojo advierte o que la mano traza.
El fuego persevera sin embargo:
da su calor y el acre olor del humo,
si no da luz. Tristeza que es amor,
dice la voz perdida. Alta tristeza
de amor entre las ruinas del silencio,
y el tiempo que se fue con su secreto
sin revelar, como en el bosque antiguo
se extravió Pulgarcito, ya muy lejos
y lejos para siempre de su casa.
Amigo mío, así te veré siempre,
junto al hogar, soñando, pensativo...
Melancólica pipa, luz del fuego
y un ángel con tus versos de la mano.


14 de mayo 2012



ALEJANDRO BEKES


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