viernes, 8 de junio de 2012


Lección de gatos


[Baudelaire, Ciro y Jerjes]


“...o gatte,
lucerne del mio studio, o gatte amate…”

Torquato Tasso


En efecto, paso a menudo horas con Baudelaire, el gato que encontré en la calle, o con Ciro, el tigrecito gris, aovillados sobre las rodillas. Así, mientras ellos duermen o meditan o se desperezan, yo leo, pienso, fumo, veo televisión, escribo o simplemente me quedo mirándolos. Se aprende más de la contemplación del silencioso gato que de tantos intentos inútiles de diálogo con quienes no se escuchan más que a sí mismos y llaman pensar a esa vanilocuente sordera, quienes confunden pasión con prepotencia y creen que insultar o levantar la voz sirven como argumento. Se aprende, por ejemplo, a desoír con necesario desdén esas voces alteradas (tampoco los gatos soportan a los que vociferan), a alejarse con tranquila indiferencia de sus crispaciones: “ladridos de los perros / a su cadena atados”. Eso, la libertad antes que nada, la calma de su inmovilidad y la elegancia de sus movimientos, la soledad serena, y otras cosas más hondas e inasibles, enseñan los gatos.


[Córdoba, 7-VI-12]


2 comentarios:

  1. Los gatos son un vicio, un vicio por la caricia interminable que nos provocan, por la mullida contemplación en la que nos instalan...En los ojos de los gatos nuestra soledad se aquieta y nos provoca.
    Gracias por el poema de Tasso y por tus gatos.
    Celia.

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  2. Qué justa y precisa tu reflexión sobre los gatos querido Pablo. Siempre aportas con tus palabras profundas, la luz necesaria para este tiempo de sombras que transitamos, para esta época que opacó las esencias y ensordió la música de las simples verdades. Te abrazo afectuosamente. Alfredo

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