Lección de gatos
[Baudelaire, Ciro y Jerjes] |
“...o gatte,
lucerne del mio studio, o gatte amate…”
Torquato Tasso
En efecto, paso a menudo horas con Baudelaire, el gato que encontré en la
calle, o con Ciro, el tigrecito gris,
aovillados sobre las rodillas. Así, mientras ellos duermen o meditan o se
desperezan, yo leo, pienso, fumo, veo televisión, escribo o simplemente me
quedo mirándolos. Se aprende más de la contemplación del silencioso gato que de
tantos intentos inútiles de diálogo con quienes no se escuchan más que a sí mismos
y llaman pensar a esa vanilocuente sordera, quienes confunden pasión con
prepotencia y creen que insultar o levantar la voz sirven como argumento. Se aprende,
por ejemplo, a desoír con necesario desdén esas voces alteradas (tampoco los
gatos soportan a los que vociferan), a alejarse con tranquila indiferencia de
sus crispaciones: “ladridos de los perros / a su cadena atados”. Eso, la
libertad antes que nada, la calma de su inmovilidad y la elegancia de sus
movimientos, la soledad serena, y otras cosas más hondas e inasibles, enseñan
los gatos.
[Córdoba, 7-VI-12]
Los gatos son un vicio, un vicio por la caricia interminable que nos provocan, por la mullida contemplación en la que nos instalan...En los ojos de los gatos nuestra soledad se aquieta y nos provoca.
ResponderEliminarGracias por el poema de Tasso y por tus gatos.
Celia.
Qué justa y precisa tu reflexión sobre los gatos querido Pablo. Siempre aportas con tus palabras profundas, la luz necesaria para este tiempo de sombras que transitamos, para esta época que opacó las esencias y ensordió la música de las simples verdades. Te abrazo afectuosamente. Alfredo
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