Jorge Luis Borges
Dos poemas en inglés
Dos poemas en inglés
A Beatriz
Bibiloni Webster de Bullrich
I
El
amanecer inútil me encuentra en una esquina desierta;
he
sobrevivido a la noche.
Las
noches son olas orgullosas: altas olas azules desplomándose
bajo
el peso de todos los colores de profundos despojos,
el
peso de cosas imposibles y deseables.
Las
noches tienen una costumbre de misteriosos dones y rechazos,
de
cosas otorgadas a medias, a medias rehusadas, de
alegrías
con hemisferios oscuros. Así hacen las noches,
te
lo digo.
La
marea, esta noche, me dejó los fragmentos habituales y
ocasionales
restos: algunos amigos odiados para charlar,
música
para soñar, y el humo de amargas cenizas.
Las
cosas a las que mi hambriento corazón no les
encuentra
uso.
La
ola enorme te trajo.
Palabras,
palabras cualesquiera, tu risa; y vos tan
abandonadamente,
tan incesantemente hermosa.
Hablábamos
y habías olvidado las palabras.
El
amanecer desgarrador me encuentra en una calle desierta
de
mi ciudad.
Tu
perfil dándose vuelta, los sonidos que hacen tu nombre,
el
acento de tu risa: éstos son los ilustres juguetes
que
me has dejado.
Los
vuelvo de un lado y del otro en el amanecer, los pierdo,
los
encuentro; se los cuento a los pocos perros
vagabundos
y a las pocas estrellas vagabundas
del
amanecer.
Tu
vida oscura y rica…
Debo
alcanzarte de algún modo: renuncio a los ilustres juguetes
que
me dejaste, quiero tu oculta mirada, tu verdadera
sonrisa
―aquella solitaria, irónica sonrisa que tu frío
espejo
conoce.
II
¿Con
qué puedo retenerte?
Te
ofrezco pobres calles, atardeceres desesperados, la luna
de
los mellados suburbios.
Te
ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente,
largamente
la solitaria luna.
Te
ofrezco mis antepasados, mis muertos, los espíritus que los
vivos
han honrado en el bronce: el padre de mi padre,
muerto
en la frontera de Buenos Aires, dos balas
atravesando
sus pulmones, barbado y muerto,
amortajado
por sus soldados en cuero de vaca;
el
abuelo de mi madre ―con veinticuatro años―
encabezando
una carga de trescientos hombres en el
Perú,
ahora espectros sobre sombras de caballos.
Te
ofrezco cuanta sabiduría puedan tener mis libros, cuanta
hombría
o humor mi vida.
Te
ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te
ofrezco esa médula de mi ser que he salvado, de algún modo
―el
corazón central que no trata con palabras, no
comercia
con sueños y no es tocado por el tiempo,
la
alegría, las desdichas.
Te
ofrezco la memoria de una rosa amarilla vista al atardecer,
años
antes de que vos nacieras.
Te
ofrezco explicaciones de vos misma, teorías acerca de vos
misma,
auténticas y asombrosas novedades sobre
vos
misma.
Te
puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón:
estoy
tratando de sobornarte con la incertidumbre,
con
el riesgo, con la derrota.
1934
Jorge Luis Borges
[Versión
de P. A.
Córdoba,
1983]
*
Two English Poems
To Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich
I
The useless dawn finds me in a deserted street-corner;
I have
outlived the night.
Nights are proud waves; darkblue topheavy wavesladen
with
all the hues of deep spoil, laden with things
unlikely
and desirable.
Nights have a habit of mysterious gifts and
refusals, of things
half given away, half withheld, of joys with a dark
hemisphere. Nights act that way, I tell you.
The surge, that night, left me the customary shreds
and odd
ends: some hated friends to chat with, music for
dreams,
and the smoking of bitter ashes. The things my hungry
heart has no use for.
The big wave brought you.
Words, any words, your laughter; and you so lazily and
incessantly
beautiful. We talked and you have forgotten the
words.
The shattering dawn finds me in a deserted street of
my city.
Your profile turned away, the sounds that go to make
your name,
the lilt of your laughter: these are the
illustrious toys you
have left me.
I turn them over in the dawn, I lose them, I find them;
I tell them
to the few stray dogs and to the few stray stars of
the
dawn.
Your dark rich life...
I must get at you, somehow; I put away those illustrious
toys you
have left me, I want your hidden look, your real
smile
― that lonely, mocking smile your cool mirror knows.
II
What can I hold you with?
I offer you lean streets, desperate sunsets, the moon
of the jagged
suburbs.
I offer you the bitterness of a man who has looked long
and long
at the lonely moon.
I offer you my ancestors, my dead men, the ghosts that
living men
have honoured in bronze: my father's father killed
in the
frontier of Buenos Aires, two bullets
through his lungs, bearded and dead, wrapped by his
soldiers in the hide of a cow; my mother's
grandfather
―just twentyfour― heading a charge of three
hundred men in Peru, now ghosts on vanished horses.
I offer you whatever insight my books may hold, whatever
manliness or humour my life.
I offer you the loyalty of a man who has never been
loyal.
I offer you that kernel of myself that I have
saved, somehow
―the central heart that deals not in words, traffics not
with dreams, and is untouched by time, by joy, by
adversities.
I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset,
years
before you were born.
I offer you explanations of yourself, theories about
yourself,
authentic and surprising news of yourself.
I can give you my loneliness, my darkness, the hunger
of my
heart; I am trying to bribe you with uncertainty,
with
danger, with defeat.
1934
Jorge Luis Borges
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