Tarde soleada de domingo
Hermosa tarde soleada de domingo, linda para quedarse en el patio sentado en la vieja reposera, mientras se escucha a los chicos que juegan en la pileta de la casa vecina y andan los pájaros, lejos, por el cielo azul; para salir a caminar con las perras por el barrio, sintiendo también su alegría de husmear en las veredas ajenas, de escapar por un rato de la prisión del jardín; para leer los diarios, haciendo de cuenta de que son noticias pasadas, de treinta años atrás, inofensivas; para hojear a la luz que traslucen las cortinas papeles que ya habría que tirar, álbumes con fotos de otros días, libretas con apuntes que nadie leerá y con proyectos de viajes nunca hechos, proyectos de libros nunca escritos; para prepararse en paz un café y encender una pipa y quedarse mirando la cucharita que da vueltas en el líquido oscuro, las volutas del humo que suben y se esfuman lentamente en el aire; hermosa tarde, también, para cumplir al fin ese gesto silencioso (“Non parole. Un gesto”), que uno siempre posterga, vaya a saber por qué.
(Córdoba, 11-XI-12)
Pablo, no es para tanto... Me está pareciendo que el ocio no es bueno para vos, como no lo era para Catulo. By the way, te felicito por la entrega para Maguncia. Yo para no caer en el pozo me puse a escribir una historia universal de la literatura, destinada a mis alumnitos. Llegué hasta la era helenística y ahí paré, me cansé. Pero la voy a retomar algún día. Todo es válido con tal de no pensar. Hablando de cosas lindas, tendríamos que volver a los epitafios, ¿no te parece? "Aquí yace, bien sepulto..." Vayamos pensando, ¿a quién podríamos sepultar? Un abrazo grande, tu hermano Alejandro.
ResponderEliminarGracias, Alejandro. Me parece excelente la idea de la historia universal de la literatura; si yo fuera un editor con plata (o sea, si fuera un editor) ya estaría dándote un anticipo por los derechos. También me parece excelente la idea de retomar los epitafios, que en un tiempo tanto nos divertían. A mí últimamente sólo me sale el mío, pero ya superaré ese egoísmo... Te mando un fuerte abrazo fraterno.
ResponderEliminarHabía dejado pasar esta entrada, amigo (había dejado un poco de leer blogs). Una palabra es un gesto, todavía. Una historia de la literatura de Alejandro, que la imagino de sus libros queridos, ¡qué hermoso gesto suyo, al pensar en los chicos a los que da clase, eso, una invitación (no incitación) a curiosearlos! Yo ando muy con ganas de leer una tuya de eso que me contás que has investigado: el posmodernismo en poesía, esos viejos autores en los que todavía es posible zambullirse, desprejuiciados... Después te escribo por privado. ¡Ánimo! :-)
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