VITTORIO SERENI
LA MUCHACHA DE ATENAS
LA RAGAZZA D’ATENE
Ora il giorno è un sospiro
e tutta l’Attica un’ombra.
E come un guizzo illumina gli opachi
vetri volgenti in fuga
è il tuo volto che sprizza laggiù
dal cerchio del lume che accendi
all’icona serale.
Ma qui
dove via via più rade s’abbattono
dell’ultima caccia le prede
tra le piante che seguono il confine,
ahimè che il puro
segno delle tue sillabe si guasta,
in contorto cirillico si muta.
E tu: come t’oscuri a poco a poco.
Ecco non puoi restare, sei perduta
nel fragore dell’ultimo viadotto.
*
Presto sarò il viandante stupefatto
avventurato nel tempo nebbioso.
Deboli voli, nomi inerti ormai
ad una ad una si sgranano note
per staccarsi dal coro, oscuri scorci
d’un perduto soggiorno: Kaidari,
una conca dolceamara d’ulivi
nel mio pigro rammentare — o quelle
navi perplesse al vento del Pireo.
E tutto che si prese sguardo e ascolto
confitto nella bruma è già passato.
*
Perché di tanto la ruota ha girato
oggi una flotta amica incrocia al largo,
tardi matura il frutto d’ansietà
primizia ad altri che non te,
despinís.
Chi dorme dorme nell’alta
neve lassù tra i cari morti.
Tu coi morti ti levi e in loro parli:
— Io voglio una bandiera
del mio strazio sonora
smagliante del mio pianto,
io voglio una contrada ove sia canto
lieve dagli anni verdi
l’inno che m’opprimeva,
ove l’allarme che solcò le notti
torni mutato in eco
di pietà di speranza di timore —.
*
Così, distanti, ci veniamo incontro.
E a volte sembra
d’incamminarci, despinís, nel sole
lieto anche ai vinti
nei giardini dell’Attica vivaci.
E ancora il tuo ricordo ne verdeggia.
Tradotta Atene-Mestre, autunno 1942
Africa del Nord, autunno 1944
[Vittorio Sereni, Diario d'Algeria, 1947,
in: Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 1986]
LA MUCHACHA DE ATENAS
Ya el día es un suspiro
y toda el Ática una sombra.
Y así como un fulgor alumbra los opacos
vidrios que en fuga pasan
tu rostro allá abajo se irisa
junto a la aureola de la lumbre
que al icono nocturno
le enciendes.
Pero aquí
donde una a una, cada vez
más escasas, ya caen de la última
caza las presas, entre los arbustos
que bordean la línea del confín,
ay se corrompe el signo puro
de tus sílabas, arde en retorcido
cirílico. Y tú, cómo de a poco te oscureces.
No te puedes quedar, ya te has perdido
en el fragor del último viaducto.
*
Pronto seré el viajero estupefacto
que en el tiempo brumoso se aventura.
Débiles vuelos, nombres
que al fin ya nada significan,
gradualmente las notas se desgranan
para dejar el coro, oscuros cuadros
de un perdido paisaje: Kaidari,
un valle dulceamargo de olivares
en la pereza de mi recordar —o aquellos
barcos perplejos en el viento del Pireo.
Y todo lo que ha sido contemplado y oído
hundido en la neblina, ya es pasado.
*
Porque la rueda ya ha girado tanto
hoy una flota amiga se adentra en alta mar,
tarde madura el fruto ansiado,
primicia para otros, pero no para ti,
despinís.
Quien duerme duerme en la alta
nieve, allá arriba, entre queridos muertos.
Tú con los muertos te levantas
y en ellos hablas:
—Yo quiero una bandera
de mi dolor sonora,
brillante de mi llanto,
yo quiero una comarca en donde sea canto
leve de verdes años
el himno aquel que me ahogaba,
donde la alarma que trizó las noches
vuelva mudada en eco
de piedad de esperanza de temor.
*
Así, en la lejanía, volvemos a encontrarnos.
Y a veces nos parece
que caminamos, despinís, al sol
feliz incluso para los vencidos
en los jardines áticos, vivaces.
Y aún en tu recuerdo arde su verde.
Tren militar de Atenas-Mestre, otoño de 1942
África del Norte, otoño de 1944
[Vittorio Sereni, Diario d'Algeria, 1947,
en: Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 1986]
[Nota del traductor: "despinís", en griego, señorita, muchacha.]
Versión de P. A.
Arcavàcata di Rende (Italia), 1991
Villa Dolores (Córdoba), 2011
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